Viernes, 22 de noviembre de 2024

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Ingratitud hacia Europa

Ingratitud hacia Europa

por Duc in altum!

 Cada vez que un no-europeo es llamado a trabajar en la Santa Sede, los grupos progresistas lanzan las campanas al vuelo, aplaudiendo el recorte de la influencia eclesial europea; sin embargo, ¿hasta dónde se trata de una valoración justa? Nadie discute el sentido universal de la Iglesia y la necesidad de sustentarlo en la internacionalización de la curia romana, lo que resulta ingrato y contradictorio es olvidar lo que Europa ha hecho –y continúa haciendo- por la ardua tarea de la evangelización y la promoción humana. Teniendo claro que todos los continentes tienen algo valioso que decir y aportar, ¿por qué cargarla contra los europeos?, ¿qué acaso la Iglesia debe avergonzarse del legado artístico, filosófico, teológico y pastoral del viejo continente? Lamentablemente, se trata de una forma de ver las cosas basándose en una cierta ideologización de la fe, lo que –por cierto- ha sido ampliamente criticado por el Papa Francisco. Si algo caracteriza al Estado-Ciudad del Vaticano es la riqueza cultural que se refleja en la variedad de idiomas que convergen en lugares como la Plaza de San Pedro. Por lo tanto, no hay nada más equivocado que juzgar a una persona por su origen o procedencia.

El que Europa esté pasando por una crisis de fe, no significa que haya que lanzar por la borda el bagaje humano-cristiano de tantos hombres y mujeres que han dado su vida a favor de la Iglesia. No olvidemos que España sigue siendo el país con el mayor número de misioneros. Mientras muchas órdenes y congregaciones religiosas pretenden huir de las sociedades europeas por considerarlas –a veces, con razón- hostiles al cristianismo, la propuesta es que permanezcan, renunciando al derrotismo. ¿Se imaginan a San Pablo huyendo de las ciudades que planteaban mayores obstáculos para la difusión del Evangelio? El continente no es una causa perdida. Ahora bien, antes de hacer promoción vocacional, se impone la tarea de evangelizar, pues si casi nadie conoce a Jesús, difícilmente surgirán nuevas vocaciones.

La cuestión de fondo; especialmente, entre los intelectuales de izquierda, tiene que ver con el rencor acumulado por una serie de procesos históricos inacabados, pues todavía hay muchas personas que asocian a la Iglesia en Europa con las colonias americanas. En otras palabras, cada vez que hay un nombramiento en el que se designa a un latinoamericano, se entiende como un golpe a los “antiguos opresores”, cuando –en realidad- significa la elección de alguien calificado para una tarea. Hay que dar vuelta de hoja. No se trata de canonizar todos los capítulos de la historia europea; sin embargo, tampoco de caer en la ingratitud, aceptando una serie de leyendas negras que distan mucho de lo que sucedió en realidad.

En medio del debate, no faltan los que quisieran que la Santa Sede se trasladara a un país tercermundista, olvidándose para siempre del Vaticano; sin embargo, una vez más se pierde de vista lo esencial, pues la Iglesia no es sinónimo de populismo. Le pese a quien le pese, Pedro murió en Roma y eso le da un significado especial a la basílica que lleva su nombre. Descentralizarlo todo y hacer del Papa un obispo desconectado del ministerio Petrino -cuyo carisma le da una posición jerárquica- traería consigo una confusión generalizada, pues cada conferencia episcopal interpretaría el Evangelio a su manera, rompiendo con el principio de la universalidad de la fe. Por lo tanto, construyamos una Iglesia sin fronteras, sabiendo valorar los aportes de cada uno de los cinco continentes. No debe causarnos ningún conflicto reconocer la belleza de las grandes e imponentes catedrales europeas. Toda esa riqueza puede –y debe- aprovecharse como un medio para proponer nuevamente los valores que se inspiran en el evangelio. El arte, como fuente de cultura, no es ostentación o injusticia social, sino formación. ¡Cuántas personas se han convertido en la gran variedad de espacios religiosos de Europa! La fe es una propuesta abierta a todos. 

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