No se deje engañar
Mucha gente tiene la idea de que durante siglos ha habido una batalla entre ciencia y religión, y que en los últimos años la ciencia ha ganado. Sin embargo, creo que se equivocan, pero no en el ganador, sino en quiénes son los contrincantes.
Lo que veo ahora más claro es que la batalla es entre dos formas de ver el mundo. Por una parte la que ve el mundo, el Universo, con un fin, un propósito. En este lado del cuadrilátero están todas las religiones y cualquiera que apoya una verdad objetiva, entre ellos los cristianos: para nosotros el Universo tiene el fin de crear al Hombre para que cumpla el plan de Dios.
Enfrente está la ideología “mecanicista” en la que el Universo no es más que materia gobernada por las leyes de la física, la química, etc. Una máquina particularmente grande, pero sin más propósito que seguir funcionando. Aquí pelean los “escépticos”, “racionalistas” y demás.
Muchos creen que la ciencia está de lado de los mecanicistas, por ello el error de que la batalla es entre ciencia y religión. Pero se suele pasar por alto un pequeño, pero crucial, detalle: la ciencia, por tratar de la materia, no puede generar una imagen del Universo que no sea mecanicista. No es que la ciencia confirme el mecanicismo, es que no puede confirmar otra cosa.
Ahora bien: la ciencia, por sus métodos, deja atrás cualquier parte de la realidad que no sea materia. Nadie usaría la ciencia para hablar del alma o del amor; y si lo hacen obtendrán resultados incompletos: los mismos resultados que obtenía un animal al ver el libro. Y al revés: nadie buscaría propósito en las piedras, nadie buscaría significado en la forma de las nubes. La ciencia no nos dice nada acerca de propósitos o falta de ellos.
La batalla no es entre ciencia y religión, es entre dos filosofías: los que defienden que el Universo tiene sentido y los que defienden que no lo tiene.
D´Artagnan