Quisiera ser un buen pastor
Quisiera ser un buen pastor
Este domingo celebramos litúrgicamente del día del Buen Pastor. El Evangelio hace alusión a la figura de Cristo como el Buen Pastor de este pueblo de Dios que camina por la vida hacia la meta de la santidad que El mismo nos propone: “Sed perfectos como mi Padre celestial es perfecto”. El programa es realmente ambicioso y nada fácil, porque los caminos son tortuosos y el enemigo lo llevamos pegado a nuestros talones como una lapa. Por eso nos reconforta saber que tenemos un guía divino que sabe lo que llevamos entre manos.
Y el Señor nos dejó a pastores espirituales cercanos a nuestras vidas, protagonistas también de nuestra historia personal, para que no nos falte el apoyo, el estímulo, la mano amiga que nos sostiene, la gracia de Dios que nos fortalece. Los sacerdotes tenemos esta misión, y no por nuestros méritos y perfecciones, sino por el poder y la misión que El nos ha confiado. Pero debemos ser buenos pastores. La responsabilidad es grande. Está en juego las almas confiadas a nuestro cuidado, y nuestra misma alma. Y esto nos pesa como una cruz.
Cuando leo en el Evangelio la descripción que Jesucristo hace del buen pastor, me aterroriza, más bien me inquieta, el no estar a la altura de las circunstancias. Me preocupa que algún alma se me desvíe por mi culpa, mi falta de celo, preocupación, ejemplo, oración, cercanía… Me consuela pensar que no todo depende de mí, y que nadie está libre de un fallo. Y sobre todo me reconforta la misericordia de Dios para con todos los pecadores, incluidos –por supuesto-, los sacerdotes.
Estoy convencido que la primera tarea del pastor es orar por sus ovejas. Esto hará superar nuestras limitaciones. El Papa Francisco, en su libro “Mente abierta, corazón creyente” hablando del sacerdocio de Cristo insiste que el fin de nuestra vida siempre es dar gloria a Dios. “Aquí radica el drama del rechazo frontal o del rechazo camuflado (por reduccionismos a gusto) del misterio de Jesús, el Cristo. Nuestro corazón es más proclive a aceptar gloria de otros que darla a Dios, a recibir a quien viene en nombre propio que a quien viene en nombre de Dios. Preferimos conversar y discutir en vez de orar y proclamar. Se nos invita a fortalecer el corazón (Heb 13,9), como lo hicieron nuestro mayores, fortalecerlo con la gracia y no “dejarnos seducir con doctrinas varias y extrañas” (ibíd...)… El corazón debilitado es un corazón cobarde, un corazón con acedia: se nos pide sacudirla como se sacude un lastre. Se nos exhorta a renegar de cualquier tipo de “quietud” paralizante. Se nos pide “correr” con coraje. ¿Correar hacia donde? Hacia la prueba que se nos propone…”
Todo lo que nos dice el Papa es válido para cualquier fiel cristiano, pero los sacerdotes debemos barrenar más en esa beta de buen mineral, sin dar lugar a quedarnos en las teorías, en las organizaciones, en los programas, en los buenos deseos que casi nunca se cumplen. Y en esto yo me examino para corregir la dirección.
Hago mías las propuestas de G. Grehake, O.C.: Lo primero que yo espero del sacerdote es que me anuncie la Palabra de Dios, no su propia palabra… Espero del sacerdote que sea modesto y viva con sencillez; que sepa callar cuando otros hablen y que siga teniendo palabras cuando otros enmudezcan. Espero del sacerdote que ore, que sea profundo y que me haga partícipe de sus profundidades… Que tenga tiempo, ahora y mañana para las personas que lo necesiten. ¡Es el tiempo de Dios! El sacerdote es la garantía del tiempo que Dios tiene para mí… Que lea y se haga preguntas…Que venga a verme, que venga a ver a nuestra familia… Espero mucho del sacerdote, quizás demasiado.
Yo espero que el Señor me ayude para estar a la altura que el mundo tiene derecho a encontrar en mí. Soy consciente de mis limitaciones. También “que todo lo puedo con Aquel que me da la fuerza”. Pediría a los fieles laicos, a todos los que de algún modo dependen de nosotros, que nos ayuden a ser sacerdotes según el corazón de Cristo. Este Domingo del Buen Pastor es el momento de rezar por nosotros. Gracias.
Juan García Inza