Benedicto XVI no se ha "divorciado" de la Iglesia
Benedicto XVI no se ha "divorciado" de la Iglesia
Una desafortunada afirmación de Yago de la Cierva al referirse a la renuncia de Benedicto XVI ha dado mucho que hablar. En un artículo publicado por el periódico “El Mundo” afirmó que el Papa “se había divorciado de la Iglesia”. Tras una réplica de José Luis Restan, Yago de la Cierva rectifica y pide perdón por el desliz. Pero como no siempre se leen las rectificaciones, y a pesar de que ReL. se hizo eco de ello, considero oportuno incidir en el tema.
Benedicto XVI no se ha “divorciado de la Iglesia”, ni muchos menos. Sería una barbaridad de enorme bulto admitir, ni de broma, esta posibilidad. El Papa “contrajo ese matrimonio con la Iglesia” a sabiendas de lo que ello iba a suponer. Sucedía a un Papa que nada más morir se le llamó con el apelativo de Magno, y se empezó a pedir “¡Santo súbito!”. El listón estaba muy alto. Parece que el Cardenal mas capacitado para “saltarlo” era Ratzinger. Y el Cardenal Teólogo, que estaba dispuesto ya a retirarse a su tierra natal para dedicarse al estudio, a la publicación de sus obras, y a ejercer el sacerdocio junto a su hermano, aceptó humildemente el Ministerio que el Colegio Cardenalicio le confiaba. Y “contrajo ese matrimonio” solemne con la Iglesia, siempre con la duda de si realmente el era el más indicado. Y, sin duda, ha dado de sí todo lo que se esperaba de él. Deja muy alto el pabellón de la cultura teológica dentro de la Iglesia. Ha sembrado el mundo de esa semilla que brotaba -brota- de una mente perfectamente amueblada, con la Palabra de Dios y el saber teológico.
En verdad que ha suscitado en todo el que le ha escuchado un hambre de Dios, y una inquietud por profundizar es la ciencia teológica que el ha hecho tan atractiva, como el buen maestro que hace amable y bella la sabiduría a sus alumnos. Este ha sido el fruto de ese “matrimonio” de Benedicto XVI con la Iglesia.
En la exposición que Benedicto XVI hace de su vida, siendo Arzobispo de Munich y Frisinga, y ya vislumbrando su aterrizaje en Roma, con toda humildad se compara al animal de carga que acompañó a Corbiniano, fundador de la Diócesis de Frisinga en su viaje a Roma. Cuenta la leyenda que un oso mató al caballo que llevaba el prelado, y como castigo lo convirtió en su animal de carga. El oso tuvo que arrastrar el pesado fardo hasta Roma, y solo allí lo dejó en libertad el santo, cuenta la leyenda. Y aplicando la historia a su vida, dice el entonces Ratzinger: “De Corbiniano se cuenta que en Roma devolvió la libertad al oso. Si el oso se quedó en el Abruzzo o volvió a los Alpes, no interesa a la leyenda.
Juan García Inza
Juan.garciainza@gmail.com