Jueves, 21 de noviembre de 2024

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Ver con el corazón inmundo

por El Blog de Juan del Carmelo

        La frase es de San Agustín y nos dice…, que: “A ti no se te permitirá ver con corazón inmundo lo que solo se puede ver con un corazón puro; serás rechazado, arrojado de allí, no verás nada”. ¿Y qué es lo que solo podremos  ver con un corazón puro? Algo, que en la medida que aumenta nuestro amor al Señor, cada día se desea ver más y lo más pronto posible. Me refiero naturalmente al Rostro de Dios y esa maravillosa luz que de Él emana. Una luz indescriptible en todas sus manifestaciones, a juicio de aquellos que por extrañas razones, agrupadas en el acrónimo inglés NDE, (Near dead experience) han tenido ocasión, no de ver el Rostro de Dios, lo cual no está al alcance de ningún mortal, pero si al parecer, lejanos reflejos de esa luz maravillosa que emana de su Rostro.

      En el primer libro del Pentateuco, en el Génesis, se menciona por primera vez la luz, pero no se trata de una luz espiritual, como la que emana del Rostro de Dios y que solo podremos contemplar si alcanzamos a ser puros, por carecer de un corazón inmundo. El Génesis, hace referencia a una luz material, que es la única luz que ahora nosotros conocemos y así dice el Génesis: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra.   2 La tierra era caos y confusión y oscuridad por encima del abismo, y un viento de Dios aleteaba por encima de las aguas.   3 Dijo Dios: « Haya luz », y hubo luz.   4 Vio Dios que la luz estaba bien, y apartó Dios la luz de la oscuridad;   5 y llamó Dios a la luz día, y Noche a las tinieblas. Así hubo una tarde y una mañana: este fue el primer día”. (Gn 1,1-5).

        En el Éxodo podemos leer las palabras del Señor: “Nadie puede verme y quedar con vida”. (Ex 33,20). Y el profeta Isaías nos decía: “Verdaderamente eres un Dios escondido, Dios y Salvador de Israel”. (Is 43). Y por su parte también tocaba este tema de la Luz del Rostro de Dios y nos decía: “16…, el único que posee Inmortalidad, que habita en una luz inaccesible, a quien no ha visto ningún ser humano ni le puede ver. A él el honor y el poder por siempre. Amén”. (1Tm 6, 16).

        El ansia humana, del que cree y ama al Señor, en ver el Rostro de Dios, también la tuvo Moisés en el Sinaí, donde le dijo al Señor: “18 Entonces dijo Moisés: Déjame ver, por favor, tu gloria. 19 El le contestó: Yo haré pasar ante tu vista toda mi bondad y pronunciaré delante de ti el nombre de Yahvéh; pues hago gracia a quien hago gracia y tengo misericordia con quien tengo misericordia. 20 Y añadió: Pero mi rostro no podrás verlo; porque no puede verme el hombre y seguir viviendo. 21 Luego dijo Yahvéh: Mira, hay un lugar junto a mí; tú te colocarás sobre la peña. 22 Y al pasar mi gloria, te pondré en una hendidura de la peña y te cubriré con mi mano hasta que yo haya pasado. 23 Luego apartaré mi mano, para que veas mis espaldas; pero mi rostro no se puede ver”. (Ex 33,18-23). También en otro libro del Pentateuco concretamente en el Números, podemos leer: “25 Que el Señor haga brillar su rostro sobre ti y muestre su gracia. 26 Que el Señor te descubra su rostro y te conceda la paz”. (Nm 6,24-25).

        En la Salmodia, más de una vez el salmista, demanda al Señor la visión de su Rostro: “2 ¿Hasta cuándo, Señor, seguirás olvidándome? ¿Hasta cuándo me esconderás tu rostro? 3 ¿Hasta cuándo he de estar preocupado, con el corazón apenado todo el día?¿Hasta cuándo va a triunfar mi enemigo? 4 Atiéndeme y respóndeme, Señor, Dios mío; da luz a mis ojos para que no me duerma en la muerte, 5 para que no diga mi enemigo: “Le he podido”, ni se alegre mi adversario de mi fracaso. 6 Porque yo confío en tu misericordia: alegra mi corazón con tu auxilio y cantaré al Señor, por el bien que me ha hecho”. (Sal 12, 2-6). Y también: “8 Oigo en mi corazón: “Buscad mi rostro.” Tu rostro buscaré, Señor, 9 no me escondas tu rostro”. (Sal 26-27, 8-9).

        Siguiendo con el libro de los salmos, vemos que más adelante podemos leer: “Yahveh es mi luz y mi salvación, ¿a quién he de temer? Yahveh, el refugio de mi vida, ¿por quién he de temblar?  2 Cuando se acercan contra mí los malhechores a devorar mi carne, son ellos, mis adversarios y enemigos, los que tropiezan y sucumben. 3 Aunque acampe contra mí un ejército, mi corazón no teme; aunque estalle una guerra contra mí, estoy seguro en ella.”. (Sal 27,1.3). Más adelante en este mismo saldo 27, podemos leer: “8 Mi corazón sabe que dijiste: «Busquen mi rostro». Yo busco tu rostro, Señor, 9 no lo apartes de mí. No alejes con ira a tu servidor, tú, que eres mi ayuda; no me dejes ni me abandones, mi Dios y mi salvador. 10 Aunque mi padre y mi madre me abandonen, el Señor me recibirá. 11 Indícame, Señor, tu camino y guíame por un sendero llano”. (Sal 27,8-11).

        Hay todavía, otras dos referencias más, en los salmos, sobre la Luz del Rostro de Dios que nos dicen: “10 en ti está la fuente de la vida, y en tu luz vemos la luz”. (Sal 36,10). Y otra en el salmo 43 donde se le solicita al Señor que nos envíe su luz: “ 3 Envía tu luz y tu verdad, ellas me guíen, y me conduzcan a tu monte santo, donde tus Moradas”. (Sal 43,3).

      En, el N.T. tenemos también dos referencias epistolares, a la luz divina. La primera de San Pablo el cual nos dice: “16…, el único que posee Inmortalidad, que habita en una luz inaccesible, a quien no ha visto ningún ser humano ni le puede ver. A él el honor y el poder por siempre. Amén”. (1Tm 6,16).  Y la segunda de San Juan, que también nos dice: "5 La noticia que hemos oído de él y que nosotros les anunciamos, es esta: Dios es luz, y en él no hay tinieblas”. (1Jn 1,5).

      Hay muchas personas que dominadas por la preeminencia de su cuerpo sobre su alma, no acaban de comprender que nuestro goce en el cielo, se encontrará el día que lo alcancemos, en la contemplación del Rostro de Dios. Siempre al pensar en lo que esperamos, más se piensa, en el llamado en teología, cielo accidental que en cielo esencial, el cual es la contemplación del Rostro de Dios. Su luz maravillosa nos bañará por completo, nos inundará. Es esta una luz, en que hemos visto como en la Biblia, profetas, salmistas apóstoles y padres de la Iglesia de la categoría de San Agustín, pone todas sus esperanzas, en la contemplación del Rostro de Dios, aunque nadie directamente con vida terrenal, lo haya contemplado jamás.

       Y tiene esto su lógica. Todos sabemos que el orden del espíritu, al cual pertenece nuestra alma, es muy superior al orden de la materia. Lo espiritual es siempre eterno o inmortal, mientras que la material, a carecer de simplicidad, las partes que la componen, con el paso del tiempo se descomponen y ella fenece. La materia fue creada por Dios, que es un Espíritu puro increado, porque no tiene principio ni tendrá fin jamás y estas  cualidades o caracteres de inmortalidad y supremacía sobre la materia se los trasmite, Dios su Creador a todo elemento, por Él  creado como es el caso de los ángeles o las almas humanas.

        Consecuentemente con todo lo anterior, los goces y sufrimientos en el orden espiritual son infinitamente mayores, que los del orden material y es por ello que como las referencias de goces las tenemos tomadas del orden material, nos es muy difícil comprender, los goces que se nos originarán, en la contemplación de la Luz del Rostro de Dios. E igualmente sucede con los sufrimientos en los que los del orden espiritual son mucho peores que los del orden material.

        Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

        Otras glosas o libros del autor relacionados con este tema.

       La fecha que figura a continuación de cada glosa, es la de su publicación en la revista ReL, en la cual se puede leer la glosa de que se trate.    
       Si se desea acceder más glosas relacionadas con este tema u otros temas espirituales, existe un archivo Excel con una clasificada alfabética de temas, tratados en cada una de las glosas publicadas. Solicitar el archivo a: juandelcarmelo@gmail.com

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