Domingo, 22 de diciembre de 2024

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¿Cuando encontrar al Señor?

por El Blog de Juan del Carmelo

            Esto es un tema muy amplio…, del cual como de todo lo que rodea nuestra vida, el Señor ya se ocupó de fijar unas directrices y siguiendo su inveterada costumbre nos habló en parábola para que de acuerdo con lo que Él mismo dijo: “… el que tenga oídos que oiga.” (Mt 13,9). Y la parábola en este caso, es la de los trabajadores enviados a la viña, (Mt 20,116) que no transcribo por ser de todos suficientemente conocida.

 

En la meditación de este tema, el principio básico del que hay que partir, es que Dios, que a todos sin excepción alguna ama y nos ama como si ella o él, fuese el único ser humano por Él creado. El Señor  no quiere que nadie rehúse su amor y a todo el mundo, de una forma o de otra, nos llama y convoca a participar de su amor. Todos somos criaturas material y espiritualmente muy distintas y él que nos ha creado y nos conoce muy bien, tiene para cada uno de nosotros una forma especial de convocarnos a su amor. Por ello el momento del día y de la hora, para la convocatoria, es siempre distinto para cada uno de nosotros. Esto tiene importancia sobre todo para aquellas personas, que no fueron convocadas para trabajar a primera hora, y que lo fueron más tarde, y se sienten embargadas de tal forma en el amor del Señor, que se lamentan de no haber sido llamadas a primera hora. Este es el caso de San Agustín, que se lamentaba diciendo: “Tarde te hallé, estabas dentro de mí y yo de te buscaba fuera”.     

 

Pero es el hecho de que nadie entra en la viña si previamente no ha sido convocado, pero no olvidar que, antes o después todo hemos sido convocados, o lo seremos antes de abandonar este ingrato mundo. Lo que ocurre, es que no todo el mundo desgraciadamente, como dice el Señor tiene oídos para oír. Santo Tomás Moro escribía: "… nadie va a la viña de Dios que no haya sido llamado. El que con la esperanza de ser llamado al anochecer se pase la mañana dormido y el día bebiendo, muy probablemente no será llamado al llegar la noche y, tras un mal descanso, tendrá  que irse a la cama sin haber cenado,…”.

 

Existe una selecta minoría, que es llamada por el Señor en su juventud, incluso antes en la adolescencia. La mayoría de esta minoría se suele consagrar  al servicio directo del Señor y dentro de esta minoría hay otra pequeña minoría que son personas de una perseverante piedad y que sin consagrarse directamente a Él, buscan su camino a través de otro sacramento, que no es el de la consagración, y puede ser el matrimonio. Otros son llamados a la viña, cuando menos se lo esperan durante su madurez, lo que da origen a una de esa conversiones que tanta resonancia tienen sobre las personas que rodean al convertido. Y por último tenemos la gran mayoría, que es llamada a la viña al final de la madurez o en la senectud. Son los llamados a última hora. Sobre la prelación en el orden de llamadas, mirando notas antiguas mías, he encontrado una que dice: “Dichoso, Señor aquel que a Ti se entrega en su juventud y perdura hasta su senectud, y también el que se te entrega en senectud, pues más vale tarde que nunca, y en todo caso, conforme a la parábola de los viñadores, no está en Ti pagar en razón del tiempo sino en razón del amor que te tenga el que a Ti se te entregue”.

 

Antes he llamado a los últimos, la gran mayoría y esto es así por que es al final en el ultimo tramo de la vida cuando la fuerza de la materialidad de nuestro cuerpo, no ahoga tanto a nuestra alma, ya que,  con el derrumbe del cuerpo las pasiones se atenúan, y los deseos de nuestra alma puede salir a flote y respirar con más deleite el amor del Señor y así empezar a vislumbrar, el reflejo su maravillosa Luz que nos da su rostro. Es por ello que en la senectud las personas se vuelven más piadosas, unas por amor al Señor, otras por temor, al ver la proximidad de la inevitable salida de este mundo. Pero no importa, el caso es acercarse al Señor, sea por amor o por temor, porque el temor al final se convierte en amor.

 

En el libro de los Proverbios, podemos leer: “El temor del Señor es el comienzo de la sabiduría, los necios desprecian la sabiduría y la instrucción” (Prov 1,7). Pero más actual es lo que nos dice San Juan en su primera epístola: "No hay temor en el amor; sino que el amor perfecto expulsa el temor, porque el temor mira el castigo; quien teme no ha llegado a la plenitud en el amor. Nosotros amemos, porque él nos amó primero”. (1Jn 4,1819). Es claro, que más vale temer al Señor, que volverle la espalda, porque por el temor al final se llega a la plenitud del amor.

 

Pero hasta aquí hemos tratado de los bienaventurados, que con más o menos amor al Señor, tienen ya su salvación asegurada, porque aunque cometan más o menos estupideces, mortales o veniales, habitualmente todas estas personas por temor o por amor, han vivido en la amistad del Señor, y es muy difícil, me atrevería a decir que imposible, a pesar de las presiones demoniacas del último momento, que llegado este, no acepten el amor que el Señor nos ofrece ahora y en el último momento, aunque exactamente no sabemos como será este último momento, ya que dada las diferencias humanas de cuerpo y alma, nos hacen pensar que será siempre distinto para cada uno de nosotros.

 

El problema radica para los que se encuentran fuera de estos grupos a los cuales los podemos clasificar en dos grandes apartados. Los de aquello que ateniéndose a su conciencia y sentido común, no han llegado a entender la oferta de amor, que el Señor indudablemente les habrá hecho a lo largo de sus vidas, pero tampoco han sido totalmente dominados por las maniobras de satanás y su bondad les ha llevado a practicar un hedonismo, que amando a su prójimo, les ha impedido a estos el acercarse al Señor pero sin llegar a su repudio. En el segundo apartado, están aquellos que podríamos llamar activistas de satanás, ya que no muchas veces sino siempre sin ser conscientes, han empezado a ser instrumentos del demonio, para en su carrera terminar identificándose con los deseos de satanás. Es francamente difícil por no decir imposible, que esta clase de personas, llegado el último momento, donde está la última oportunidad de salvación, sean capaces de vencer las presiones demoniacas y aceptar el amor que el Señor les ofrece.

 

Que no se inquiete ningún lector de esta glosa, pues a ningún miembro de este último apartado, se le ocurriría leer esta glosa hasta el final, aunque solo fuese por curiosidad, ya que su demonio particular tendría buen cuidado de que su presa no leyese estas paparruchas de curas y beatos.

 

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

 

Otras glosas o libros del autor relacionados con este tema.

-                  Libro. DEL MÁS ACÁ AL MÁS ALLÁ.- www.readontime.com/isbn=9788461154913

-                  Libro. RELACIONARSE CON DIOS.- www.readontime.com/isbn=9788461220588

-        Vale la pena, ¿valió la pena? Glosa del 26-0511

-        Carta de un alma condenada. Glosa del 241111

-        ¿Es terrible la condenación eterna? Glosa del 08-0212

-        Vías de perdición, vías de salvación. Glosa del 28-0412

-        ¿Estamos predestinados? Glosa del 08-0811

-        ¿Qué es el cielo? Glosa del 1610-09

-        Imaginar el cielo. Glosa del 15-0310

-        Creados para la eternidad. Glosa del 21-0311

-        Más allá de esta vida. Glosa del 21-0711

-        Limitaciones que tiene el cielo. Glosa del 13-0911

-        ¡Mi vocación es el amor! Glosa del 011110

 

Si se desea acceder a más glosas relacionadas con este tema u otros temas espirituales, existe un archivo Excel con una clasificada alfabética de temas, tratados en cada una de las glosas publicadas. Solicitar el archivo a: juandelcarmelo@gmail.com

 

 

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