Orar con las oraciones (litúrgicas, por supuesto)
El Misal, aparte de ser el libro de altar para la celebración del sacrificio eucarístico, puede ser considerado como muy bien como el gran libro de la plegaria de la Iglesia, donde la Iglesia contempla la acción de Dios, lo alaba y adora y también le suplica. Los misterios de la fe son narrados mediante la oración litúrgica, expresados mediante las plegarias del Misal.
Los mismos textos, año tras año, son proclamados, con concisión y belleza en su fórmula, para la celebración de la Iglesia. Un oído atento -que participa de veras en la liturgia interior y activamente- las escucha, las hace suyas, va alcanzando familiaridad con el lenguaje de la Iglesia. De esta manera, interiorizándolas al ser recitadas en la liturgia dignamente, pausadamente, podemos ir siendo educados en las verdades de la fe y también alimentando el corazón y la mente para orar y contemplar.
La espiritualidad personal, sin duda alguna, se enriquece sobradamente, cuando las oraciones del Misal pasan a ser un patrimonio del corazón, rezadas, meditadas, saboreadas contemplativamente. Desechemos por tanto la idea de que lo que hay en el Misal es para el uso del sacerdote, que las recita y que a veces ni prestamos la atención debida, sino que hemos de pasar a considerarlas un venero de agua que fecunda día a día, año tras año litúrgico, la vida de todos.
Los textos eucológicos -es decir, las oraciones litúrgicas- acompañan la vida del creyente.
"Cualquier de ellos orado antes, en y después de la celebración hará que la experiencia de la gracia fructifique plenamente en la persona y vaya dejando un pose profundo nacido de la auténtica experiencia divina en la Iglesia" (BUGEDA, A., "Liturgia y experiencia de Dios", en: Phase 304 (2011), 358).
La participación plena, consciente, activa, interior y fructuosa, se logra en grandísima medida si sintonizamos con las oraciones, prefacios y plegarias que el sacerdote reza en la Misa, haciéndolas nuestras y respondiendo "Amén" no de manera mecánica, sino sabiendo lo que rubricamos porque antes lo hemos escuchado.
La participación en la Misa se enriquece en hondura cuando la oración personal ha tomado en sus manos la oración colecta, el prefacio y demás oraciones y se han rezado como preparación a la Misa y/o como prolongación de la Misa.
El conocimiento mismo de las verdades de la fe, del tesoro de la revelación, de la actuación salvífica de Cristo, etc., se ensancha cuando las oraciones litúrgicas del Misal son estudiadas en la meditación personal, ya que estas oraciones expresan la recta fe, la fe de la Iglesia.
Imposible captar la grandeza de la Encarnación y las consecuencias de su Nacimiento si no acudimos a las oraciones colectas y a los tres prefacios de Navidad, por ejemplo. O la gran ocasión que nos presenta el tiempo de Adviento si meditando las oraciones colectas y sus prefacios llegamos a comprender mejor la escatología, los tiempos últimos.
La espiritualidad personal entonces avanza en el trato con Dios, sacándonos de nuestro mismo lenguaje, de los mismos puntos queridos para la meditación personal que siempre repetimos, o de las mismas peticiones a Dios, para interiorizar y paladear el tesoro que para la vida significa descubrir las oraciones del Misal.
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