Viernes, 22 de noviembre de 2024

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Tristeza humana

por El Blog de Juan del Carmelo

            Para empezar a escribir esta glosa, he querido ver primero la definición de la tristeza en el DRAE. No me ha aclarado nada. Me acuerdo de ese, que quiso saber lo que era un indate y fue al diccionario y leyó: Indate, especie de caleto que usan los melecios cuando treban. Miró entonces caleto y leyó: Caleto, especie de indate que usan los melecios cuando treban. Miró entonces melecios, para salir de dudas y leyó: Melecios, individuos que usan el indate o el caleto para trebar. Y buscó trebar y leyó: Trebar, acción de usar el indate o el caleto, por parte de los melecios. Bueno esto más o menos, es la definición que nos da el diccionario del término tristeza equiparándolo al de aflicción. Entre las dos palabras, usa un peloteo y no se moja en darnos una correcta definición así, que se nos van por las ramas. Lo cual no es extraño, porque la tristeza es un sentimiento humano muy complicado de definir por las profundas raíces que echa en el corazón humano.

 

            ¿Quién es el que nunca ha estado triste? Nadie todos con mayor o menor intensidad hemos sufrido tristeza y cuando lo hemos sufrido ella nos ha hecho reflexionar ¿De donde me viene esta tristeza? Su origen puede estar en un hecho al margen de nuestra voluntad, por ejemplo la pérdida de un ser querido, pero también la tristeza puede tener su origen en nuestra propia voluntad como es la comisión de un pecado. La Biblia en distintos pasaje nos dice que el origen de la tristeza se encuentra en el pecado: es el pecado el que nos ha engendrado la tristeza. Si la pena nos invade, es en definitiva, porque Dios se ha alejado, aparentemente, de nosotros a causa de nuestro pecado.

 

            Henry Nouwen, ve en nuestros apegos mundanos, el origen de la tristeza y escribe: “¡Que gran verdad es que la tristeza es muy a menudo el resultado de nuestro apego al mundo!... Quien está desprendido no es presa fácil de los buenos o los malos acontecimientos ambientales, sino que puede experimentar un cierto sentido de equilibrio”.

 

            San Francisco de Sales  nos dice que la tristeza es siempre el producto de un mal, no es  otra cosa que el dolor del espíritu a causa del mal que se encuentra en nosotros, contra nuestra voluntad; ya sea exterior, como pobreza, enfermedad, desprecio, ya interior, como ignorancia, sequedad, repugnancia, tentación. Luego, cuando el alma siente que padece algún mal, se disgusta de tenerlo, y he aquí la tristeza, y ella, enseguida desea verse libre de él y poseer los medios para echarlo de sí. Hasta este momento tiene razón, porque todos, naturalmente, deseamos el bien y huimos de lo que creemos que es un mal.

            El alma si no encuentra enseguida lo que desea, caerá en inquietud y en impaciencia, las cuales, lejos de librarla del mal presente, lo empeorarán, y el alma quedará sumida en una angustia, en una tristeza, y en una falta de aliento y de fuerzas tal, que le parecerá que su mal no tiene ya remedio.

 

            La tristeza y la alegría, tienen siempre unos nexos de unión evidentes, porque en general tras la tristeza que genera el sufrimiento, siempre aparece al final la alegría que genera la felicidad. San Juan nos relata las palabras de Señor: En verdad, en verdad os digo que lloraréis y os lamentaréis, y el mundo se alegrará; vosotros os entristeceréis, pero vuestra tristeza se volverá en gozo. La mujer, cuando pare, siente tristeza, porque llega su hora; pero cuando ha dado luz a un hijo, ya no se acuerda de la tribulación por el gozo que tiene de haber venido al mundo un hombre. Vosotros, pues, ahora tenéis tristeza; pero de nuevo os veré, y se alegrará vuestro corazón, y nadie será capaz de quitaros vuestra alegría. (Jn 16, 21-22).

 

            La tristeza es un fruto del sufrimiento, mientras que la alegría es el fruto de la felicidad, pero en el fondo de la tristeza se encuentra la felicidad y la alegría si es que sabemos soportar debidamente el sufrimiento que nos da la tristeza. El amor a Dios en el ser humano hace trastornar todo. Cuando se ama al Señor la actitud frente al sufrimiento, no siempre es la misma, varía de acuerdo con la intensidad de la fe del que sufre u consiguientemente está triste, pero en general, el que cree, termina siempre encontrando consuelo, en comprender que también su Redentor sufrió por amor a él. Pero para el no creyente, el problema en cuanto a la tristeza que le produce el sufrimiento, es mucho mayor. No logra encontrar justificación a este, y eso le proporciona un aumento de su tristeza y del propio sufrimiento.

 

            Hay una notable diferencia entre la tristeza que genera un sufrimiento no aceptado y la que genera un  sufrimiento aceptado por razón de amor al Señor. Pero es difícil llegar a un nivel de vida espiritual y de amor al Señor, en el que, el sufrimiento no produzca tristeza y se acepte sin rechistar incluso gozosamente. No quiere esto decir, que aunque se sea un santo, este no pueda tener momentos de tristeza ¿Quién es el que nunca ha sufrido y nunca ha estado triste? Hasta el mismo Hijo de Dios tuvo tristeza: “Entonces les dijo: Triste esta mi alma hasta la muerte; quedaos aquí y velad conmigo. Y adelantándose un poco, se postro sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío si es posible, que pase de mi este cáliz; sin embargo, no se haga como yo quiero, sino como quieres Tu”. (Mt 26,38-39). El sufrimiento del Señor en Getsemaní, es lo que le produjo la tristeza que Él confiesa tener y la categoría de este sufrimiento fue tal, que sudó gotas de sangre, así nos lo explica  solamente San Lucas que como médico que era, quizás supiera ya lo que modernamente se llama hematidrosis al fenómeno de sudar sangre: “Y sumido en agonía, insistía más en su oración. Su sudor se hizo como gotas espesas de sangre que caían en tierra”. (Lc 22,44).

 

            La alegría que es la antítesis de la tristeza, es una consecuencia de la esperanza. Si se tiene esperanza se está alegre; donde no hay esperanza hay desesperanza, y donde hay desesperanza, hay consecuentemente tristeza. El amor al Señor es un antídoto contra la tristeza, porque el amor es una virtud teologal junto con la fe y la esperanza y en la medida en que nuestro amor al Señor sea grande, también lo será nuestra fe y nuestra esperanza que será la virtud que nos ahuyentará la tristeza, porque el que de verdad espera, su esperan debilita su tristeza y no solo su tristeza sino también su angustia pues este estado está muchas veces asociado a la tristeza.

 

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

 

Otras glosas o libros del autor relacionados con este tema.

-        Libro. DEL SUFRIMIENTO A LA FELICIDAD.- www.readontime.com/isbn=8460999858

-        Libro. MOSAICO ESPIRITUAL.- www.readontime.com/isbn=9788461220595

-        Tristezas y alegrías en la senectud. Glosa del 16-10-10

-        Sufrimiento y felicidad. Glosa del 20-09-09

-        La cruz de cada uno. Glosa del 07-02-10

-        Mi sufrimiento, glorifica al Señor. Glosa del 18-10-10

-        Valor de nuestras angustias. Glosa del 18-05-11

-        ¿Es bueno sufrir? Glosa del 24-05-11

-        Sufrimiento y amor. Glosa del 09-03-12

 

           Si se desea acceder a más glosas relacionadas con este tema u otros temas espirituales, existe un archivo Excel con una clasificada alfabética de temas, tratados en cada una de las glosas publicadas. Solicitar el archivo a: juandelcarmelo@gmail.com

 

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