Del aborto post natal a la tendencia a eliminar legalmente a ancianos en el mundo
Fue una revista científica,The Journal of Medical Ethics, la que en 2012 dijo abiertamente que el infanticidio podría ser éticamente admisible en las mismas circunstancias que lo sería un aborto: «Afirmamos que la matanza de un recién nacido podría ser éticamente admisible en todas las circunstancias en que lo es un aborto. Tales circunstancias incluyen casos en que el recién nacido tiene el potencial para tener una vida (al menos) aceptable, pero el bienestar de la familia está en riesgo». Y agregaba: «Si criterios como los costos (sociales, psicológicos, económicos) para los potenciales padres son buenas razones para tener un aborto, también cuando el feto está sano, si el estatuto moral del recién nacido es el mismo del feto y si no tiene algún valor moral el hecho de ser una persona potencial, las mismas razones que justifican el aborto deberían justificar también la matanza de las personas cuando están en el estadio de un recién nacido».
El artículo se tituló «Alter birth abortion: Why should the baby live?» («Aborto después del nacimiento, ¿por qué el niño debería vivir?») y fue redactado por dos bioeticistas italianos de la Universidad de Melbourne (véase «Journal of Medical Ethics o cuando la «ciencia» justifica el homicidio del recién nacido», 01.04.2012).
Ciertamente la idea no suponía una novedad visto que uno de los filósofos más mediáticos, Peter Singer, lo viene proponiendo desde mediados de los años 90´s. Pero las ideas no siempre se quedan en reflexiones de revista o escritorio. Un ejemplo de esto es lo que ha pasado en Bélgica el pasado jueves 13 de febrero de 2014 en que con 86 votos a favor, 44 en contra y 12 abstenciones, se aprobó la ley que consiente la eutanasia infantil (mayoría de votos procedentes de socialistas, izquierdas y ecologistas). Con esta nueva legislación Bélgica se coloca por encima de Holanda donde el límite de edad para aplicar la eutanasia es de 12 años.
La determinación del parlamento belga no ha estado exenta de polémicas antes, durante y después de su aprobación. Entre las voces que han alzado la voz contra la nueva ley se encuentra la portavoz del partido democristiano, Catherine Fonck, quien subraya varias anomalías en el modo como se aprobó la eutanasia infantil: los postuladores no han aceptado un debate jurídico serio (se aprobó en un tiempo record de apenas tres meses), no se ha escuchado a pediatras y enfermeras y, lo que resulta casi inaudito, la ministra de sanidad ni siquiera ha participado en el proceso (cf. ABC, 14.02.2014).
En Bélgica la eutanasia ya estaba permitida desde el año 2002, pero no para niños menores de 12 años. Ha sido esta la causal que ha disparado las alertas en todo el mundo pues cada vez más la eutanasia se convierte o en un pretexto para eliminar personas o en una «puerta fácil» para quienes lo que necesitan es acompañamiento, comprensión y un tratamiento psicológico.
De lo segundo son ejemplos los casos de dos hermanos belgas que iban paulatinamente perdiendo la vista a causa de una enfermedad. La ceguera provocaba un estado psicológico de dolor que se convirtió, en 2012, en causal para que los ciegos pasaran de tales a la condición de difuntos. Una cobertura mediática más grande es la que tuvo la transexual belga Nancy quien a los 42 años «cambió de sexo» y tras verse en el espejo no soportó contemplar su nueva fisonomía: «No quiero ser un mounstro», dijo. Nancy (Nathan Verhelst tras la operación de «cambio de sexo» de mujer a hombre) apeló a un sufrimiento psicológico insoportable y los médicos le aplicaron la eutanasia. Finalmente está el caso límite de Frank van den Bleeken, un presidiario belga condenado a cadena perpetua por casos de violación y homicidio cuando tenía 20 años y que ha pedido la eutanasia porque considera que su vida no tiene sentido. No padece dolores físicos ni enfermedad terminal alguna, pero sus abogados piden la eutanasia. En este caso se estaría ante una forma de pena de muerte, lo que en Bélgica está prohibido. El caso ha suscitado peticiones análogas en otros centros penitenciarios.
Respecto a los casos de personas a las que se les aplica la eutanasia sin previo aviso está, por poner un ejemplo, el caso de la mamá de Marcel Ceuleneur a quien se le aplicó sin que la hubiera pedido. Este caso es uno de los muchos recogidos en el documental francés «L´euthanasie jus quo» («La eutanasia, ¿hasta dónde?») en el que especialistas tocan el tema evidenciando lo que está detrás de la millonaria industria de la «dulce muerte»: «He asistido a tantos casos de eutanasia suministrados de modo ilegal», dice Claire-Marie Le Huu, enfermera. Muestra de la impunidad es lo sucedido en una entrevista al periódico belga De Staandar por parte de dos activistas pro eutanasia (Marc Cosyns y Wim Distelmans), uno de ellos médico, quien aceptó que no había documentado todos los casos de eutanasia según los protocolos de la ley. A pesar del reconocimiento público nadie ha hecho algo por imputarlo.
Según los sondeos, los ciudadanos belgas aceptaban la propuesta de ley sobre la eutanasia infantil hasta en un 70%. Y es que la propuesta ha sido presentada con rasgos de piedad donde la muerte se convertiría casi, casi, en un acto de misericordia.
Como ha quedado aprobada, la ley prescribe que un médico y un psicólogo verifiquen que realmente se trate de una enfermedad incurable y que el niño sea quien la pide espontáneamente. La petición debe estar respaldada por los padres. ¿Y si los padres no quieren y el médico y el psicólogo están de acuerdo? ¿Y si el padre quiere y la madre no? La casuística abre el paso a que sean los jueces los que decidan sobre la vida de los menores por encima de los progenitores; o que los padres induzcan a que un niño pida su propia muerte pues basta que el infante tenga –según la ley– «capacidad de discernimiento». La pregunta es: ¿puede tener un niño esa capacidad con menos de 12 años? Visto que la ley supone que sí, de otro modo no se la hubiera aceptado, qué impedimentos hay ahora para que se mantengan cerradas las puertas a campos como el consumo de drogas, cigarros, alcohol o incluso en las relaciones sexuales con adultos, campos sobre los que el menor también podría «discernir». Este ha sido un argumento usado por grupos políticos holandeses que promueven las relaciones entre adultos y niños.
Este último punto, el de la legalización de las relaciones pedófilas, no es una exageración: uno de los «padres de la eutanasia» en Bélgica es el activista Etienne Veermersch (ex religioso católico), quien defiende abiertamente la aprobación de las leyes pro pedofilia y aboga por lo que él llama «derecho a la eutanasia» en los casos de parálisis de los enfermos que la padecen y también por premiar a las mujeres que se sometan a esterilizaciones para reducir la población del planeta.
El recurso a la eutanasia en Bélgica ha ido en creciente aumento: en 2003, un año después de la aprobación, 235 personas la pidieron; para 2011 eran ya 1,133 y para 2012 ascendían a 1.432. En su mayoría se trataba de personas mayores de 60 años.
Conquistada la posibilidad de la eutanasia infantil, la deriva parece apuntar a otro sector de la población: el anciano. En una entrevista para el periódico Tempi la directora del «Instituto Europeo de Bioética», Carine Brochier, ha puesto de manifiesto este puntos flaco de la ley aprobada, cuando todavía estaba en vías de aprobación (cf. 12.02.2013): «Legalizar la eutanasia para niños es sólo el primer paso, el gobierno ha anunciado ya en febrero una proposición de ley con 16 puntos para extenderla a dementes y abolir la objeción de conciencia para médicos».
Fue a inicios de 2013 que el ministro japonés de finanzas, Taro Aso, incitó a los ancianos de su país a que se dieran prisa para morir. La razón no era otra que la económica: el estado invierte millones de yuanes en la manutención de una cuarta parte de la población que está por encima de los 60 años: «Yo me despertaría sintiéndome mal sabiendo que todo [el tratamiento] está pagado por el Gobierno» (cf. «El ministro de Finanzas japonés pide a los ancianos que ´se den prisa en morir´», El Mundo, 22.01.2013).
La idea de fondo no es nueva: en Australia el fundador de «Exit International», Philip Nitschke, y miembro del partido Voluntary Euthanasia Party, realizó una abierta apología de la eutanasia por razones económicas en un artículo publicado en The Canberra Times. Según Nitschke el anciano enfermo y el enfermo terminal sólo suponen costos para la economía pública. O en otras palabras: el enfermo cuesta mucho así que es mejor proponerle la muerte.
Dado que la eutanasia se presenta como derecho, supone entonces que alguien tiene la obligación de actuarla. ¿Puede existir un derecho a que una persona mate a otra? Esta es la lógica aplicada a los médicos: se les está orillando a una obligación que puede estar contra su conciencia sin oportunidad de que se nieguen. Y si se niegan tendrán que asumir consecuencias.
Dirigiéndose a los participantes en la asamblea anual de la Pontificia Academia para la Vida, el Papa Francisco les hablaba de la «cultura del descarte»:
«Hemos dado inicio a la cultura del descarte que, incluso, es promovida. No se trata simplemente del fenómeno de la explotación y de la opresión sino de algo más nuevo: con la exclusión queda golpeada, en su misma raíz, la pertenencia a la sociedad en la cual se vive, desde el momento que en ella no se está en los barrios bajos, en la periferia o sin poder, sino que se está fuera. […] La situación socio-demográfica del envejecimiento nos revela claramente esta exclusión de la persona anciana, especialmente si está enferma, con discapacidad, o vulnerable por cualquier razón. […] A la base de las discriminaciones y de las exclusiones está una cuestión antropológica: cuánto vale el hombre y sobre qué se basa el valor de la persona. La salud no es de por sí garantía de felicidad: esta, de hecho, puede verificarse también en presencia de una salud precaria. La plenitud a la cual tiende toda vida humana no está en contradicción con una condición de enfermedad y sufrimiento. Por tanto, la falta de salud y la discapacidad no son nunca una buena razón para excluir o, peor, para eliminar a una persona; y la más grande privación que las personas ancianas sufren no es la debilidad del organismo y su discapacidad sino el abandono, la exclusión, la privación de amor» (19.02.2014).
Fue Juan Pablo II quien solía repetir aquella frase del «En ciertas cuestiones se sabe dónde se comienza, pero ninguno sabe dónde se terminará». La eutanasia es sólo una de esas cuestiones.
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