El santo patrón del populismo
Y Pilato, que era un escéptico relativista y no sabía qué era la Verdad ni cuál era la Verdad absoluta en la que aquel hombre creía, procedió de modo consecuentemente democrático al someter la decisión de este caso a la votación popular (H. Kelsen)
Entre todos los diálogos de la Pasión hay uno que me causa especial impresión. Es el diálogo entre Jesús y Poncio Pilato. ¡Vaya papelón el del Procurador romano! Estaba entre la espada y la pared. Si se negaba a condenar a Jesús había peligro de revolución popular; podía perder su puesto y el favor del Cesar; y lo que para algunos podía ser peor, dejar sin Semana Santa a las cofradías. Si decidía condenarlo, temía la ira divina y al ejército de ángeles que se podía lanzar contra él. Finalmente optó por el pragmatismo, convirtiéndose así en el santo patrón del populismo.
En la conversación con Jesús, Pilato plantea una pregunta: ¿Qué es la verdad? Siempre me surge la duda de si quería conocer la respuesta. A veces pienso que, en realidad, no le interesaba. La verdad, en ese momento, había que someterla a votación: ¿Queréis que os suelte al rey de los judíos? El pueblo decidió democráticamente que había que condenar al Nazareno y soltar a Barrabás.
La verdad es incómoda. Si la verdad, la verdad objetiva que tiene su origen en Dios, es el fundamento de la política, de la economía, del derecho y de la justicia, de las relaciones sociales… entonces no todo está permitido. Significa que hay normas y límites. En cambio, sin esto, todo está en manos del más poderoso, aunque éste sea una mayoría que ha votado democráticamente.
Negar la verdad o adecuarla a determinados intereses es la mejor forma de manipular. Es la mejor manera de controlar. Así se mantiene el poder a cualquier precio y el fin justifica los medios.
Estas consideraciones me llevan a otra cuestión: ¿Y si la Iglesia hiciera lo mismo? Es decir, si la Iglesia no defendiera la verdad y, según las circunstancias, los tiempos y los lugares, propusiera una u otra enseñanza como verdadera. Es más, que llegara a decidir por votación lo que hay que creer, los mandamientos que hay que vivir o los sacramentos que celebrar… Si esto llegara a suceder, la Iglesia se convertiría en un partido político. Entonces, la única respuesta posible a la pregunta de Poncio Pilato: ¿Qué es la verdad?, sería No importa.
‘Redención’, en el pleno sentido de la palabra sólo puede consistir en que la verdad sea reconocible. Y llega a ser reconocible si Dios es reconocible. Él se da a conocer en Jesucristo. En Cristo, ha entrado en el mundo y, con ello, ha planteado el criterio de la verdad en medio de la historia[1].