Domingo 3º de C .Dialogo con la samaritana
Domingo 3º de C .Dialogo con la samaritana
A raíz del encarcelamiento de Juan el Bautista, Jesús se marchó a Galilea, y cada vez eran más los discípulos que le seguían. En su caminar debía pasar por Samaria. El día era caluroso y pesado. Tanto Jesús como sus discípulos estaban cansados y decidieron comer un bocado antes de proseguir el camino.
Los Apóstoles fueron al pueblo de Samaria a comprar lo necesario para el alimento del medio día. El Maestro se quedó sentado junto al pozo de Jacob. De pronto llega una samaritana con un cántaro bajo el brazo y apoyado en su cadera, para llevar agua del pozo a la casa, como haría todos los días a la misma hora. Jesús la mira e inicia con ella un diálogo maravilloso que nos recoge San Juan.
Él tiene realmente sed, y le dice a ella: Dame de beber; la mujer se extraña que le pida agua ya que los judíos, desde hacía mucho tiempo, no se hablaban con los samaritanos. Jesús le dijo: Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice: Dame de beber, tú se la habrías pedido y él te habría dado agua viva. Dícele la mujer: Señor, no tienes con qué sacarla y el pozo es profundo; ¿de dónde tienes ese agua viva? Jesús con un tono de profunda afectividad dijo, en esa catequesis que le estaba dando, que el que bebe del agua del pozo vuelve a tener sed, pero el que beba del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; más aún: El agua que yo le daré será en él manantial de agua que salta hasta la vida eterna.
La mujer se entusiasmó, y toda admirada dijo: Dame, ¡oh Señor!, esta agua para que yo jamás tenga sed ni tenga que venir más acá a sacarla.
La conversación fue poco a poco descendiendo a detalles más personales de tal manera que le descubrió la flaqueza de su vida. Y la samaritana, en un momento del diálogo, le dice que sabía que el Mesías tenía que venir. Fue la ocasión que aprovechó Jesús para revelarle su identidad´ Soy yo, el que habla contigo. Se hizo un profundo silencio. La samaritana acababa de descubrir al Salvador de la humanidad, y al llegar los discípulos del pueblo, se fue corriendo a comunicar la buena nueva a los suyos.
Tan grande fue la alegría y el interés de todos, que le invitaron a quedarse con ellos, y decían: No creemos ya por tu relato; que nosotros mismos hemos oído, y sabemos que éste es en verdad el salvador del mundo. ¿No te entusiasma esta página tan bella del Evangelio? Te invito a que la leas completa y despacio en el capítulo cuatro de San Juan.
Y ponte tú en el lugar de la samaritana, y oye a Jesús que te habla del agua de la gracia, y que te dice que es el Mesías, y que tiene sed de ti, de almas como la tuya para trabajar por el Reino de los Cielos. ¿No le vas a dar agua a Jesús? La Samaritana se dejó el cántaro que traía junto al pozo, pues ya había descubierto otra agua más valiosa. Tú y yo tenemos que abandonar muchos cántaros que hasta ahora pretendían saciar nuestra sed de felicidad, pero nunca lo hemos conseguido. Nos falta la nueva agua de la gracia, del nuevo pozo que es Jesús. Y le invitamos a que se quede con nosotros.
— ¿Es importante para ti vivir en Gracia?
— ¿Qué faltas descubre en ti Jesús?
— ¿Qué puedes hacer para que otros le descubran y disfruten de Él?
Juan García Inza