Maestros contra corriente

Lo que pasa dentro de las cuatro paredes de un aula o salón de clases, puede llegar a explicar las causas que hay detrás de las crisis que últimamente nos han afectado de una u otra forma. Por esta razón, el ser y quehacer del profesor, no puede reducirse a la de un mero facilitador de información, alguien al que solamente le toca aportar uno que otro dato, olvidándose de la responsabilidad que tiene de inculcar hábitos que favorezcan el desarrollo integral de los estudiantes a nivel personal y grupal. Parafraseando las leyes de la física, podemos decir que el deterioro de la educación es directamente proporcional al derrumbe de la sociedad. Hoy día, nos encontramos con una plantilla de maestros mediocre, carente de toda ilusión y aguerrida ante cualquier contratación que pueda implicar un cambio hacia la reconstrucción del modelo educativo. Desde que nos vendieron la idea de que los estudiantes son meros clientes, perdimos -como arena entre las manos-  la calidad académica y pastoral. Por ejemplo, ¿quién se preocupa por exigirles puntualidad al llegar a la clase? Seguramente habrá excepciones; sin embargo, son los menos.

Ciertamente, la conducta de cada grupo, plantea una serie de retos inéditos, sorprendentes; sin embargo, ¿no sería mejor aplicar aquella máxima que dice “a situaciones extremas, medidas extremas”? En otras palabras, ¿por qué tenemos tanto miedo de “tomar al toro por los cuernos”? No se trata de recurrir a un estilo disciplinario inhumano, ¡nada de eso!, Pero sí de aprender a lidiar con los desafíos y, desde ahí, encararlos con la intención de hacer el bien. La actitud de la mayoría de los maestros es dejar pasar la falta, hacerse de la vista “gorda”, pues creen erróneamente que no sirve de nada llamarles la atención, poner orden y, sobre todo, plantear estrategias que ayuden a superar el vicio predominante de cada salón. Por ejemplo, si siempre llegan tarde con una variedad impresionante de pretextos, hay que cerrarles la puerta a los cinco minutos de haber iniciado la clase y aplicar una actividad con valor porcentual. Seguramente, se la pensarán dos veces la próxima vez. Desde luego, hay que tener sentido común, pues si llamaron a los estudiantes a esa hora para participar en la escolta, habrá que entenderlo y asegurarse de que haya sido así. La justicia, como en cualquier otro tema o campo, resulta imprescindible al juzgar las circunstancias.

El que esto escribe, le dijo a sus primeros alumnos que él es de los maestros a los que se valora a largo plazo; es decir, cuando pasado el tiempo, se dan cuenta de todo el bien que les hizo al exigirles y cuidar los pequeños detalles como dar los buenos días, escribir correctamente, mantener el aseo, pensar antes de hablar, etcétera. Un profesor que aprecia a sus alumnos, sabe conjugar el binomio cercanía-disciplina. En otras palabras, aquel que consigue llevarse bien con ellos y, al mismo tiempo, sacar lo mejor de cada uno por la vía de la sana exigencia.