Domingo, 24 de noviembre de 2024

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¡Aleluya, Aleluya, Aleluya!

por Desde mi ventana

Un grito jubiloso e incontenible brota espontáneo y se repite incansable en todas las celebraciones litúrgicas de la Iglesia el domingo de Pascua: ¡ALELUYA!. ¡Cristo, el Señor ha resucitado!. Hoy no es un día cualquiera; es el día D, el día del Señor, el día en que El toma la iniciativa para rehacer el mundo desde sus cimientos y “hacer nuevas todas las cosas”. Jesús resucitado por el poder de Dios, ha sido constituido -tras su paso por la pasión y la muerte- Señor de todo lo creado y salvación de la humanidad entera. El es el vencedor de la muerte, del mal y del pecado. La muerte fue puesta “fuera de combate”. El es el primogénito de entre los muertos. Su triunfo y victoria, es también la nuestra,“donde está la cabeza deben estar los miembros”. “Este es el día en que actuó el Señor, sea nuestra alegría y nuestro gozo” canta por doquier la comunidad cristiana.

Todas las celebraciones del Año litúrgico, pero especialmente la Cuaresma y Semana Santa, convergen y culminan con la fiesta principal del calendario: la Pascua. No hay celebración más importante para los cristianos que la fiesta de la Resurrección de Cristo. Para gran parte de los españoles, esta fiesta pasa casi desapercibida y no le dan la importancia que la liturgia le asigna, considerándola la “fiesta de las fiestas”.

Quizás, porque la propaganda consumista aún no ha manipulado ni explotado comercialmente este tiempo sagrado, como por desgracia, ha pasado con la fiesta de Navidad.

Con la resurrección de Jesús ha comenzado nuestra Pascua, la Pascua eterna y definitiva. Jesús es nuestra Pascua. Hoy es la fiesta de la luz y la alegría desbordante. Habría que gritar a todos los hombres, a todo hombre: “Despierta tú que duermes, que el Señor resucitó”.El día de Pascua es el día en que se manifestó en todo su esplendor y gloria, el poder de nuestro Dios, en su amado Hijo, Jesús “rescatado del sepulcro”.

Nuestra postura y la de toda la Iglesia es “dar gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia”. Con la resurrección de Cristo cobra sentido pleno toda la historia humana. La última palabra de nuestra historia la ha pronunciado Dios: No es el dolor, la injusticia, el fracaso, la muerte, sino la palabra definitiva es “happy End”. Frente al mal de este mundo, tenemos asegurado el triunfo final.

He aquí por qué la Iglesia nos invita en este día más que nunca, a que levantemos el corazón y demos gracias a Dios, proclamando incansables: ¡¡ Aleluya, aleluya, aleluya.¡¡

MIGUEL RIVILLA SAN MARTIN
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