Viernes, 22 de noviembre de 2024

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El lenguaje que a Dios le gusta

El lenguaje que a Dios le gusta

por Un alma para el mundo

 

León Felipe habla de las cosas sencillas y de Dios

Felipe Camino Galicia de la Rosa, conocido como León Felipe (Tábara, Zamora, 11 de abril de 1884 - Ciudad de México, 18 de septiembre de 1968), fue un poeta español. Nacido en una familia acomodada, su padre fue notario. Tras licenciarse como farmacéutico, León Felipe inició una vida llena de peripecias, empezando por la regencia de varias farmacias en pueblos de España y recorriendo a la vez el país como cómico de una compañía de teatro. Su vida bohemia le sumió en una situación económicamente complicada hacia 1919, cuando iniciaba su obra poética en Madrid. Después de tres años de estancia en Guinea Ecuatorial, en aquellos años colonia española, trabajando como administrador de hospitales, viajó a México en 1922, con una carta de Alfonso Reyes que habría de abrirle las puertas del ambiente intelectual mexicano. Trabajó como bibliotecario en Veracruz. Volvió a España poco antes de iniciarse la guerra civil, viviendo como militante republicano hasta 1938, año en que se exilia definitivamente a México. Murió en el país que lo acogió, en la Ciudad de México el 18 de septiembre de 1968. –

León Felipe quiso ser sencillo como una pobre piedra

Así es mi vida,

piedra,

como tú. Como tú,

piedra pequeña;

como tú,

piedra ligera;

como tú,

canto que ruedas

por las calzadas

y por las veredas;

como tú,

guijarro humilde de las carreteras;

como tú,

que en días de tormenta

te hundes

en el cieno de la tierra

y luego

centelleas

bajo los cascos

y bajo las ruedas;

como tú, que no has servido

para ser ni piedra

de una lonja,

ni piedra de una audiencia,

ni piedra de un palacio,

ni piedra de una iglesia;

como tú,

piedra aventurera;

como tú,

que tal vez estás hecha

sólo para una honda,

piedra pequeña

y

ligera...

 

Y ya pensando en la muerte y en cielo escribió:

Aquí en el cielo no hay retórica, ¿verdad?, le pregunto a un ángel amigo mío.

Todos los ángeles son amigos míos, pero a éste no lo había visto nunca. Él ya me conocía, sabía mi nombre y mi mote, pero me dijo:

-No, León Felipe, aquí todos hablan con su voz natural. Nadie engola la voz.

Aquí no hay temores, ni falsete, ni retórica, ni  hipérbaton. A Quevedo y a Góngora los hemos mandado al Olimpo.

Sencillez, claridad; la voz es lo que Dios cuida más.-

Pero si Dios no habla nunca; yo lo he llamado muchas veces y nunca me contesta.-

Porque no le hablas con la voz que a Él le gusta. Tú gritas mucho…,y a Dios, como a los mexicanos, no le gusta que le hablen “golpeado”.

Modérate, modérate, León Felipe, y habla más bajo.

Ya habréis notado que desde que salí del infierno y soy amigo de los ángeles.

Hablo de otra manera. Esto me enseña que me voy a morir pronto y que estoy aprendiendo cómo se debe hablar con Dios.

 

Este español aventurero y poeta llevaba a Dios en el fondo de su alma. Sus poemas son fruto de un alma sensible.

Juan García Inza
juan.garciainza@gmail.com

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