"Mi familia y yo serviremos al Señor" (Jos.24, 15)
La familia está de fiesta. Queremos ponernos en pie con una nueva mentalidad, con una fe osada, con la experiencia personal y en familia, de un Jesús Resucitado y poderoso en medio nuestro, que actúa a nuestro favor y nos bendice constantemente.
Comenzamos un año de gracia, año internacional de la familia. Se nos presenta un reto y un desafío: avivar y renovar el ritmo espiritual en el seno del hogar. Dinamizar y recuperar las tradiciones de la familia cristiana. Innovar y crear nuevas tradiciones. Configurar para las familias modernas, un programa de celebraciones en familia, que nos permita crecer en la unción del Espíritu Santo, y que nos ayude a experimentar la acción poderosa de un Dios vivo que actúa en medio nuestro. Que nos faculte y capacite para ser familias misioneras, testigos audaces en esta sociedad. Con el fuego y el ardor del envío, del testimonio, del compromiso. Con el deseo profundo de ser Santos, y santificar el ambiente que nos rodea.
Salir al mundo con nuevos planteamientos y vivencias, capaces de desinstalar y de desafiar a las familias, no por palabras ni teorías, sino con el poder de la acción poderosa de un Dios fiel, que hace lo que dice, y que cumple lo que promete.
Queremos utilizar nuevas metodologías como ya nos pedía el beato Juan Pablo II, llenas de nuevo ardor, y nueva expresión. Ofrecer a las familias actuales, propuestas y respuestas a sus necesidades espirituales, soluciones a sus problemas concretos.
Queremos apuntalar la fe que languidece, en una Europa que es tierra de misión.
Queremos arraigar la fe, en el seno de nuestras familias españolas. Hacer una revolución espiritual y familiar, una reconquista de la fe de nuestros mayores. Girar en torno al único protagonista, y colocarle en el lugar central que le corresponde. Vivir bajo el Señorío de Jesús Señor y Rey, y permitirle que dirija nuestra familia, y que la gobierne. Que sea nuestro único Señor y Salvador.
Queremos venerar y honrar en nuestros hogares, el ejemplo de Santa María y San José, como modelos actuales para la familia moderna. Queremos aprender e imitar las actitudes de la Santa Familia de Nazaret, acudiendo constantemente a su poderosa intercesión.
Queremos aprender de las vidas de los Santos, héroes de la fe que nos precedieron, y agradecer sus vidas ejemplares, especialmente de matrimonios y laicos, en quienes nos vemos mejor reflejados.
Sólo así podremos experimentar la bendición de Dios y sus promesas sobre cada miembro de nuestras familias. Cambiando las prioridades de las familias, sus actividades, sus intereses, su tiempo, su ardor y su pasión. Optando gozosa y agradecidamente por el compromiso de extender el Reino, testimoniar y contagiar a otras familias.
El gozo, el deleite, el disfrute de la vida y de las cosas, forma parte de nuestra condición humana. Necesitamos experimentar la emoción y el sentimiento del júbilo y de la alegría, en el caminar diario de la fe. Trasladar y asociar estos sentimientos y emociones a nuestras vivencias espirituales, a nuestra relación con un Dios vivo que nos hace profundamente felices y dichosos en medio de nuestra familia.
Nuestra humanidad se esponja y se equilibra cuando podemos expresar y celebrar las raíces más profundas de nuestra fe. Cuando festejamos nuestras creencias más genuinas y reverentes. Urge recuperar el sentido de la celebración en el hogar, de la espiritualidad, de la plegaria.
Comenzamos un año de gracia, año internacional de la familia. Se nos presenta un reto y un desafío: avivar y renovar el ritmo espiritual en el seno del hogar. Dinamizar y recuperar las tradiciones de la familia cristiana. Innovar y crear nuevas tradiciones. Configurar para las familias modernas, un programa de celebraciones en familia, que nos permita crecer en la unción del Espíritu Santo, y que nos ayude a experimentar la acción poderosa de un Dios vivo que actúa en medio nuestro. Que nos faculte y capacite para ser familias misioneras, testigos audaces en esta sociedad. Con el fuego y el ardor del envío, del testimonio, del compromiso. Con el deseo profundo de ser Santos, y santificar el ambiente que nos rodea.
Salir al mundo con nuevos planteamientos y vivencias, capaces de desinstalar y de desafiar a las familias, no por palabras ni teorías, sino con el poder de la acción poderosa de un Dios fiel, que hace lo que dice, y que cumple lo que promete.
Queremos utilizar nuevas metodologías como ya nos pedía el beato Juan Pablo II, llenas de nuevo ardor, y nueva expresión. Ofrecer a las familias actuales, propuestas y respuestas a sus necesidades espirituales, soluciones a sus problemas concretos.
Queremos apuntalar la fe que languidece, en una Europa que es tierra de misión.
Queremos arraigar la fe, en el seno de nuestras familias españolas. Hacer una revolución espiritual y familiar, una reconquista de la fe de nuestros mayores. Girar en torno al único protagonista, y colocarle en el lugar central que le corresponde. Vivir bajo el Señorío de Jesús Señor y Rey, y permitirle que dirija nuestra familia, y que la gobierne. Que sea nuestro único Señor y Salvador.
Queremos venerar y honrar en nuestros hogares, el ejemplo de Santa María y San José, como modelos actuales para la familia moderna. Queremos aprender e imitar las actitudes de la Santa Familia de Nazaret, acudiendo constantemente a su poderosa intercesión.
Queremos aprender de las vidas de los Santos, héroes de la fe que nos precedieron, y agradecer sus vidas ejemplares, especialmente de matrimonios y laicos, en quienes nos vemos mejor reflejados.
Sólo así podremos experimentar la bendición de Dios y sus promesas sobre cada miembro de nuestras familias. Cambiando las prioridades de las familias, sus actividades, sus intereses, su tiempo, su ardor y su pasión. Optando gozosa y agradecidamente por el compromiso de extender el Reino, testimoniar y contagiar a otras familias.
El gozo, el deleite, el disfrute de la vida y de las cosas, forma parte de nuestra condición humana. Necesitamos experimentar la emoción y el sentimiento del júbilo y de la alegría, en el caminar diario de la fe. Trasladar y asociar estos sentimientos y emociones a nuestras vivencias espirituales, a nuestra relación con un Dios vivo que nos hace profundamente felices y dichosos en medio de nuestra familia.
Nuestra humanidad se esponja y se equilibra cuando podemos expresar y celebrar las raíces más profundas de nuestra fe. Cuando festejamos nuestras creencias más genuinas y reverentes. Urge recuperar el sentido de la celebración en el hogar, de la espiritualidad, de la plegaria.
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