Sobre el genocidio religioso de la II República. Unas cifras para ponerlo en contexto
por En cuerpo y alma
Se acostumbra a redondear la cifra de las víctimas del genocidio religioso español perpetrado durante la Segunda República Española en unas diez mil personas. Diez mil personas asesinadas por odio religioso, diez mil personas que pierden la vida a manos de un semejante, en este caso además compatriota, por el solo hecho de profesar una religión que a su asesino no le gusta.
No es en modo alguno una cifra exagerada, podría incluso quedarse corta, habida cuenta de que sólo en el camposanto de Paracuellos del Jarama, la mayoría de ellos asesinados a causa de su fe, reposan los restos de 4.500 personas fusiladas, y de que la Iglesia, que lleva a cabo investigaciones conocida y reconocidamente exhaustivas en sus expedientes de elevación a los altares, ya ha canonizado a once mártires y beatificado a otros 1916, y tiene en estudio otros 176 expedientes. Hoy mismo la diócesis de Madrid promueve una nueva causa con otros 140 mártires.
Así las cosas, la pregunta que me hago hoy es: diez mil mártires, ¿son muchos, son pocos, son “lo normal”? Para ello nada mejor que comparar la cifra con la de otros holocaustos y martirologios, lo que nos puede dar una pista a la hora de responder a la cuestión.
Evidentemente, el s. XX ha “ofrecido” a la Humanidad los dos “mejores” genocidios religiosos de toda la historia, con los que toda comparación resulta estéril. El holocausto judío llevado a cabo por los nazis alemanes y de otros países de Europa podría ascender a seis millones de personas. El holocausto armenio ejecutado por los turcos con especial protagonismo del partido de los llamados “Jóvenes Turcos”, ascendería a una cifra nunca inferior al millón de personas, hay quien lo estima en dos.
Un dato se me antoja, sin embargo, particularmente revelador. Las persecuciones romanas que tan profunda huella dejaron en la historia y a las que algunos incluso atribuyen el crecimiento y la pujanza de la entonces nueva religión cristiana, sumaron todas juntas una cantidad de mártires cercana a los cinco mil, la mitad que las producidas en la Segunda República Española. Podrá alegarse que la población era inferior, lo que sería errar, pues la población del Imperio Romano era muy superior a la de la España de los años 30, a lo que añadir un dato particularmente significativo: las persecuciones romanas, diez en total llamadas cada una de ellas por el nombre del Emperador bajo cuyo gobierno se perpetraron, se llevaron a cabo durante tres siglos, mientras que el martirologio español se consumó en apenas tres años, es decir, un período de tiempo cien veces inferior.
En la convulsa Inglaterra del s. XVI en la que se producen tres genocidios religiosos consecutivos, el que sigue a la imposición de la reforma anglicana de Enrique VIII, luego la contrarreforma católica de Maria I, y finalmente la nueva reforma anglicana de Isabel I, se suele hablar de trescientos muertos (como poco, se refiere sólo a las víctimas de las llamadas Peregrinaciones de la Gracia) durante el reinado de Enrique VIII, otros trescientos durante el de María I, y unos mil durante el de Isabel I, es decir, mil seiscientas víctimas en principio (la cifra real, dado que al reinado de Enrique VIII tal vez haya que imputar bastante más de 300 víctimas, probablemente se acerque mucho a los dos mil) sobre una población similar a la de la España de los años 30 y durante los 93 años, casi un siglo, que los tres reinados sumaron en un ambiente de conflicto religioso como se han conocido pocos en la historia.
A los efectos no está de más señalar que los trescientos ajusticiados por su fe durante su reinado -treinta veces inferior al de la Segunda República Española en un período de tiempo casi idéntico-, le valdrán a María Tudor el sobrenombre de “Sanguinaria” con el que es recordada (pinche aquí si le interesa el tema).
En uno de los estudios más exhaustivos que se han llevado a cabo en la historia de la Historia, el de las víctimas de la Inquisición Española, tema recurrente al que se resisten pocos historiadores que por su especialidad puedan acercarse a él, a lo largo de sus más de tres siglos de existencia y con la jurisdicción más amplia que haya tenido nunca un tribunal (España, Portugal, Italia, toda América del Sur, toda América Central, parte de América del Norte, Filipinas), la cifra generalmente aceptada al día de hoy nos habla de unos 3.000 ajusticiados.
No son, por desgracia, los únicos holocaustos religiosos, hay muchos más, muchísimos más. Les he presentado algunos suficientemente conocidos para poder llevar a cabo una comparación que les permita obtener conclusiones y dar una respuesta a la pregunta con la que iniciábamos estas líneas: un genocidio religioso con diez mil víctimas como lo es el perpetrado durante esa Segunda República Española que tantos españoles añoran tanto, ¿es un genocidio “grande”, es un genocidio “pequeño”, es un genocidio “normal”? Ahora ya pueden contestar Vds. mismos.
Y con esta noticia me despido por hoy, no sin desearles, como siempre, que hagan Vds. mucho bien y que no reciban menos.
©L.A.
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