Ser santos
Este es desde luego el mayor deseo que tiene el Señor…, el que todos seamos santos. Uno piensa que cuando se es omnipotente, todo se puede alcanzar, es decir, la omnipotencia anula los deseos, pues el que es omnipotente inmediatamente puede satisfacer sus deseos. Pero es el caso de que siendo el Señor el omnipotente por excelencia, también tiene deseos, porque indudablemente tiene el deseo de que todos nos salvemos. Y si esto es así: ¿Cómo se explica, que no todos, nos salvaremos? ¿Acaso Dios no es omnipotente? ¿O es que realmente no tiene interés en que todos nos salvemos?
Dios tiene omnipotencia para perdonarnos a todos, de las consecuencias que traemos desde Adán y Eva, y borrarnos nuestra concupiscencia. Llevándonos a todos sin excepción al cielo. Pero entonces el fundamento de su existencia que es el amor, quedaría maltrecho porque otorgaría el cielo a quien no le ama y para llegar al cielo hace falta amarle, ya que el amor exige siempre reciprocidad y Dios necesita que le manifestemos esa reciprocidad al amor que Él, nos dona. Para ello nos ha creado otorgándonos el libre albedrio, es decir la libertad que todos tenemos, de amarle o de ignorarle o incluso odiarle, al escoger entre el bien y el mal, entre la materia que nos envilece y el alma que nos sublima. Pero es el casi, de que para que el amor se demuestre, hace falta libertad el cual es un requisito imprescindible en la generación del amor y en su continuidad. Nada ni nadie puede conseguir que alguien le ame a uno, si ese alguien no le corresponde, es decir, si no media el otro requisito de la reciprocidad.
Nosotros, nos encontramos aquí abajo para ser santos, es decir para superar la prueba de corresponder al amor que el Señor nos ofrece. En el diccionario de la RAE, son muchas las acepciones del término santo. La primera de todas, que es la que nos interesa nos dice que ser santo es: Ser perfecto y libre de toda culpa, no me parece esta una definición muy afortunada, porque nadie que vive en este mundo es perfecto y sin embargo hay muchos santos en el mundo, que conviven con nosotros y no los conocemos. Solo Dios es perfecto. Por otro lado hay que reconocer que sin amar al Señor, es imposible ser perfecto y libre de toda culpa. Por lo que creo que es muy difícil, por no decir imposible encontrar un ser humano plenamente perfecto, pues bien sabemos que la suma perfección es una cualidad divina. Nosotros podemos acercarnos más o menos a esa cualidad del Señor, pero nunca igualarla.
Nuestro objetivo tiene que ser la santidad. Recientemente en declaraciones a la prensa, el Arzobispo de Nueva York Timothy Dolan, uno de los nuevos 22 cardenales creados por el Papa Benedicto XVI, indicó que "… tengo un largo camino por recorrer, pero todo se trata de la santidad, de la amistad con Jesús y ser un santo. Y eso es lo que quiero ser". Después de otras edificantes declaraciones el Cardenal Dolan remarcó que la vida cristiana "se trata de la eternidad, no de todas estas cosas que pasan". Aquí hemos sido todos convocados para ser santos y para serlo, no es necesario que se nos suban a los altares, porque santo es el que ama al Señor y amándolo cumple todos sus mandamientos, porque para amarlo de verdad hay que amar sus mandamientos, como a todo lo que de Él emana y lo suban o no lo suban posteriormente a su muerte a los altares, lo único verdaderamente importante para ser santo es desearlo, lo cuál es tanto como decir; desear amarlo. San Agustín decía: “Ámalo y después has lo que quieras”, porque lógicamente si le amamos no podemos quebrantar sus normas.
El deseo de ser santo, lleva siempre implícito el deseo de amarlo. Solo es posible anhelar la santidad si al mismo tiempo se desea amar al Señor y se desea también, que todo el mundo lo ame. Por lo tanto repito: Es imposible desear la santidad sin desear amar al Señor, y es imposible desear amarle sin desear la santidad, porque al final santidad y amor son una misma cosa, ya que solo es santo el que ha amado, y se ha preparado para amar en la eternidad. Pero tener el deseo con carácter genérico, sin molestarse en poner en marcha la propia voluntad para dar pasos adelantes, es un algo que se puede afirmar que todo creyente tiene, pero ello no es suficiente. Hace falta tener un fuerte deseo específico capaz de arrollar todos los obstáculos que se encuentren por delante y perseverar constantemente sin desmayo alguno. A este respecto Jean Lafrance, tiene una frase muy significativa que dice: “Si hay verdadero deseo, si el objeto del deseo es realmente la Luz, el deseo de Luz produce Luz”.
Hay que pedirle al Señor, que nuestro deseo de santificación sea pleno y robusto. Que el deseo de ser santo, se nos convierta en auténtica santidad, porque quizás nuestro pecado más grave sea el de limitar nuestra esperanza, el querernos conformar simplemente con salvarnos, si aspirar a una gran gloria, limitarnos a una pequeña santidad hecha a nuestra medida y fabricada en nuestra mente. Entreguémonos de verdad a la divina voluntad y no le pongamos límites a Ella, tratando absurdamente, de esta forma complicarnos la vida lo menos posible. Apuntemos al máximo y dejémonos llevar por el Señor.
Cierto es, que cuando Dios pone en una persona un excepcional deseo de santificación, también le da a continuación a esa persona, las gracias necesarias para llevar a cabo la realización de ese deseo. Es decir, nunca estaremos solos en el recorrido de este camino. En la medida que avancemos en su recorrido aumentarán las divinas gracias que el Señor nos facilitará. Santa Teresa de Lisieux, escribía: “Pero en vez de desanimarme me he dicho a mi misma: Dios no podría inspirar deseos irrealizables; por lo tanto, a pesar de mi pequeñez, puedo aspirar a la santidad”. Nada hay que pueda frenar el decidido afán de entrega de amor y santidad en un alma enamorada del Señor, el mismo demonio, se retuerce rabioso por lo difícil que se le ha puesto su tarea; porque esta alma humana como todas ellas, ha sido creada para lo infinito y su capacidad de entregarse a la santidad y amar es también infinita, porque son infinitas las gracias divinas que el Señor esta dispuesto a donar a esta alma, ya que Dios se deleita en la contemplación de esta alma que tan locamente le ama y busca su unión con Él.
El P. Royo Marín, recomendaba: “El que quiera ser santo de veras es preciso que se dedique a ello profesionalmente, echando por la borda todo lo demás y considerando las cosas de este mundo como enteramente caducadas para él, según aquello de San Pablo que dice: “Porque estáis ya muertos y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios” (Col 3, 3). Por no acabar de decidirse del todo a esto y andar haciendo traspiés entre las cosas de Dios y las del mundo, es por lo que fracasan tantas almas en el camino de su santificación.
Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.
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- Libro. LOS DESEOS HUMANOS.- www.readontime.com/isbn=9788461316298
- Libro. LA SED DE DIOS.- www.readontime.com/isbn=9788461316281
- Creados para la eternidad. Glosa del 21-03-11
- Más allá de esta vida. Glosa del 21-07-11
- Limitaciones que tiene el cielo. Glosa del 13-09-11
- Solo la Verdad salva. Glosa del 26-01-11
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