Martes, 05 de noviembre de 2024

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Una visita para recordar

Una visita para recordar

por Duc in altum!

 Hoy les voy a contar una anécdota muy personal. Como ya lo habrán podido notar en algunos de mis artículos del blog “Duc in altum!”, guardo un buen recuerdo de los 12 años que pasé estudiando en el Instituto Rougier del Puerto de Veracruz, México, a cargo de las Hijas del Espíritu Santo. Pues bien, el pasado viernes 2 de agosto -aprovechando el viaje que hice a la capital de la República- me organicé para visitar un lugar especial, significativo, relacionado con el pasado, pero abierto al presente y, por supuesto, al futuro: la casa-museo de la Sierva de Dios Ana María Gómez Campos (18941985), ubicada en Patriotismo #54 de la colonia Escandón. Ella -junto con el Venerable P. Félix de Jesús Rougier (18591938)- fundó la congregación que me educó y la que -no obstante el tiempo transcurrido- me sigue acompañando de una u otra forma. El vínculo -por decirlo de alguna manera- no se ha roto. Al contrario, continúa y es bueno saber que cuentas con un grupo de religiosas que rezan por ti.

El caso es que -alrededor de las diez de la mañana- pedí un taxi para que me recogiera y llevara a la casa de la “M. Anita”. Aunque el taxista se desubicó un poco al principio, supo dar con la dirección exacta. Una vez ahí, toqué el timbre y expliqué rápidamente que me interesaba conocer el museo. Al momento, me abrió la señora de la limpieza y, posteriormente, bajaron las madres Olga C. Alvarado Copado y Enriqueta del Castillo. Las dos, me hicieron sentir como en casa. Posteriormente, fui llevado a la capilla en la que descansan los restos de la audaz fundadora, aquella mujer a la que -aún sin haberla conocido- ¡le debo tanto! Me dieron unos minutos para estar a solas con Jesús, mientras contemplaba la figura de María, bajo la advocación de “Madre de la Divina Gracia”. Una imagen que me resulta familiar, pues presidía -y sigue presidiendo- todos los salones de clases. Estar delante de la tumba de alguien que ha influido tanto en mi vida, me hizo recordar a muchas personas que conocí en el colegio: religiosas, maestros, maestras, amigos y amigas. Aunque aún no se ha iniciado la colocación de los objetos históricos, me enseñaron el cuadro de la Virgen de Guadalupe, aquel  testigo mudo del milagro que curó -en medio del desconcierto de los médicos- a la M. Anita de una enfermedad -en el oído izquierdo- que le impedía asumir su tarea como fundadora.

Antes de firmar el libro de visitas, bajó la M. Graciela Sánchez Garmendia, quien me dijo una frase que se me ha quedado grabada en la memoria: “No le niegues a Dios nada de lo que él te pida”. Soy ex alumno y ¡todavía tienen algo importante que decirme!, ¡cómo no sentirse bien recibido! Antes de irme, platicamos sobre muchas cosas. En particular, recordamos a un sacerdote -fallecido el día anterior- que fue muy cercano a la congregación y, por ende, al Movimiento Vocacional Espíritu y Vida (del que fui coordinador general): el P. Carlos Balandra Jara M.Sp.S. En fin, volver a la casa madre de quienes me enseñaron a leer, escribir, cantar, pensar, jugar, exponer y calcular, dentro de un contexto marcado por los valores cristianos, fue algo especial, digno de ser contado. 

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