Ostentar con la pobreza también es pecado

Caer en la ostentación, es decir, buscar a toda costa llamar la atención y ganar un lugar inmerecido en la Iglesia o en la sociedad, no es sano para nadie, pues trae consigo una buena dosis de materialismo y falsedad. Casi siempre, pensamos en el hecho de ostentar riquezas, recrearse en los excesos de una vida extraviada, sin embargo, la realidad es que también la pobreza, siempre y cuando, haya condiciones económicas para poder llevar una vida digna, puede convertirse en una forma de buscar el aplauso de los demás, de fingir que no se tiene nada para quedar como los buenos, de evadir responsabilidades. Ciertamente, Cristo nos pide que vivamos desprendidos, haciendo un buen uso de lo que tenemos, sin embargo, rayar en la miseria, teniendo los medios para salir adelante, trae consigo el riesgo de trastornar lo que Dios quiere para nosotros.

El que una persona busque subrayar de una manera enfermiza su dinero y poder, es grave, pero resulta todavía más serio el que alguien quiera almacenar en exceso lo que tiene, para convertirse en el centro de atención. Por desgracia, la ostentación de pobreza se ha convertido en el “modus operandi” de muchas congregaciones religiosas que tienen lo necesario para atender a los hermanos que ya están ancianos y enfermos, pero que para ganar imagen, los tienen casi en el abandono total, argumentando que no es la voluntad de Dios gastar en esto o aquello. Es bueno ahorrar y mantener el espíritu de austeridad, sin embargo, esto no quiere decir que se deba descuidar el acceso a los bienes y servicios necesarios para vivir con calidad.

Lo peor de los que buscan aparentar en este sentido, es que para colmo ni siquiera están preocupados por los más pobres, por los que realmente viven en un estado de necesidad. ¿De qué sirven los aplausos si lo único que hay detrás es la mentira? La verdad es que esto es una pena, pues en lugar de ayudar, de construir, de generar un cambio positivo, se dedican a subrayar lo austeros que son, lo mal que se visten, cuando el caso es que están buscando todo menos tender una mano.

Entonces, así como está mal perder los límites y tirar el dinero a la basura, también es contrario al Evangelio, el hecho de valerse de una supuesta situación de pobreza, para vender la idea de estar casi al borde de la santidad. Por lo tanto, seamos desprendidos de todo, pero sin ostentar o fingir.