Domingo, 22 de diciembre de 2024

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Misa clausura JMJ. ¿Aberración o bendición?

por No tengáis miedo

Playa de Copacabana. Más de tres millones de jóvenes participan junto al Papa Francisco en la misa de clausura de la JMJ. Alaban, bendicen y adoran a Dios. Millones más nos unimos a ellos a través de la televisión. En las imágenes vemos cómo alzan sus voces y sus manos mientras cantan, fieles y sacerdotes juntos. Sus rostros no pueden expresar más felicidad. Los obispos fotografían y graban con sus móviles. Es algo grandioso, ¿verdad? ¡¡¡Pues no!!!

Resulta que somos capaces de sacarle punta a esta impresionante fiesta de la cristiandad, a cuenta de nuevo de la música. “¿Pero otra vez está a vueltas usted con el tema de la música?”. Pues va a ser que sí. Y las veces que haga falta, oiga. El mundo entero presenció una misa con música de espiritualidad carismática, con el Papa a la cabeza celebrando, y ante ella muchos se rasgan las vestiduras.

Yo me pregunto: ¿tan difícil es acoger la riqueza de espiritualidades que posee la Iglesia? ¿Hasta cuándo, en nombre de la tradición (en minúscula), vamos a estar condenando música que no sea gregoriano, órgano, coral, etc.? ¿Cuándo vamos a darnos cuenta de que la existencia de esa música, los esfuerzos por conservarla, que son maravillosos, loables y deben persistir, no son incompatibles con lo que vivimos en la JMJ? ¿Hasta cuándo vamos a estar agarrándonos a interpretaciones de diversos Concilios, a si quería decir esto o aquello, en vez de estar atentos al soplo del Espíritu Santo? No tiene que gustarte. No tienes que vivirlo. No tienes que participar de ello. ¡Pero no lo condenes! Si ni aún viendo que a más de tres millones de jóvenes, que son hermanos tuyos, celebrar con esta espiritualidad les acerca a Dios; si esas imágenes no tocan tu corazón, si no te alegran ni te conmueven, no pretendas al menos eliminarlo, no quieras imponer tu criterio, crear uniformidad, pintar de blanco y negro una Iglesia en la que Dios ama los colores.

Para los que vivieron como una aberración la misa de clausura de la JMJ, acusando de desconexión entre la música y el resto de la liturgia, de incomodidad del Papa durante esta celebración (parece que tienen capacidad para estar en su mente), sirvan estas palabras suyas del viaje de vuelta en el avión:

“Luego la organización de la jornada, todo preciso, todo, la parte artística, la parte religiosa, la parte catequética, la parte litúrgica, ha sido bellísima. También ellos tienen una capacidad de expresarse con el arte. Ayer, por ejemplo, han hecho cosas bellísimas, bellísimas.”

Y para los que aún hoy acusan de secta a la Renovación Carismática y a las comunidades de ella derivadas, que viven sus celebraciones con este tipo de música, o a otros movimientos y realidades de la Iglesia; para los que la miran con ojos desconfiados, y para los que, más allá todavía, con insólito atrevimiento, la invitan a salir de la Iglesia, son interesantes estas otras palabras, pertenecientes a la misma entrevista del citado viaje:

PREGUNTA.- En Brasil, la Iglesia católica está perdiendo fieles. ¿El Movimiento de Renovación Carismática es una posibilidad de evitar que los fieles se vayan a Iglesias pentecostales?

RESPUESTA.- A finales de los 70, inicios de los 80, no podía ver al Movimiento de Renovación Carismática. Una vez, hablando de ellos, dije: “Estos confunden una celebración litúrgica con una escuela de samba”. ¡Eso había dicho! Me arrepentí. Después conocí mejor, es verdad que el Movimiento tiene buenos asesores y ha ido en un buen camino. Ahora creo que este Movimiento hace mucho bien a la Iglesia, vive en la Iglesia. En este momento de la Iglesia, los movimientos son necesarios. Son una gracia del Espíritu. ¿Pero cómo se puede sostener un movimiento que es tan libre? ¡Es que la Iglesia es libre!

Habrá quien piense que este tipo de celebración es aceptable en un sitio como Brasil, por su folklore particular, pero que no es trasladable a España. Pues se equivocan. Es una espiritualidad que no depende de fronteras. Somos muchos los que la vivimos en nuestro país. Somos muchos los que así hemos conocido la fe, y así la transmitimos y evangelizamos. Y hasta con frutos y todo, para gloria de Dios.

No soy ningún experto en liturgia, ni en legislación eclesiástica.  Pero francamente, no me interesan los debates que giran alrededor de todo eso, por más que muchos se empeñen en ellos queriendo amarse de razones, una y otra vez, cada vez que se saca este tema. Yo vi en la JMJ a millones de jóvenes vibrando con Jesucristo. Eso me importa y eso quiero vivir. Eso quiero para mi país. Es por lo que lucho cada día: ¡quiero armar líos en mi diócesis! Permítanme soñar con celebrar, cada domingo, una misa de clausura de la JMJ. No hace falta que lo compartan, pero no quieran robármelo. Ni a mí, ni a millones como yo.

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