Lunes, 23 de diciembre de 2024

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Jueves Santo: la pedagogía del encuentro

Jueves Santo: la pedagogía del encuentro

por Un alma para el mundo

 

            Este día es uno de los que rezuman evangelio. No es necesario hacer mucho esfuerzo para contemplar y escuchar a Cristo que nos entrega su testamento, nos habla desde su corazón humano y divino del mandamiento nuevo del Amor. Sus palabras, sus gestos, sus sentimientos impregnan el ambiente de un clima sobrenatural. “Amaos unos a otros como yo os he amado… Este es mi mandamiento…” Y les lava los pies uno a uno, y realiza el gran milagro de la Eucaristía para que le podamos comer y estar siempre con nosotros. Y a los Apóstoles los ordena sacerdotes y les manda hacer eso en memoria de Él.

            Es muy fácil cerrar los ojos y contemplar la escena, empaparnos de ese clima celestial jamás imaginado por el hombre. Estamos tocando lo más entrañable del corazón de Dios. Y ese es el cristianismo, esa es la Voluntad de Cristo: dar su Vida por nosotros, quedarse con nosotros para siempre. Pero para que esto sea posible hace falta que acerquemos nuestro corazones y nos encontremos como hermanos.

            El Papa Francisco habla de la “Cultura del encuentro”, y dice: La cultura del encuentro es lo que hace que la familia y los pueblos vayan adelante… Somos especialmente sectarios, enseguida armamos el rincón propio… O somos un genio cada uno para organizar y dirigir, o somos tontos que no sabemos ponernos de acuerdo… Nos cuesta mucho el encuentro; tendemos más bien a señalar lo que nos separa y no lo que nos une; tendemos a potenciar el conflicto, en vez del acuerdo. Me animaría a decir que nos encanta guerrear entre nosotros (Conversaciones con Jorge Bergoglio, pag. 111 y s.

            Todo ello es lo más opuesto al amor que predica Cristo, y que está en el ambiente del Jueves Santo, y en todo el Evangelio. Y cuando esto ocurre es muy difícil hacer Iglesia, porque cada uno va a lo suyo. Y esto no quiere decir que vamos a uniformarnos y adoptar todos el mismo color. Pero sí debe haber una armonía para que haya belleza, como ocurre en un cuadro, o en un bonito paisaje.

            ¿Cómo se avanza en una cultura del encuentro? Por lo pronto reflexionando a fondo sobre lo que es la cultura del encuentro humano. Una cultura que supone, centralmente, que el otro tiene mucho para adarme. Que tengo que ir hacia él con una actitud de apertura y escucha, sin prejuicios, o sea, sin pensar que porque tiene ideas contrarias a las mías, o es ateo, no puede aportarme nada. No es así. Toda persona puede aportarnos algo y toda persona puede recibir algo de nosotros. El prejuicio es como un muro que nos impide encontrarnos… Etiquetamos a la gente para evitar el diálogo, el encuentro. Y terminamos fomentando el desencuentro… Hay un problema de comunicación que fomenta tres acciones: la desinformación, la difamación y la calumnia (Ibídem 113114).

            Está poniendo el Papa Francisco, en su etapa de Cardenal, el dedo en la llaga que está minando la salud espiritual y psicológica de nuestro mundo. Pero esto hay que evitarlo decididamente de nuestro ambiente eclesial. El Pueblo de Dios no puede ser nunca un ejército en batalla contra sigo mismo. Y tampoco en batalla contra nadie, sino un pueblo que camina alegre y humilde con la Verdad por delante, y sembrando amor sincero.

            En la celebración de este Jueves Santo, y en los ratos que pasemos ante Cristo Eucaristía especialmente expuesto en los monumentos de las Iglesias y capillas, debemos pensar sobre nuestra actitud hacia los demás, la mía en concreto. Y ver si estoy colaborando en el encuentro entre mis hermanos los hombres. Y salir dispuesto a darle un abrazo a la Cruz de Cristo, en donde El rubricó el Testamento de la última Cena.

Oración de un sacerdote en Jueves Santo

Señor mío Jesucristo,

sé que no es importante que yo lo logre,

que yo sea alabado, que coseche éxitos y se me reconozcan;

sé que hay una sola cosa importante:

que no obstaculice tu camino,

que sea instrumento tuyo,

que conduzca a los hombres no a mí sino a ti.

Señor mío Jesucristo,

líbrame del delirio de pensar que yo he de salvar al mundo.

No permitas que me olvide de que tú ya lo has salvado

y de que no estoy acabado

cuando mis fuerzas no permitan servirte.

Yo soy la ventana, tú eres la luz.

Tú puedes hacer a través de mí todo aquello de lo que yo no soy capaz.

Tú te enhebras en este mundo

a través de mi pobre y pequeñísimo ojo de aguja.

Esto me libra de la pesada carga

de tener que hacer algo que sobrepasa mis fuerzas.

Esto me infunde valor para la potestad que tú has depositado en mí, en mi debilidad y en mi pobreza. ¡Sí, tú en mí!

¡Tan alegre, tan serena y genuina llega a ser mi vida, cuando pienso que decididamente te tengo en mí!

(Karl-Heinz Menke)

Juan García Inza


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