Sencillamente misericordia
por #iEvangelizando
Se han visto fotos suyas viajando en metro en Buenos Aires, tomando mate, besando los pies de un niño enfermo de SIDA, vistiendo sotana remendada, zapatos viejos, y con gestos sorprendentes en un Papa. Hay quien dice que le recuerda a Juan XXII, yo no lo conocí; a mí me recuerda a Juan Pablo II, aunque como una "edición corregida y aumentada". Lo cierto es que estamos ante un nuevo Papa que llega con mucha fuerza. Francisco.
Después de cinco días como Papa, Francisco me ha conquistado el corazón. No sólo por sus formas, tan naturales y espontáneas, sino también por su contenido, tan profundamente evangélico y humano.
Le he seguido creo que en todas sus apariciones públicas. Desde el primero momento en que salió al balcón, la misa con los cardenales, la audiencia con los periodistas, la misa en Santa Ana y el Ángelus. Todo esto gracias a la app del Vaticano The Pope que ha transmitido en directo todas sus eventos públicos. Y creo que cada día me ha sorprendido más.
Ayer ante los periodistas fue impresionante su desparpajo al explicar por qué había elegido su nombre, Francisco, y la bendición silenciosa por respeto a las conciencias de quienes no creen. Qué detalle. Ya me gustaría a mí que ciertos personajes tuvieran ese mismo respeto hacia la Iglesia. Impresionante cuando dijo que le gustaría "una iglesia pobre y para los pobres". Escúchalo tú mismo en el vídeo, no tiene desperdicio.
Muchos ateos están diciendo que les gusta este Papa. No sé si seguirá gustándoles cuando sepan su doctrina sobre el aborto, el matrimonio gay y la eutanasia. Ojalá que sí. Pero en eso que no esperen cambios. Los cambios que parece traer son más profundos. Un corazón misericordioso y pobre como el de Jesús. Desinstalarnos de nuestras comodidades, abrazar la cruz, no rezar al diablo, ser compasivos con los más pobres, etc. En definitiva: Un "volver a poner a Cristo en el centro", como dijo a los cardenales en la Eucaristía del viernes.
Pero es esto, justamente esto, lo que seguramente hará que en la Iglesia vuelva a lucir un rostro tierno, amable, misericordioso, que la haga más cercana y acogida por los que perdieron su fe en ella hace tiempo. De hecho, ya está pasando.