Apegos y recuerdos
Ninguna de las dos cosas, son buenas para el desarrollo de una sana vida espiritual. El objetivo que se ha de perseguir en el desarrollo de nuestra vida espiritual, es el de tratar de alcanzar, ya aquí abajo, la llamada vía unitiva, es decir, unificarnos con el Señor en forma tal, que solo vivamos por y para el amor al Señor; que carezcamos de voluntad propia, pues ella habrá de ser exclusivamente la del Señor, tal como así será en el cielo. Pocas son las personas que en esta vida lleguen a esa meta, y muchas las que no llegan, incluidos santos canonizados, pues así de alto, es este final deseable de nuestra vida terrenal.
Pero entrando en materia, si meditamos vemos que los dos conceptos apegos y recuerdos, están íntimamente ligados. La RAE nos dice que el apego es: una afición o inclinación hacia alguien o algo, y con referencia al término recuerdos, da varias acepciones pero la que aquí nos interesa, nos dice que el recuerdo es: objeto que se conserva para recordar a una persona, una circunstancia, un suceso, etc. Y pone un ejemplo en la frase: No he querido desprenderme de los recuerdos de familia. Pues bien partiendo de estas dos definiciones, podemos observar que el recuerdo es un generador de apegos.
Pero hay otras clases de apegos que nos son generados por los recuerdos, como es por ejemplo el apego a las riquezas o bienes materiales obtenidos e inclusive sin llegar a obtenerlos. El generador de esta clase de apego es la avaricia, es decir, ese afán desordenado que muchos tienen de poseer y adquirir riquezas para atesorarlas. La avaricia es un vicio que se da tanto en el hombre que logra atesorar riquezas y bienes materiales, como en el que sin conseguirlo lo desea, pues como bien sabemos, a los ojos del Señor, con el deseo también se puede pecar. “Pero yo os digo que todo el que mira a una mujer deseándola, ya adultero con ella en su corazón”. (Mt 5,28).
También existe el apego a este mudo generado por el imposible deseo de no morir nunca. Con respecto a esta clase de apego San Pablo escribe: “…, los que usan de este mundo no se detengan en eso, porque los atractivos de este mundo pasan”. (1Cor 7,31). Y San Juan escribía: “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque lo que hay en el mundo (las pasiones del hombre terreno, y la codicia de los ojos, y la arrogancia del dinero), eso no procede del Padre, sino que procede del mundo. Y el mundo pasa con sus pasiones. Pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre”. (1Jn 2,1517).
Nosotros somos futuro, y estamos convocados a un maravilloso futuro pero corremos el riesgo de perder ese futuro, creyéndonos que solo somos presente. Santa Teresa de Lisieux decía: “La vida es tu navío, no tu morada”. Y a este pensamiento podríamos añadir la recomendación de que nadie trate de edificar su casa en medio del puente que estamos atravesando. San Agustín nos decía: “Usa del mundo, pero no te dejes envolver por él. Sigue el camino que has comenzado: has venido para salir del mundo, no para quedarte en él” Realmente el problema radica en que son muchos desgraciadamente, los que no acaban de ver que están viviendo en un peregrinaje.
Tenemos también el apego a las criaturas. A este respecto escribe Slawomir Biela: “El apego a las personas atañe no tanto a las personas en si mismas, sino más bien a la imagen que desde nuestro punto de vista egoísta nos hemos formado de ellas, esperando que suplan nuestras carencias y satisfagan nuestras necesidades. De este modo nos rodeamos de imágenes falsas de los demás. Estas imágenes falsas crean nuestra riqueza ilusoria, que no es otra cosa, sino un mundo de mascaras que imposibilita el contacto con las personas reales y, lo que es peor, se constituye una especie de barrera que nos separa de la Luz de Dios”
San Juan de la Cruz advierte que el alma que se apega a una criatura, de ninguna manera podrá unirse al ser infinito de Dios. Y en el Kempis podemos leer: “El que se adhiere a una criatura caerá con ella, pues la criatura humana es propensa a caer; el que se abraza a Jesús perseverará firme hasta el fin”.
El obispo Sheen escribe: “Todas tus ansiedades se relacionan con el tiempo. El ser humano es la única criatura consciente del tiempo. Solo los seres humanos pueden tener en mente el pasado de manera que este pese sobre el momento presente con toda su herencia; y también puede introducir el futuro en el presente, para imaginar que sus ocurrencias son actuales..., el ser humano puede unir el pasado con el presente por medio de la memoria, y el futuro con el presente por medio de la imaginación. Toda desdicha (cuando no hay causa inmediata para la pena) proviene de la excesiva concentración en el pasado o de la extrema preocupación por el futuro”. Y esto es importante, porque es de ver, que en general los apegos sean de la clase que sean, siempre se refieren al pasado o al presente pero nunca al futuro, pues lógicamente el futuro lo desconocemos y nadie se apega a lo que no conoce.
Son los apegos al tiempo pasado los que constituyen el mundo de los recuerdos y ellos son quizás los que más peligrosos y los que más fuertemente nos atan, dado que no acabamos de encontrar en ellos, el daño que le pueden causar a nuestra almas. Los recuerdos pueden ser agradables o desagradables, pero son los primeros los que nos atan, porque ellos son los que nos generan los apegos. Lo que subyace en el fondo de nuestros apegos a los recuerdos agradables, es un ansia de eternidad que todos llevamos dentro de si. Nuestra alma es inmortal, y en la eternidad que nos espera, el dogal del tiempo con el que aquí abajo vive la persona, desaparecerá. En la eternidad, todo será al mismo tiempo, presente, pasado y futuro. En el cielo no será necesaria la memoria todo será siempre presente.
Todos los apegos son negativos, lo perfecto en esta vida, sería que nuestro único apego fuese el que tiene por objeto, el amor al Señor. Pero dentro de los apegos, los que son generados por los recuerdos, son especialmente dañinos, y en este sentido nos dice San Juan de la Cruz: “Porque el demonio no tiene poder sobre el alma si no es a través de los actos de sus potencias, sobre todo por los recuerdos, pues de ellos dependen casi todos los actos de las otras potencias.., a través de ellos (de los recuerdos) el demonio puede exagerar formas, noticias, cavilaciones, y con ellas engendrar en el alma soberbia, avaricia, ira, envidia, etc.. y causar odio injusto, amor vano y engañar de muchas maneras... Si el alma, pues anula los recuerdos, no puede nada el demonio, porque no encuentra donde agarrarse. Y sin nada, nada puede”. “Pero hay muchos que no quieren privarse de la dulzura y gusto de los recuerdos y por eso no llegan a la suma posesión y entera dulzura. Porque “quien no renuncia a todo lo que tiene, no puede ser discípulo mío”. (Lc 14,33)”.
Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.
Otras glosas o libros del autor relacionados con este tema.
- Libro. BUSCAR A DIOS.- www.readontime.com/isbn=9788461164516
- Libro. LA HUELLA DE DIOS. Isbn.- www.readontime.com/isbn=9788461164523
- Libro. MOSAICO ESPIRITUAL.- www.readontime.com/isbn=9788461220595
- Apegos humanos. Glosa del 2311-09
- Limpios de apegos. Glosa del 311011
- Apego a este mundo. Glosa del 2511-09
- Ansias de vida. Glosa del 2312-09
- ¿Es bueno mirar atrás? Glosa del 17-0211
- ¿Nos despegamos de nuestros recuerdos? Glosa del 05-0112
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