Domingo, 22 de diciembre de 2024

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Por favor, ¡no más dinámicas en pastoral!

Por favor, ¡no más dinámicas en pastoral!

por Duc in altum!

 Dios habla a través de las personas y de las circunstancias. Por lo tanto, si uno da clases tiene que saber escuchar la voz de sus alumnos y alumnas. Aunque la escuela no es propiamente una democracia, hay que valorar los diferentes puntos de vista de los destinatarios. Pues bien, hace algunas semanas, mientras presentaba -en el aula- el taller que impartiría dentro del área de formación humana, noté que la gran mayoría ponía cara de “más de lo mismo”; sin embargo, cuando dije que la metodología sería la de un espacio marcado por la reflexión académica, personal y grupal, en lugar de las ya de por si deterioradas dinámicas de “integración” que suelen emplearse en las asignaturas de pastoral, se escuchó -sin habérmelo propuesto- un “gracias, ¡al fin!”. Esto me ha llevado a realizar una autocrítica muy honda sobre lo que estamos haciendo en los colegios de inspiración cristiana. ¿Acercamos o alejamos? ¡Esa es la cuestión!

Muchas veces, nos preguntamos ¿por qué los ex alumnos abandonan la fe en la que fueron educados? Desgraciadamente, en lugar de ser sinceros con nosotros mismos, decimos que el problema son ellos, cuando la realidad clama por un cambio en el planteamiento de la clase o taller. ¿Quién dijo que ponerlos a dibujar o escribirse “cartitas” entre ellos era la clave para conocer a Jesús? Yo no me imagino a San Pedro haciendo dinámicas de integración con los otros diez. Al contrario, eran hombres y mujeres que sabían evangelizar a partir de los tres elementos básicos de toda predicación: testimonio, palabra y escritura; aspectos que, de hecho, fueron tomados y relanzados por Santo Domingo de Guzmán, provocando una influencia positiva del cristianismo en todos los campos de la cultura; especialmente, a partir de las universidades, en las que los frailes enseñaban -y continúan enseñando- las diferentes formas o caminos de abordar la verdad.

Las dinámicas de integración encajan perfectamente en un campamento de los Boy Scouts, pero no dentro del contexto escolar. Incluso en los grupos educativos que optan por la aventura como una vía para formarse y aprender a trabajar en equipo, hay momentos fuertes de silencio, aprendizaje, argumentos e intercambio de ideas; sin embargo, dentro de la Iglesia, sigue pesando una corriente que pretende hacer de la fe algo efímero, cursi, buenista y carente de toda conexión con la vida cotidiana. Da pena ver a estudiantes de bachillerato con los ojos entreabiertos, mientras el profesor o la profesora los tratan como si fueran niños, pintándoles un mundo color rosa, en lugar de animarnos a vivir la fe desde el estudio y la práctica en medio de la realidad social. Muchas clases de pastoral -sin querer- se convierten en una fábrica de ateos, porque si el único contacto que tienen los estudiantes con el evangelio, pasa por una serie de juegos abstractos y aburridos, es lógico que no quieran saber más del tema. Esto no es cualquier cosa, pues se trata del futuro de la fe en los colegios católicos y, por ende, en los principales escenarios de la sociedad.

Las asignaturas de pastoral tienen que recuperar el rigor académico, provocando una respuesta por parte de los estudiantes, quienes están interesados en la fe, pero no en el método que casi siempre se emplea para darla a conocer. El problema de fondo es que, en lugar de echar mano a las aportaciones de la teología, la filosofía y la pedagogía, nos hemos quedado con los terapeutas, quienes -directa o indirectamente- han secuestrado la clase de religión, cuando su lugar está perfectamente ubicado y justificado en el consultorio. No cabe duda que la fe provoca sentimientos; sin embargo, recordar momentos apasionantes del pasado en la clase de historia causa un efecto parecido y eso no justifica o implica que la maestra tenga que ponerse a dar el “guitarrazo” (ojo, la crítica no va hacia la música), en vez de escuchar las dudas e inquietudes de los estudiantes.

¿Queremos nuevas vocaciones al sacerdocio, matrimonio, vida religiosa y consagrada? Entonces, dejémonos de cuentos, para poder evangelizar propositivamente. Es decir, a partir de una espiritualidad que se deje acompañar por la ciencia. El método del P. Jorge Loring S.I. (1921-2013), claramente expresado en su libro “Para Salvarte”, es una opción muy valiosa para poder cambiar el enfoque de los talleres de pastoral y, desde ahí, ofrecer la belleza que trae consigo el cristianismo desde el sentido de pertenencia a la Iglesia Católica.  

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