Media Misa llorando
Media Misa llorando
Stephen K. Ray y Janet, su esposa, eran un devoto matrimonio protestante. Los dos muy instruidos. Pertenecieron a cuatro o cinco iglesias protestantes. Los prejuicios sobre la Iglesia Católica eran los comunes a todo protestante. Estudiando las Escrituras y a los más renombrados autores protestantes, concluyeron que los dos pilares del protestantismo, la Sola Fe y la Sola Escritura, eran falsos. “No podían, según la Biblia, ser protestantes” “Y ahora ¿qué?”
Se dedicaron a buscar la Iglesia de Cristo, leyendo y estudiando los numerosos escritos que hay de los primeros siglos del Cristianismo. Un amigo de nombre Paul Brandenburg, les envió tres grabaciones donde Peter Kreeft y Thomas Howard, contaban su pasado protestante fundamentalista y su eventual conversión al Catolicismo.
Cuenta Stephen Ray: “Dentro de pocos minutos estábamos escuchando intensamente – alborozados y llorando- , a medida que pasaban las grabaciones. Estábamos atravesando un territorio similar a ellos. Sus relatos sonaban fuertes y verdaderos. Una transformación espiritual estaba ocurriendo en mi mente y en mi corazón; estaba consciente de ello; una lucha entre mi pasado evangélico protestante y la antigua y universal Tradición de la Iglesia, hacía estragos en mi alma.
Cuando la última grabación terminó, me volví hacia Janet; con alivio y calmadamente, declaré: “Yo soy Católico”. Mi sensación de alivio y de gozo, no puede ser descrita. Atrás quedaba el tormento mental y la ansiedad de una búsqueda. Había llegado a casa. Las lágrimas corrían por mi rostro. ¡La sensación de haber llegado, llenaba todo mi ser- era cristiano completo! Tras unos momentos cogí el teléfono y llamé a mi amigo Al Kresta, convertido tiempo atrás al Catolicismo.
_¡Al, adivina qué, ya soy católico! Hubo un silencio. Después: “Bien, bien, eso es realmente bueno. ¿Estás seguro, qué sucedió?”
(Al terminó invitando a Stephen y a Janet a ir con él y su esposa a la Misa del siguiente domingo y aceptaron)
Sigue contando Stephen: “¿Cómo puedo explicar lo que sucedió aquella mañana? (En el pasado yo había contado horrores sobre la Misa: culto pagano, oración a las estatuas, liturgia muerta sin Biblia) Es difícil relatar lo que pasó aquella mañana. Estábamos tan perplejos, sin saber qué iba a pasar, que dejamos los niños en casa. Pensamos llegar tarde y ponernos e el último banco, por si teníamos que salir.
Al y su esposa Rally nos acomodaron hacia el centro de la iglesia, justo cerca del pasillo central. Nunca lo olvidaré. Nunca habíamos estado en una iglesia católica; miramos de reojo alrededor; la gente parecía normal como cualquier congregación evangélica. No teníamos idea de lo que era un misal; Al y Rally nos dieron uno con diversas partes señaladas. Comenzó la música –violines, flautas y guitarras-, y el sacerdote revestido, con sus acompañantes que pasaron justo junto a mí. El pueblo comenzó a cantar. Algunos levantaron las manos en actitud de adoración. En las canciones pude distinguir frases de los Salmos de la Biblia. Pensaba que los católicos no usaban la Biblia en la Misa. Aun después de tantos libros católicos leídos, los viejos prejuicios y desinformaciones, volvían a estar presentes. ¿Dónde estaban los paganos e idolatras que esperábamos ver? ¿Era esta la liturgia seca y muerta de la que tanto habíamos oído hablar?
Después comenzaron las lecturas de la Biblia: tres, con un salmo entre dos de ellas. Perdí de vista cada uno de los presentes, incluso a Janet.
Comencé a participar, a escuchar las lecturas de las Escrituras, a adorar a Dios en una liturgia que millones estaban celebrando simultáneamente. Después recitaron el Credo de Nicea, muy familiar para mí. ¿Recitaban el Credo cada semana? ¡No podía creerlo!
Hacia la mitad de la liturgia, caí en la cuanta de que esta misma liturgia, con las mismas lecturas de la Escritura, estaba siendo celebrada en todo el mundo; en Asia, Japón, Rusia, Israel, Egipto, Sudáfrica, India, Roma…y en todas partes. Caí también en la cuenta, de que esto estaba sucediendo no sólo alrededor del mundo, sino que también en la dimensión del tiempo, había estado sucediendo por dos mil años. Esta misma antigua liturgia fue celebrada por los Apóstoles, por Policarpio, Tertuliano, Irineo, Clemente, Cirilo de Alejandría, Atanasio, Agustín y todos los santos y predecesores nuestros de la Iglesia primitiva. Janet y yo estábamos participando de un asombroso y maravilloso acontecimiento histórico; la profundidad de todo aquello no pasó desapercibida para nosotros; de hecho, esto nos envolvió primera real experiencia de adoración, algo que nunca habíamos experimentado en nuestras pasadas afiliaciones a distintas denominaciones.
Caímos en la cuenta de que esta misma liturgia es la que tiene lugar de continuo en el cielo delante del trono de Dios: “un Cordero como degollado” (Apocalipsis 5,6) El Cristo victorioso, el Cordero de Dios, el Pan de la Vida, estaba aquí justo en el altar en forma de pan y de vino. Estábamos tomando parte en algo eterno, más allá del tiempo y del espacio. Nos estábamos uniendo en celebración y en profunda adoración, con la “Una, Santa, Católica y Apostólica Iglesia”, alrededor del mundo. Entendí que éramos transportados a las reales mansiones del Dios Omnipotente y que por su gracia El había traído la liturgia celestial y el Cordero degollado a nuestra presencia, la Eternidad penetrando el tiempo como en la Encarnación.
El pueblo alrededor de nosotros levantaba las manos al Señor Jesús, en obvia adoración al Creador. ¿Eran estos los supuestos paganos. Adoradores de estatuas, los idolatres, los “no salvados”? Janet y yo estábamos enfadados por las mentiras con que habíamos sido alimentados en el pasado, y al mismo tiempo jubilosos por haber encontrado la Iglesia de nuestras lecturas pasadas. Debo admitir que Janet y yo lloramos. Yo dejé de cantar y seguir el misal. Mi amigo Al creyó que había perdido el hilo de la liturgia; entre sollozos le dije que era el nudo en la garganta y las lágrimas en los ojos lo que había silenciado mi canto. Janet y yo nunca hemos dejado de volver sobre las experiencias de aquella Misa; nunca olvidaré el asiento en que estaba. Salimos como flotando en una nube, aturdidos, encantados con la liturgia que habíamos experimentado. Volvimos al siguiente domingo a la Parroquia Católica Cristo Rey; no sabíamos que cada día se celebraba la Misa en cientos de miles de lugares. Nuestros hijos se unieron con entusiasmo y han aprendido a amar a la Iglesia como nosotros.
El día en que fuimos recibidos en la Iglesia Católica, lo recordaré siempre: Domingo de Pentecostés, mayo 22 de 1994; nuestros hijos fueron bautizados y confirmados. Al y Sally nuestros padrinos.
Hermoso testimonio, ¿no lo creen? ¿Cuántos otros no católicos estarán recorriendo ese camino? Nos es necesario erradicar la rutina del domingo y vivir la Misa en la que se perpetúa el Milagro de Milagros. Dios les bendiga.
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Fuente: Albert González Villanueva, publicado por: http://rosario.catholic.net/foros/read.php?f=13&i=2497&t=2497