Felicidad y placer
Hace un más o menos un mes…, en una glosa, escribí incorrectamente diciendo que el ser humano tiene cuerpo y alma. Un amable lector tuvo a bien corregirme, diciéndome que empleaba mal los verbos, pues la persona no tiene sino que es cuerpo y alma. A su juicio se debía de emplear el verbo ser, en vez de verbo tener. Y es de reconocer que en parte, tenía razón y digo en parte, porque a mi juicio el ser humano por un lado es alma y por otro lado tiene cuerpo. Pero mientras que el alma es eterna e inmortal, siempre la tiene, el cuerpo es caduco y mortal y desaparece, aunque luego en la resurrección de la carne se adquiera el llamado cuerpo glorioso; se pierde lo que se tiene, pero nunca se pierde lo que es uno mismo. Y con arreglo a lo dicho, es de ver que en la persona compuesta de alma y cuerpo, el alma es inmortal nunca se pierde, es lo que tenemos, es la esencia de nuestro ser, uno mismo; pero el cuerpo es mortal, y este cuerpo mortal que ahora tenemos, lo perderemos y más tarde será sustituido, por otro cuerpo gloriosos de distintas cualidades al que ahora tenemos y de duración eterna. Será solo en este caso, cuando podamos decir correctamente, que somos cuerpo y alma, porque para siempre eternamente tendremos cuerpo y alma.
El inadecuado uso de los términos nos lleva sin querer a confundir términos y conceptos; Pongamos por ejemplo, el uso de los términos: felicidad y placer de un lado y de otro, los dos términos antitéticos de felicidad y placer, son los de sufrimiento y dolor. Veamos: partiendo de la base que somos un alma, que tiene un cuerpo que lo complementa, de estos cuatro términos o conceptos, dos se refieren al alma y lo otros dos al cuerpo.
Nosotros sentimos felicidad y placer. Sentimos felicidad si vemos que alguien nos ama, pero no sentimos felicidad se nos comemos un dulce, en este caso lo que sentimos es placer. El obispo Fulton Sheen escribe diciendo: “El placer pertenece al cuerpo; la alegría a la mente y al corazón. La “langosta al Jerez” da placer a varias personas, pero ni los más fanáticos de la langosta dirían que les hace felices”. Y ello es así, sencillamente porque planteando correctamente la aplicación de los términos felicidad y placer, la felicidad la siente el alma que pertenece al orden del espíritu y el placer lo siente el cuerpo que pertenece al orden de la materia. Claro que a sensu contrario, se puede pensar incorrectamente que sentimos placer cuando damos o recibimos amor. Aquí estamos llamando indebidamente amor, al placer sexual. Quien recibe el placer sexual es el cuerpo que a si vez también lo dona, y lógicamente estamos ante un supuesto del orden material. Ahora bien, cuando el placer sexual se obtiene y se dona lícitamente dentro del sacramento matrimonial, es indudable que es un acto puramente material donde además de placer, se puede producir felicidad en los conyugues, que mutuamente se han donado sus cuerpos y el mutuo amor humano, que emana de sus almas.
El placer lo obtenemos siempre de las cosas pertenecientes al orden material, pero es cierto que una vez obtenido el placer y disfrutando de él, se dice que somos felices, y así nos consideramos felices, por la obtención de un bien material; una casa, un coche nuevo, cualquier bien material. Es decir, impropiamente estamos llamando felicidad a la posesión de bienes corporales, lo que nos obliga a diferenciar la felicidad obtenida por la posesión de bienes materiales, de la obtenida por la posesión de bienes inmateriales, y dentro de esta felicidad que nos proporciona la posesión de bienes inmateriales, hay que volver a distinguir, entre los que son de carácter espiritual y los que son terrenales; así por ejemplo no es lo mismo, rezar un rosario que escuchar música. En resumen hemos de ver que nada tiene que ver la felicidad material humana, que de una forma u otra la perciben nuestros sentidos corporales, con la felicidad espiritual, que son los sentidos de nuestra alma, los únicos capacitados para percibirla.
El amor sobrenatural que emana de la Luz divina, es él único que tiene la llave de la completa felicidad. Nosotros estamos hechos para saciarnos en ese amor, y todo lo que se nos dé, o se nos ofrezca fuera de esto, aunque lo llamen felicidad, no es felicidad ni es nada de nada, comparado con lo que nos espera. Se pregunta Fulton Sheen: “¿Cuándo somos más felices? Cuando hacemos aquello para lo fuimos hechos”. Nuestra auténtica felicidad, esa felicidad que nuestro ser anhela sin conocerla, esa felicidad de la que San Pablo dijo de ella: “Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni la mente del hombre, pudo imaginar, cuales cosas tiene Dios preparadas para los que le aman”. (1Co 2,9). Es la única que nos satisfará plenamente y que solo alcanzaremos cuando logremos alcanzar nuestra integración en el amor del Señor. En el Kempis podemos leer: "Hijo mío, si deseas de veras ser feliz, Yo tengo que ser tu supremo y último fin”.
Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.
Otras glosas o libros del autor relacionados con este tema.
- Libro. DEL SUFRIMIENTO A LA FELICIDAD.- www.readontime.com/isbn=8460999858
- Libro. LOS DESEOS HUMANOS.- www.readontime.com/isbn=9788461316298
- Felicidad eterna. Glosa del 03-03-10
- Buscar la felicidad, sus consecuencias. Glosa del 17-01-12
- Santidad y alegría. Glosa del 11-09-11
- Valor de la alegría en Dios. Glosa del 21-05-10.
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