Te quiero tal y como eres

Te quiero tal y como eres.

No es la frase de una película. No es una declaración entre novios.  Es lo que Dios te dice cada día. Te quiero tal y como eres.

Muchas veces, a base de escuchar aquello de “hermano, Dios te ama”, parece que olvidamos su sentido, que pasa a ser una cantinela que no nos toca el alma, la vida. Él te lo repite una y otra vez: te quiero tal y como eres. Incluso aunque no seas capaz de escucharlo, aunque no lo creas, aunque lo desprecies, esta será una verdad constante hasta el final de tus días: te quiero tal y como eres.

Ojalá este grito resonara con fuerza en cada persona de este mundo. Ojalá lo supiera esa joven llena de complejos, que al mirarse en el espejo se cambiaría tantas cosas. Ojalá también aquel otro dispuesto a todo para ser aceptado entre sus amigos. Ojalá los hijos que sienten que no dan la talla al listón puesto por sus padres. Ojalá los padres que impotentes ven que le fallan a sus hijos. Ojalá también aquel que, desesperado en la búsqueda de un trabajo, cree que no es útil a esta sociedad. Ojalá igualmente el que trabaja, y piensa que se sentirá realizado subiendo unos escalones más arriba. Ojalá lo escuche el que compra su cupón esperanzado en ser feliz si resulta agraciado. Ojalá la persona que sueña con sentirse completo encontrando alguien con quien compartir su vida. Ojalá el esposo y la esposa a quien su cónyuge le hace ver, una y otra vez, cuán imperfecto es. Ojalá el sacerdote que vive su ministerio sin pasión. Ojalá aquel que en nadie encuentra una palabra de ánimo o aliento. Ojalá el que ha dejado de verle sentido a su vida. Ojalá quien siente que para él no hay remedio ni salvación posible.

Te quiero tal y como eres.

Ni en el mayor de los embelesamientos entre enamorados podrían verte con los ojos con que Dios te ve. Tan precioso. Tan perfecto. Sueño con que cada persona  pudiera tener a alguien cerca que le hiciera presente estas palabras. No sólo de viva voz, sino sintiéndose en verdad querido en lo que es. Pero aunque no haya nunca nadie que te lo diga, y más aún, que te lo demuestre, sigue siendo igual de cierto. Él te dice: te quiero tal y como eres.

Ni en la fama, la riqueza, el poder, la autorrealización, las amistades, el buen nombre, ni siquiera en cónyuge o hijos… en nada de ello habrá plenitud. En nada. Sólo en experimentar cada día las palabras que de un modo nuevo,  fiel, desinteresado, auténtico, despiertan nuestro corazón y lo empujan en cada latido: te quiero tal y como eres.

Descánsate en estas palabras. Todo un Dios las pronuncia para ti, sólo para ti. Se desvive porque las escuches. Remueve cielo y tierra para que resuenen en todo tu ser. Porque cuando las escuches, cuando se graben a fuego en tu alma, cada momento, cada instante de tu vida, estará lleno de sentido. Tu existencia será plena, auténtica. Y fuiste creado para que sea así.

Esta no es una declaración “pastelosa”, cursi, simplona. No es tampoco un acto de proselitismo. Y desde luego, no es una mera ilusión. Es sólo un intento de hacer presente lo que algunos nunca escucharon, lo que otros nunca creyeron, lo que tantos tan fácilmente olvidamos, lo que muy pocos logran hacer presente en la vida de los demás, lo que el maligno siempre negará; te quiero tal y como eres.