Lunes, 23 de diciembre de 2024

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La Iglesia del silencio

La Iglesia del silencio

por Un alma para el mundo

 LA IGLESIA DEL SILENCIO

            Así se llamaba a la Iglesia que sufría la persecución en regímenes que militaban en un ateísmo beligerante. Hoy felizmente superado por la caída del legendario telón de acero.

            Pero no es de esta Iglesia de la que yo quiero hablar. Con la Iglesia del silencio me estoy refiriendo a la insólita decisión de Benedicto XVI de clausurar su vida, de guardar a partir del día 28 un silencio absoluto como Papa emérito. Uno no termina de hacerse a la idea de que esa mente prodigiosa, esa voz magistral de profesor docto y bueno, se calle para siempre.

            Hemos disfrutado de sus homilías, de sus mensajes, de sus conversaciones abiertas con prelados, sacerdotes, niños, jóvenes…, y nos va a costar no oírle hablar de Dios. Al cerrarse la ventana de Castelgandolfo al atardecer de este jueves, hemos entrado en esa tregua silenciosa, a la espera de que hable el Espíritu Santo. En la Iglesia solo se va a oír el rumor de purpurados conclavistas en su apremiante búsqueda de un nuevo sucesor de Pedro.

            Y en esta ardua tarea lo que importa es salvaguardar la unidad. “Pide a Dios que en la Iglesia Santa, nuestra Madre, los corazones de todos, como en la primitiva cristiandad, sean un mismo corazón, para que hasta el final de los siglos se cumplan de verdad las palabras de la Escritura: la multitud de los fieles tenían un solo corazón yh una sola alma. Te hablo muy seriamente: que por ti no se lesione esta unidad santa. ¡Llévalo a tu oración!” (Forja, 632, san Josemaría Escrivá).

            Benedicto XVI ha luchado lo indecible por defender la unidad. No siempre la ha podido conseguir. Y este ha sido uno de sus dolores más profundos. Unidad de los cristianos. Unidad de toda la Iglesia. Y para ello es imprescindible la obediencia que él ha prometido a su sucesor.

            “Para poder encomendar a Pedro sus ovejas, sin que ello pareciera que las ovejas quedaban encomendadas a otro pastor distinto de sí mismo, el Señor le preguntaba: Pedro, ¿me amas? El respondió: Te amo. Y le dice por segunda vez: ¿Me amas? Y respondió: Te amo. Quería fortalecer el amor para reforzar así la unidad. De este modo el que es único apacienta a través de muchos, y los que son muchos apacientan formando parte del que es único” (Sermón sobre los pastores, 46, San Agustín).

            La Iglesia del silencio es la Iglesia de la unidad. Benedicto XVI dice: “En el silencio escuchamos y nos conocemos mejor a nosotros mismos; nace y se profundiza el pensamiento, comprendemos con mayor claridad lo que queremos decir o lo que esperamos del otro… En el silencio hablan la alegría, las preocupaciones, el sufrimiento… El silencio se hace esencial para discernir lo que es importante de lo que es inútil y superficial”(Del Mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales 2012).

            Esta tregua eclesial es un alto en el camino para repensar lo fundamental cristiano, y en una contemplación silenciosa descubrir entre nosotros al Dios Amor que nos confía, nada menos, que la salvación del mundo. Grave tarea que ha de asumir el nuevo timonel de la barca de Pedro dentro de unos días. Y para ello necesita nuestra oración, generalmente silenciosa.

Juan García Inza
juan.garciainza@gmail.com

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