La barca de la Iglesia no es un acorazado
La barca de la Iglesia no es un acorazado
Algunos quisieran otra Iglesia, pero la Iglesia es la que fundó Cristo. Esa es la que nos acoge a todos como madre, aunque a veces seamos hijos un poco díscolos. Tenemos derecho a desear para nuestra Iglesia lo mejor, que es la santidad. Pero no olvidemos que la Iglesia somos todos.
Pensemos que la Iglesia:
- Fue edificada por Cristo sobre la roca de Pedro para perpetuar su presencia entre nosotros.
-Es el Pueblo de Dios, que peregrina por la historia hacia la casa del Padre.
-Es el Cuerpo de Cristo. Todos somos miembros, y estaremos vivos en la medida que estemos unidos a la cabeza.
-Es Esposa inmaculada de Cristo, y se le exige total fidelidad al compromiso contraído.
-Es templo del Espíritu Santo, que es el que da vida a todo el Cuerpo con su presencia y sus dones.
-Es el Reino de Dios inaugurado por Jesucristo en la plenitud de los tiempos para secundar su misión.
-Es como el sacramento de Cristo para salvar a toda la humanidad.
-Tiene por Ley el amor, y está destinada a ser sal de la tierra y luz del mundo.
-Por su medio recibimos la fe y la vida nueva en Cristo.
-Ella es nuestra madre y educadora.
-Seguirá a su Señor en la Pasión, sin triunfalismos ni éxitos humanos, pero buscando el Reino de los Cielos.
Esta Iglesia vive en el tiempo, en nuestro tiempo. Tiene que desarrollar su misión en cada circunstancia histórica con nosotros. Y esta es nuestra responsabilidad. Diríamos que hay que ponerle "música" de hoy a una letra que es de siempre. Nos tenemos que hacer entender. Hay que responder con la doctrina de siempre a los interrogantes del hombre de hoy. Y este es el reto.
Benedicto XVI dijo en su última audiencia: "El Señor nos ha dado muchos días de sol y ligera brisa, días en los que la pesca fue abundante, pero también momentos en los que las aguas estuvieron muy agitadas y el viento contrario, como en toda la historia de la Iglesia y el Señor parecía dormir..."Y siempre he sabido que la barca de la Iglesia no es mía, no es nuestra, sino suya y no la deja hundirse. Es El quien la conduce, por supuesto, a través de los hombres que ha elegido. Esta es una certeza que nada puede ofuscar y es por ello que mi corazón está lleno de agradecimiento a Dios”
El nuevo "Pedro" tiene que seguir echando las redes. Los cardenales electores lo saben, y para ello rezan y esperan. Y nosotros con ellos.