Lunes de la 3ª semana de C.: Echar a Jesús

Echar a Jesús

            El Evangelio de hoy nos cuenta un episodio indignante en la vida de Jesús. Los que le escuchaban en la sinagoga no admiten su enseñanza, porque les echa en cara su incredulidad. Todos se enfurecen y, levantándose le empujaron fuera del pueblo hasta un barranco del monte en donde se alzaba su pueblo, con la intención de despeñarlo. Contempla a Jesús perseguido por una chusma de fariseos, de soberbios hombres de fe que creían que la Verdad solo estaba en ellos, y no admiten corrección ni enseñanza que se oponga a la suya.

            Persiguen al Señor, le chillan, le empujan, lo llevan hasta el borde de un barranco con la intención de despeñarlo. Nos duele ver a Jesús tratado de esa manera tan despectiva, tan poco humana. Pero no nos quedemos en la historia y miremos lo que ocurre hoy. No es raro encontrar a gente que persigue a Jesús, que le gustaría verlo desparecer en cualquier abismo. Les molesta que alguien les diga la Verdad, que les corrijan. Piensan que ellos saben más que nadie, y que todos los que seguimos el camino que nos marca la Fe somos unos pobres ignorantes.

            En nuestro pueblo católico de toda la vida abundan, incomprensiblemente, los iconoclastas, los propaladores de herejías, los perseguidores de Dios, los que no “tragan” a la Iglesia, los que quemarían, si pudieran, todas las cruces. Ya lo hicieron una vez. Pero parece que los herederos de aquella actitud mísera, han nacido con el virus del anticlericalismo en la sangre.

            A los que creemos en Cristo nos toca ser auténticos, defender la Fe que tenemos, tratar de dar testimonio de la Verdad, corregir, rezar, tener mucha paciencia y misericordia, pero no darnos nunca por vencidos. Tenemos la Verdad, y la Verdad nos hace libres. Citaremos a un no católico para que no digan: “La verdad sencilla es siempre la defensa más segura, la espada más tajante, el camino más recto para llegar al fin” (Gandhi).

            Pues esa es la tarea que nos encomienda el Papa Francisco: salir al encuentro de todos aquellos que en la calle, o en cualquier sitio, están esperando, sin saberlo, que alguien encienda una luz en su mente, y descubran la belleza de la Verdad que nos regala la Fe en Jesucristo. No permitas que Jesús sea perseguido por los que no tienen la humildad para respetar la libertad de los demás. Reza por ellos, y ofrece la cara sonriente de los que de verdad aman a Dios y al hombre.    “Amar a Cristo significa preferirlo a todo lo demás; pero el que habla de “preferir” deja entender que ha habido dudas, que ha habido un duro combate, que ha habido a veces un desgarrón en la propia vida” (Fr. Mauriac).

Juan García Inza