Señor, no sabemos a dónde vas ¿Cómo podemos saber el camino?

Siglo XXI. Tenemos capacidades que inimaginables hace sólo cincuenta años. ¿Por qué nos sentimos tan desorientados, aturdidos y enfrentados? Hemos perdido el Camino, hemos olvidado la Verdad y la Vida ha dejado de tener sentido. Sin la cepa de la Vid, el sarmiento se seca. Así de sencillo.

¿Por dónde quieres ir? Yo soy el Camino. ¿A dónde quieres ir? Yo soy la Verdad. ¿En dónde quieres permanecer? Yo soy la Vida. Todo hombre comprende la verdad y la vida, pero no todos encuentran el camino. Hasta los mismos filósofos del mundo vieron que Dios es la vida eterna, y que es la verdad digna de saberse. Mas el Verbo de Dios, que con el Padre es verdad y vida, se hizo el camino tomando la humanidad. Camina por esta humanidad para llegar a Dios, porque preferible es tropezar en este camino, a marchar fuera de la vía recta. 

Sabían el camino, porque conocían al mismo que es el camino. ¿Para qué, pues, añadir lo de verdad y vida sino porque sabido ya por dónde se debía marchar, convenía también saber a dónde se había de marchar? (San Agustín De verb. Dom. serm., 54)

En tiempos de San Agustín, siglo IV, todavía éramos conscientes de la Verdad y del sentido de la Vida. Hoy en día corremos como locos buscando algo en lo que agarrarnos. Pero es imposible de encontrar con nuestras pobres y limitadas capacidades humanas. La tecnología no nos ayuda. Las herramientas son un bendición en manos de quien las sabe manejar para el bien. Pero también son peligrosas, cuando son se utilizan para dominarnos y machacarnos. Los medios de comunicación son un ejemplo de ello. Nos llenan de noticias y opiniones, que mezclan certezas, hipótesis e ideologías. Nos vuelven locos con cataclismos que nunca llegan, mientras nos convencen de ser suaves y dóciles con el poder humano. Los medios son herramientas maravillosas, pero ¿Quién los maneja?

Se trata de dar al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios (Mt 22, 21) ¿De quién somos nosotros? ¿Dios o el Cesar? ¿A quien nos damos? Dios no existe para muchísimas personas. Para otros, es tan sólo una idea. Para otros, es posible, pero se desentiende de nosotros. Para otros, a Dios les damos igual y con que no seamos mala gente, le basta. Conviene releer de vez en cuando las bienaventuranzas, porque ahí nos indica Cristo de quien tenemos que ser:

Bienaventurados seréis cuando os insulten y persigan, y digan todo género de mal contra vosotros falsamente, por causa de mí. Regocijaos y alegraos, porque vuestra recompensa en los cielos es grande, porque así persiguieron a los profetas que fueron antes que vosotros. (Mt 5, 11-12)

Ser bienaventurado es más que estar contento y con una sonrisa de marketing pegada en la boca. Bienaventurado es ser de Dios en todos los sentidos. Es haber encontrado el sentido de la Vida, saber Quien es la Verdad y seguir sus pasos en el Camino. Si nos ignoran, nos desprecian, nos echan o incluso nos hacen daño por ser de Cristo, es que estamos en el Camino. Quizás una de las situaciones más duras es cuando la propia Iglesia ignora y desprecia a quien desea ser fiel a Dios con humildad. Cuando los carismas recibidos de Dios se menosprecian porque no se ajustan al "ideal" de los tiempos que corren. Si nos pasa esto, estemos tranquilos y llenos de paz, porque somos de Cristo y andamos siguiendo las pisadas que ha dejado para que le sigamos.

¿Cómo podemos seguir el camino? Preguntó a Cristo el apóstol Tomás. Cristo le responde que está viendo el Camino y no se ha dado cuenta.