Domingo, 22 de diciembre de 2024

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Comunidad del Cenáculo en Medjugorje

Comunidad del Cenáculo en Medjugorje

por Un alma para el mundo

 

 

Una visita obligada en Medjugorje es la Comunidad de l Canáculo.  Un centro especialmente diseñado para la rehabilitación de drogadictos solamente con la oración y la vida disciplinada. Como es costumbre, nuestro grupo fue pasar un tiempo con estos chicos que nos contagian de esperanza con la fuerza de la fe, de la Gracia de Dios y los valores humanos. Pero conozcamos de cerca lo que son estos centros fundados por Sor Elvira, una monja que se convirtió en madre de los jóvenes descarriados. Así lo cuentan ellos mismos:

 

 La Comunidad Cenáculo es una asociación cristiana que acoge a jóvenes descarriados, insatisfechos, desilusionados, desesperados, que desean encontrarse nuevamente a sí mismos, hallar el gozo y el sentido de la vida. Fue fundada en el mes de julio de 1983 gracias a la intuición de una mujer, sor Elvira Petrozzi, que quiso donar su propia vida en favor de los adictos y de los jóvenes descarriados. La sede principal de la Comunidad se halla en Saluzzo, en Italia. Hoy la Comunidad cuenta con 27 hermandades distribuidas en Italia y en el mundo (Francia, Croacia, Bosnia-Herzegovina, Brasil, Austria, República Dominicana, E.E.U.U., México), y alberga alrededor de 1.800 muchachos y muchachas.

 Ella desea ser una luz en las tinieblas, un signo de Esperanza, el testimonio que la muerte no tiene la última palabra. Se propone a los jóvenes un estilo de vida simple, familiar, que hace descubrir de nuevo los dones del trabajo, de la amistad y de la Fe en la Palabra de Dios, encarnada en Jesús, el cual murió y resucitó por nosotros. Creemos que únicamente en Jesús el hombre se encuentra nueva y plenamente a sí mismo y que nadie más que Aquél que lo ha creado, Dios Padre, esté en condición de reconstruir el corazón descarriado y perdido en una vida sin sentido.

 Nuestra fuerza desea ser el Amor, aquel amor que nace de la Cruz de Cristo y que da vida a los muertos, libera a los prisioneros, dona la vista a los ciegos. Agradecemos con ustedes al Señor porque nos hace espectadores cotidianos de su Resurrección, gracias a la cual vemos cada día retornar la sonrisa al rostro de aquél que había perdido toda Esperanza. Nuestra Comunidad no es terapéutica, sino una escuela de vida. El problema de la droga tiene sus raíces en la familia porque sólo esta última tiene la posibilidad de prevenir el problema. A menudo una cosa común a muchos de nosotros los muchachos, ha sido la ausencia de una verdadera familia educadora, que transmitiera o buscara el diálogo, la ternura, la amistad. Todo lo que un hijo necesita. las familias que rechazan a Dios están desechas desde el comienzo, porque creen poder substituir los valores esenciales con cosas superfluas y así, en vez del amor se cultiva la ambiguedad y el tener todo e inmediatamente.

 

 A menudo sucede que, cuando se llega a saber que se tiene un hijo adicto, los padres son los últimos en aceptar lo acaecido, muchos justifican y protegen a su propio hijo solamente por el temor al juicio de los vecinos, de los amigos y de los propios parientes. La familia debe encontrar de nuevo la unidad sin reprochar las culpas de uno o de los otros y a continuación, buscar un lugar o a alguien a quien poder pedir ayuda. Cuando los padres deciden llevar su hijo a la Comunidad, les pedimos cumplir nuestras reglas para prepararlo a esta decisión importante. El objetivo de la Comunidad es renovar la familia, hacer que ésta encuentre a Jesucristo, Salvador y Redentor.

 

La droga puede ser cruz que asesina o cruz que salva. Nosotros amamos la vida y creemos en ella con todo el corazón así como creemos que la sonrisa de un muchacho que " vive " vale más que todo el oro del mundo. No crean que un adicto que entra en la Comunidad, siente inmediatamente el deseo de orar. En principio se ora porque la Comunidad propone de manera resuelta la curación de nuestros corazones por medio de la oración poniéndose de rodillas todos los días, esto para un buen cristiano y para un muchacho normal sería difícil aceptarlo, imagínense para un adicto. Sin embargo, un muchacho que entra a la Comunidad no se haya en una situación " normal ", las más de las veces no sucede por una propia elección personal. Casi todos entramos de manera forzada porque ya no teníamos casa, muchos teníamos problemas con la ley y de cualquier modo, nos encontrábamos en situaciones desesperadas. Llegamos a tal punto que nadie quiere saber de nosotros, descartados por todos, sin futuro ni esperanza, despreciábamos la vida, la única espiral de luz vino de la Comunidad y en esta situación es más fácil decir que sí a la oración, aunque no se crea en ella ni se la comprenda. Nuestra Comunidad no es terapéutica, la única " terapia " que se aplica es la Cristoterapia. A la luz de la oración descubrimos que los problemas no están fuera de nosotros, el problema principal no es la droga o la dependencia de una cosa cualquiera, sino el no saber vivir, la droga es sólo consecuencia de una vida equivocada, sin valores cristianos.

 

El mal que hay que combatir cada día se llama egoísmo, indiferencia, odio, prepotencia y la vida simple de la Comunidad nos ayuda a evidenciar todos nuestros problemas, pero principalmente aprendemos a ser buenos, ya que se eres bueno, te sientes feliz. En nuestras fraternidades no existen fármacos o tratamientos substitutivos a base de psicofármacos, también la crisis de abstinencia de un muchacho nuevo que entra no es curada con medicinales de algún tipo, nuestra „medicina‰ se llama el ángel custodio, que es concretamente un muchacho que vive en la Comunidad desde hace varios meses y que se encarga de él y lo cuida. El tiene la tarea de transmitir al recién llegado el estilo de vida de la Comunidad, de vivir a su lado las veinticuatro horas del día, de trabajar con él y para él - ya que al principio no tiene voluntad - sufrir y llorar con él, que se halla luchando contra el llamado del mal y de la droga. Es un momento importante para la vida de ambos; para el ángel custodio, que en el sufrimiento aprende a amar, y para el recién llegado, que quizás por primera vez encuentra un amigo sincero y alguien que se ocupa de él sin algún interés.



 La Comunidad nos enseña cosas esenciales de la vida que anteriormente no habíamos querido aprender y nadie nos las había enseñado. Para nosotros era normal confundir el placer con el gozo y en nuestra vida habíamos siempre perseguido los placeres más inmediatos, no pensábamos que el gozo pudiera na
cer del sufrimiento, que significa ser débiles, frágiles, inferiores, mientras que ahora estamos aprendiendo que detrás de cada sufrimiento está el gozo. Solamente aquél que ha sufrido puede entender, amar, ayudar a otro que se se encuentra mal. Nuestro camino en la Comunidad dura alrededor de tres, cuatro años, aunque no existe un período definitivo.

Sor Elvira dice que podemos considerarnos preparados cuando habremos escogido la oración para toda la vida. La vida en la Comunidad es verdaderamente muy simple, pero también muy rica, se vive la oración en concreto basada en una amistad libre sin algún interés, las cosas materiales influyen poco, aprendemos que las personas son más importantes que las cosas futiles, el dinero, la carrera, nos enfrentamos con nuestras debilidades pidiendo ayuda a Jesús que se manifiesta también en los hermanos que nos rodean. Aprendemos a amar y a vivir la vida en la gran escuela del Cenáculo.

 

 

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