Alguna actitud actual ante la fe
por Déjame pensar
Comienzo relativizando lo que puede ser una primera impresión ante determinadas actitudes de hoy. No debemos hacerlas definitivas o unilaterales. No todo es totalmente lo que parece ser. Un poeta advirtió que, algo que contemplamos, tiene más realidad de la que aparenta; dijo: “La piedra, con ser la piedra,/ guarda una chispa caliente;/y en el rumor de la nube/ combaten el rayo y la nieve”.
El acto de creer es siempre el hecho de un compromiso de nuestra libertad. Cada uno no puede hablar sino desde el interior de su propio acto de creer. No puedo mostrar la fe como se podría enseñar la geografía o las matemáticas, que lo hacen desde la propia convicción, por profunda que sea.
Creo que un cristiano – ojalá fuéramos todos- querría dar testimonio personal de su fe diciendo: “”He aquí lo que me hace feliz, he aquí lo que me hace vivir”. Quisiera decir, con la discreción que se impone, los que los primeros discípulos de Jesús cuchicheaban unos a otros: “Hemos encontrado al Mesías”.
Hay que tener en cuenta que este término de mesías está muy presente en nuestra cultura, en razón de tanta gente que se pretenden tales y también de una forma de espera mesiánica que late en nuestras generaciones. Algunos presentan su increencia como una forma de libertad. Fórmula que alguien expresó como la libertad del “taxi libre”, y que es “libre” porque no sabe dónde va. Como tristemente es figura de la vida..de muchos no creyentes. Ignoran el “adonde” y el “para qué” de sus vidas.
Cuando nuestra palabra o acción evangelizadora no es la que ofrecemos a cualquiera que observe nuestras actitudes de vida, sino a una persona concreta, es útil la breve reflexión inglesa, según la cual: “Para enseñar el ingles a John, no basta conocer el inglés, hay que conocer a John”. Ciertamente la experiencia humana de todos y de cada uno será, de algún modo, el punto de partida. Un evangelio, que no se ofreciera a la experiencia humana más profunda de cada uno, no interesaría a nadie. Una respuesta que no responde a una pregunta, no es respuesta, podría ser un propósito vano.
Y ¿cuál sería la pregunta de bastantes contemporáneos nuestros? El clima del mundo occidental, para muchos, lo caracterizó el sociólogo contemporáneo Lipovetsky como “la era del vacío”. La esperanza de muchos se confronta más y más a las crueldades de la vida y, desesperadamente, buscan darle un sentido. El destinatario de toda propuesta sobre la fe es en fin hoy, para W. Kasper, “el hombre sufriente”.
Opino que, en nuestro tiempo, los llamados “creyentes, no practicantes” aumentan en número. En general, pienso que eran creyentes sin gran convicción y, abandonando la práctica religiosa, se han alejado de la fe. He conocido no pocos a quienes un acontecimiento de su vida, quizás una pesada prueba, o una situación positiva providencial los ha devuelto al camino de la fe.
Invitación y testimonio son los dos resortes de la evangelización. El testimonio supone una experiencia que se dirige a otras experiencias. La fe ¿supone mucho para nuestra vida? La fe ¿puede resultar contagiosa, como lo fue desde los primeros siglos.en la cuenca mediterránea?
El legado del emperador Trajano, Plinio el Joven, hablaba del cristianismo como de un “contagio”. Lo que indica la fuerza de los testimonios y la abundancia de conversiones. Aunque para él se trataba evidentemente de una enfermedad en su imperio.
Invitación y testimonio serán las actitudes del cristiano hoy. Teniendo en cuanta, en mi opinión, que se trata de acercar al prójimo a la idea y amor hacia Dios, antes de entrar en otros puntos clave de nuestra fe cristiana, aunque no se puede alargar el tiempo de una catequesis amplia, puesto que, sin ella, no habría conversión a la fe...
El acto de creer es siempre el hecho de un compromiso de nuestra libertad. Cada uno no puede hablar sino desde el interior de su propio acto de creer. No puedo mostrar la fe como se podría enseñar la geografía o las matemáticas, que lo hacen desde la propia convicción, por profunda que sea.
Creo que un cristiano – ojalá fuéramos todos- querría dar testimonio personal de su fe diciendo: “”He aquí lo que me hace feliz, he aquí lo que me hace vivir”. Quisiera decir, con la discreción que se impone, los que los primeros discípulos de Jesús cuchicheaban unos a otros: “Hemos encontrado al Mesías”.
Hay que tener en cuenta que este término de mesías está muy presente en nuestra cultura, en razón de tanta gente que se pretenden tales y también de una forma de espera mesiánica que late en nuestras generaciones. Algunos presentan su increencia como una forma de libertad. Fórmula que alguien expresó como la libertad del “taxi libre”, y que es “libre” porque no sabe dónde va. Como tristemente es figura de la vida..de muchos no creyentes. Ignoran el “adonde” y el “para qué” de sus vidas.
Cuando nuestra palabra o acción evangelizadora no es la que ofrecemos a cualquiera que observe nuestras actitudes de vida, sino a una persona concreta, es útil la breve reflexión inglesa, según la cual: “Para enseñar el ingles a John, no basta conocer el inglés, hay que conocer a John”. Ciertamente la experiencia humana de todos y de cada uno será, de algún modo, el punto de partida. Un evangelio, que no se ofreciera a la experiencia humana más profunda de cada uno, no interesaría a nadie. Una respuesta que no responde a una pregunta, no es respuesta, podría ser un propósito vano.
Y ¿cuál sería la pregunta de bastantes contemporáneos nuestros? El clima del mundo occidental, para muchos, lo caracterizó el sociólogo contemporáneo Lipovetsky como “la era del vacío”. La esperanza de muchos se confronta más y más a las crueldades de la vida y, desesperadamente, buscan darle un sentido. El destinatario de toda propuesta sobre la fe es en fin hoy, para W. Kasper, “el hombre sufriente”.
Opino que, en nuestro tiempo, los llamados “creyentes, no practicantes” aumentan en número. En general, pienso que eran creyentes sin gran convicción y, abandonando la práctica religiosa, se han alejado de la fe. He conocido no pocos a quienes un acontecimiento de su vida, quizás una pesada prueba, o una situación positiva providencial los ha devuelto al camino de la fe.
Invitación y testimonio son los dos resortes de la evangelización. El testimonio supone una experiencia que se dirige a otras experiencias. La fe ¿supone mucho para nuestra vida? La fe ¿puede resultar contagiosa, como lo fue desde los primeros siglos.en la cuenca mediterránea?
El legado del emperador Trajano, Plinio el Joven, hablaba del cristianismo como de un “contagio”. Lo que indica la fuerza de los testimonios y la abundancia de conversiones. Aunque para él se trataba evidentemente de una enfermedad en su imperio.
Invitación y testimonio serán las actitudes del cristiano hoy. Teniendo en cuanta, en mi opinión, que se trata de acercar al prójimo a la idea y amor hacia Dios, antes de entrar en otros puntos clave de nuestra fe cristiana, aunque no se puede alargar el tiempo de una catequesis amplia, puesto que, sin ella, no habría conversión a la fe...
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