Viernes, 22 de noviembre de 2024

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Fuego de amor al Señor

por El Blog de Juan del Carmelo

            Son más las almas…, de las que uno piensa que puedan ser, las que han sentido alguna vez y que siguen sintiendo el fuego de amor del Señor. Por supuesto que son almas muy entregadas al Señor en grado contemplativo, o que sin haber alcanzado la perfecta contemplación, se encuentran al final de la meditación de carácter discursivo, que desemboca en la contemplación, de acuerdo con las clásicas categorías que nos marcan los teólogos.

 

            Con el bautismo el alma recibe la inhabitación de la Santísima Trinidad, se convierte en templo vivo de Dios. Recibe a mi juicio, una  hoguera con su mecha preparada para ser encendida. Si tarde o temprano, con su acercamiento a Dios y con su oración, la persona llega a encender esta hoguera, ella puede tomar caracteres de incendio, porque Dios es un fuego que devora. A partir del momento en que la mecha de la hoguera haya sido encendida, el alma, solo ha de hacer dos cosas; seguir orando y abandonarse en el Señor, dejarse llevar por Él, no pretendiendo hacer nada por cuenta propia. Así, esa alma será eternamente dichosa, pero no ya solo en el cielo sino también en lo que le reste de vida en este mundo Pero desgraciadamente son pocas las hogueras de amor que se encienden en el mundo, por eso el alma elegida, por amor al Señor, ha de ser una pirómana, ha de tratar de encender la mayor cantidad de fuegos de amor al Señor, que le sea posible encender.

 

            En el Evangelio de San Lucas, podemos leer las siguientes palabras del Señor: “He venido a arrojar un fuego sobre la tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviera encendido! Con un bautismo tengo que ser bautizado y ¡qué angustiado estoy hasta que se cumpla! ¿Creéis que estoy aquí para dar paz a la tierra? No, os lo aseguro, sino división. Porque desde ahora habrá cinco en una casa y estarán divididos; tres contra dos, y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre; la madre contra la hija y la hija contra la madre; la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra”. (Lc 12,49-53). El fuego de que nos habla el Señor, es un fuego de amor: “… porque el Señor, tu Dios, es un fuego devorador, un Dios celoso”. (Dt 4,24) y no es que el Señor haya venido al mundo para sembrar la discordia entre los miembros de  cada familia, sino para establecer la paz y el amor entre todos, pero sin que para conseguir este objetivo, se pueda sacrificar el amor al Señor, que es el bien espiritual más grande, que puede poseer una alma humana. 

 

            El fuego del amor divino, del que nos habla San Juan de la Cruz, es el fuego que ilumina al hombre y que con su luz le hace descubrir aquellas zonas de oscuridad y de mal que hay en él… Solo amando con profundidad absoluta al Señor, con total integridad de nuestro ser, se puede llegar a lograr ver con la luz que el Señor, proyectará en nuestra alma, el fuego de amor del Señor. El fuego del amor divino, que es el fuego que vio Moisés en el Monte Horeb, era un fenómeno extraordinario, contemplar una zarza ardiendo con un fuego permanente que no acababa nunca de consumir aquella zarza. Es el fuego del amor de Dios a los hombres que nunca se extinguirá, a pesar de  las traiciones e infidelidades que el hombre continuamente está realizando, a los dones que el Señor nos regala, con la posibilidad de gozar en ese fuego de amor inextinguible, que brasa nuestros corazones. En la zarza ardiendo el prodigio que contempló Moisés, no era el fuego de la combustión de una zarza que el fuego consume rápidamente, sino el fuego de amor que el Señor nos ofrece y que es incombustible y eterno.

 

            Los cristianos somos como zarzas, sin demasiada estructura personal, como la que tiene una humilde zarza que no es comparable a una robusta encina o un roble, pero nosotros somos portadores del fuego de amor del Señor, desde el día de nuestro bautismo. Estamos en este mundo para superar una prueba de amor, somos como humildes zarzas, sin mucha madera para quemar en la demostración de nuestro amor al Señor, pero con la potencialidad de acogernos a la luz y el calor del fuego de amor divino que el Señor, está desenado constantemente ofrecernos y por ello nos dice: “He venido a arrojar un fuego sobre la tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviera encendido!”. (Lc 12,49).

 

            Para el maestro Jean Lafrance: “Dios es un fuego devorador, un fuego que consume. Transforma en Él todo lo que toca. No se puede pretender acercarse a Dios sin dejarse devorar por este fuego. Por eso la oración es una aventura peligrosa”. Y sigue añadiendo, que es una aventura peligrosa de tal forma que habría de avisar siempre a los que perseveran en ella, que corren el peligro de consumirse en el fuego del amor del Señor. Y con mucho y conocimiento de la realidad de lo que nos pasa Jean Lafrance, nos dice: “Deseas un poco de calor y de dulzura, y Jesús te propone un incendio, el fuego que ha venido a traer a la tierra y que sobrepasa infinitamente lo que puedes anhelar y desear. No limites tus aspiraciones a tu horizonte interior, aunque seas un loco de amor. En la oración deja que tu corazón se dilate hasta el infinito de Dios”. También para San Alfonso María de Ligorio: “La oración es la feliz hoguera en que se enciende y conserva el fuego del santo amor”. Claro que cuando uno ha llegado a tener la dicha de contemplar en lo íntimo de su alma, este fuego devorador que es el fuego de amor del Señor, ya solo piensa y desea, dejarse abrazar en la dulzura de este fuego. Uno se transforma y se convierte en un loco del amor a Cristo.

 

            A esta locura de amor ya aludí en otra glosa (Ver: Glosa: “Contrición, compunción y atrición”. del 30-09-09) cuando escribí: Hay locos enamorados del Señor. La hermana de Santa Teresa de Lisieux, María del Sagrado corazón, una vez al descubrir la intensidad del amor de la santa al Señor, le escribió a ella: “Estás poseída por Dios… pero poseída totalmente, así como los malos están poseídos por la maldad, tú lo estás por el Señor” ¡Que piropo! y que gran alegría debió de sentir la santa cuando leyó estas líneas. No le podían haber dicho nada, que le satisficiera más. ¡Ojalá! que alguien tuviera razones suficientes para decirnos esto a uno de nosotros, sería tanto como vernos ya en esta vida, sumergidos dentro del fuego del amor a Dios”.

 

            Alcanzar el fuego del amor divino, ha de lograrlo todo aquel, que quiera contemplar el rostro de Dios, lo mejor es desde luego lograrlo en esta vida, lo cual implica no pasar por el Purgatorio. El cielo supone el perfecto amor a Dios, que se puede alcanzar en esta vida y si no en la otra, después de la purificación por el fuego del Purgatorio; el modo más fácil es santificarse es aquí y ahora. Pero pocos son conscientes de esta realidad y ponen en marcha sus deseos de evitar el Purgatorio. Santa Teresa de Lisieux O.C.D. escribía: “Pero sé también que el fuego del Amor es más santificante que el del Purgatorio. Sé que Jesús no puede desearnos sufrimientos inútiles, y que no me inspiraría los deseos que siento si no estuviese dispuesto a colmarlos”.

 

            Slawomir Biela escribe sobre este tema del fuego del amor de l Señor, diciéndonos: “Todo hombre, cada hombre es pecador y lo seguirá siendo siempre, incluso en la etapa final del camino hacia Dios, el hombre que ya ha llegado a ser santo, no deja de ser pecador, aunque sea preservado del pecado. La diferencia entre un santo y otro que no lo es, está en que el santo se encuentra tan envuelto por el fuego del amor divino, que ya no puede ni quiere salirse de él. Sabe que alejarse de este fuego, significa para él el aniquilamiento la muerte”.

 

            Solo el que continuamente trata de alimentar su alma con el amor del Señor, comprende, que otros vayan ya por delante y ardan ya en el fuego del amor divino. Pero no olvidarse que como siempre ocurren el mundo de la vida espiritual, desear es ya empezar a poseer y por lo tanto, el que desee abrasarse en este fuego de amor, ya está empezando a quemarse, porque la misma ansía de quemarse ya le está generando el fuego del amor de Dios. Y esto es así, porque hay que tener siempre presente que Dios tiene sed de que nosotros tengamos sed de él.

 

            Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

 

            Otras glosas o libros del autor relacionados con este tema.

-        Libro. CONOCIMIENTO DE DIOS.- www.readontime.com/isbn=9788461179107

-        Libro. LA SED DE DIOS.- www.readontime.com/isbn=9788461316281 

-        Amor incomprensible. Glosa del 03-12-09

-        ¿Pero, es verdad que Dios nos ama? Glosa del 25-04-10

-        Testimonios de amor que Tú nos das. Glosa del 12-12-11

-        Sumergidos en el amor de Dios  06-04-12

-        Amar y ser amados. Glosa del 20-01-10

-        ¿Tiene Dios, sed de nosotros? Glosa del 29-06-11

-        Mendigo de amor. Glosa del 07-06-11

 

            Si se desea acceder a más glosas relacionadas con este tema u otros temas espirituales, existe un archivo Excel con una clasificada alfabética de temas, tratados en cada una de las glosas publicadas. Solicitar el archivo a: juandelcarmelo@gmail.com

 

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