Viernes de la 5ª s. de C.: Odres nuevos
Viernes de la 5ª s. de C.: Odres nuevos
No terminan de comprender al Señor los de su tiempo. Esta vez agarran piedras para apedrearle. Muchos siglos esperando la llegada del Mesías y cuando lo tienen delante no les cabe en la cabeza que Aquél pudiese ser Dios.
No tenían el alma en condiciones de creer. Les faltaba docilidad. Les sobraba la vejez que produce el orgullo. Por eso el Señor dirá que «no se puede echar vino nuevo en odres viejos», porque la fuerza del vino joven reventaría los odres acostumbrados a una fe anquilosada.
Tu corazón no puede envejecer nunca. Que seas siempre joven de corazón. Muy niño de alma. No compliques las cosas de Dios. Necesitas renovar tu alma y tu mentalidad. Necesitas de ese «aggiornamento» bien entendido del que hablara Juan XXIII. «Fidelidad. Para mí aggiornamento significa sobre todo eso: fidelidad. Un marido, un soldado, un administrador es siempre tanto mejor marido, tanto mejor soldado, tanto mejor administrador, cuanto más fielmente sabe hacer frente en cada momento, ante cada nueva circunstancia de su vida, a los firmes compromisos de amor y de justicia que adquirió un día. Esa fidelidad delicada, operativa y constante —que es difícil, como difícil es toda aplicación de principios a la mudable realidad de lo contingente— es por eso la mejor defensa de la persona contra la vejez de espíritu, la aridez de corazón y la anquilosis mental»
Con esa fidelidad que exige nuestra renovación, es fácil descubrir a Dios en los mil pormenores que llenan nuestra vida. Pero es una fidelidad exigente.
Pero... «la perfección a la que estamos llamados por nuestra elección cristiana, no complica ni hace más difícil la vida, si bien nos exigirá la observancia de muchas normas prácticas encaminadas, sobre todo, a facilitar y a no turbar nuestra fidelidad» «Es para vosotros los Jóvenes, sobre todo para vosotros, por lo que la Iglesia acaba de alumbrar en un Concilio una luz, luz que alumbrará el porvenir» (Mensaje del Concilio Vaticano II a los jóvenes).
Juan García Inza