Otra consecuencia: La técnica se vuelve contra el hombre
por Déjame pensar
En ciertos aspectos la técnica, y aún la cultura, se vuelven contra el hombre. ¿Por qué?
Cuando el medio ambiente, el físico y el social, no están muy transidos por la razón del hombre, aquel influye solamente en al vida biológica, pero levemente en la espiritual...
Son los largos momentos de la historia en los que la cultura ha servido primordialmente para que el hombre no naufragara en la naturaleza. Pensemos en el descubrimiento del fuego, de los primeros utensilios, en los inicios del pastoreo y de la agricultura.
Pero en nuestro tiempo, cuando la razón del hombre empapa nuestro mundo, a través de la técnica y de los medios de comunicación, la cultura creada influye en todo el hombre positiva o negativamente. A no ser que éste cree su propio ambiente, cultivando su interioridad (lectura, reflexión, oración) y busque el clima de un grupo cristiano o, al menos de un auténtico humanismo. Es también para esta tarea para la que la Iglesia necesita la colaboración de intelectuales católicos.
El hombre se ha aferrado durante milenios a la cultura, para no perecer en la naturaleza. Quizá, por primera vez en la historia, el hombre haya de aferrarse a la religión para no naufragar en una cultura que se le ha hecho enemiga.
Porque el cristiano de hoy naufraga en cuanto tal y en tanto mero hombre, cuando se inmerge en la cultura actual indiscriminadamente: sin hacer juicio ni crítica de ella. Ese peligro amaga, sobre todo, a nuestra juventud..
El hombre siempre ha necesitado de Dios para explicarse a sí mismo y al mundo y protegerse de los males de éste. Aparte de su natural apertura hacia Dios. (Razones cosmo-biológicas de la religiosidad).
El hombre conscientemente religioso siempre he necesitado de Dios para dar vida a lo mejor que hay en él: la posibilidad de compartir la vida de Dios. (Razones místicas de la religiosidad).
Mas ahora conoce una experiencia inédita. El mundo que él construye y la misma cultura- técnica de la que se sirve para ello se vuelven contra él, si prescinde de Dios.
No podemos separar la reflexión de la cultura, de la ciencia. y de la técnica, porque éstas son un factor de la historia y, por tanto factor de cultura, y no podemos considerar la situación actual sin prestar atención a estas dos.
Conviene subrayar que no es sólo la técnica la que amenaza al hombre, sino que se da la amenaza que se deriva del plano cultual ideológico y filosófico. Desde hace más de una generación se han propagado teorías que desmoralizan al ser humano, en el sentido etimológico de la palabra. Se ha destruido, sobre todo en los más jóvenes, la convicción de que el hombre es un ser responsable, libre, dueño de su conducta moral, capaz de conocer lo absoluto y de trascenderse. De ahí que la pastoral de la cultura quiera estar abierta a toda clase de saberes.
Las ciencias se desvían de su objetivo, si dejan de perseguir el servicio de la cultura y, por tanto, del hombre. Existe una crisis de la legitimación de la ciencia. Cuando se desconecta de la verdad del hombre y del servicio del hombre, corre el riesgo de volverse contra los seres humanos.
Cuando el medio ambiente, el físico y el social, no están muy transidos por la razón del hombre, aquel influye solamente en al vida biológica, pero levemente en la espiritual...
Son los largos momentos de la historia en los que la cultura ha servido primordialmente para que el hombre no naufragara en la naturaleza. Pensemos en el descubrimiento del fuego, de los primeros utensilios, en los inicios del pastoreo y de la agricultura.
Pero en nuestro tiempo, cuando la razón del hombre empapa nuestro mundo, a través de la técnica y de los medios de comunicación, la cultura creada influye en todo el hombre positiva o negativamente. A no ser que éste cree su propio ambiente, cultivando su interioridad (lectura, reflexión, oración) y busque el clima de un grupo cristiano o, al menos de un auténtico humanismo. Es también para esta tarea para la que la Iglesia necesita la colaboración de intelectuales católicos.
El hombre se ha aferrado durante milenios a la cultura, para no perecer en la naturaleza. Quizá, por primera vez en la historia, el hombre haya de aferrarse a la religión para no naufragar en una cultura que se le ha hecho enemiga.
Porque el cristiano de hoy naufraga en cuanto tal y en tanto mero hombre, cuando se inmerge en la cultura actual indiscriminadamente: sin hacer juicio ni crítica de ella. Ese peligro amaga, sobre todo, a nuestra juventud..
El hombre siempre ha necesitado de Dios para explicarse a sí mismo y al mundo y protegerse de los males de éste. Aparte de su natural apertura hacia Dios. (Razones cosmo-biológicas de la religiosidad).
El hombre conscientemente religioso siempre he necesitado de Dios para dar vida a lo mejor que hay en él: la posibilidad de compartir la vida de Dios. (Razones místicas de la religiosidad).
Mas ahora conoce una experiencia inédita. El mundo que él construye y la misma cultura- técnica de la que se sirve para ello se vuelven contra él, si prescinde de Dios.
No podemos separar la reflexión de la cultura, de la ciencia. y de la técnica, porque éstas son un factor de la historia y, por tanto factor de cultura, y no podemos considerar la situación actual sin prestar atención a estas dos.
Conviene subrayar que no es sólo la técnica la que amenaza al hombre, sino que se da la amenaza que se deriva del plano cultual ideológico y filosófico. Desde hace más de una generación se han propagado teorías que desmoralizan al ser humano, en el sentido etimológico de la palabra. Se ha destruido, sobre todo en los más jóvenes, la convicción de que el hombre es un ser responsable, libre, dueño de su conducta moral, capaz de conocer lo absoluto y de trascenderse. De ahí que la pastoral de la cultura quiera estar abierta a toda clase de saberes.
Las ciencias se desvían de su objetivo, si dejan de perseguir el servicio de la cultura y, por tanto, del hombre. Existe una crisis de la legitimación de la ciencia. Cuando se desconecta de la verdad del hombre y del servicio del hombre, corre el riesgo de volverse contra los seres humanos.
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