Historia de una "prostituta" distinta
Historia de una "prostituta" distinta
por Juan García Inza
He estado pensando el publicar, o no, esta historia. Al final he decidido hacerlo, pero poniendo entre comillas lo de “prostituta” por lo que voy a contar.
Cada noche, al terminar en mis actividades de la Parroquia, tomo mi habitual camino de regreso a casa. Y hace un tiempo, en un cruce de calles por donde siempre paso, vi a una mujer apoyada en la esquina de un edificio con un bolso en la mano, y un tanto como cohibida. Se quedaba mirando los coches que pasaban. No le di más importancia. Pero la seguí viendo días sucesivos, y entonces ya me llamó a atención.
Como se trataba de la Parroquia vecina pensé hacer algunas indagaciones, porque no me pareció lo que en un principio aparentaba ser. Sin duda buscaba “clientes”, pero no daba la impresión de ser una cualquiera. Después de unas prudentes pesquisas me enteré que era una madre de familia con apuros. Varios hijos pequeños, y el marido en el paro. Estaban pasando necesidad, y se vio obligada, con el consentimiento amargo de su marido, de “hacer la calle” para entrar algún dinero al hogar.
La persona que la conocía guardaba bien el secreto de esta pobre mujer, pero me contó el drama. Cada noche se despedía de sus hijos pequeños diciéndoles que se iba a trabajar, le daba un beso al marido, y salía hacia su puesto con gran dolor de su corazón. El poco dinero que podía conseguir le escocía en el alma, según me contaron, pero era el pan para sus hijos y su esposo.
Intentamos prestarle ayuda con todo sigilo y delicadeza para que resolviese su problema, o al menos se aliviase, sin humillaciones. Parece que esa ayuda le está llegando. Ya no la he vuelto a ver en la esquina de costumbre, y me alegro por ella y su familia. Realmente es una mujer con cierto grado de heroísmo, aunque no podamos aprobar esa conducta que se vio obligada a adoptar. No se en donde está la inmoralidad en este caso, si en ella o en la sociedad que lo provoca.
Como esta mujer hay muchas. Una cosa son las que se lanzan a esa vida sin escrúpulos para sacar un sueldo, otra cosa son los que explotan a las pobres mujeres que buscan el pan de cada día y terminan siendo las esclavas de una sociedad hipócrita, y otra muy distinta la pobre mujer que no tiene mas salida que “alquilar su cuerpo” porque no encuentra otra solución para la vida de los suyos. Son dignas de lástima. Una verdadera injusticia. Nos imaginamos el tremendo sufrimiento que le acarrea esa decisión. Y no podemos, no debemos, dar lugar a que esto suceda, y encima queramos “apedrearlas”.
La crisis se está llevando por delante a muchos corazones que sufren por ver sufrir, que pierden la esperanza en el futuro, que no ven la salida del túnel en donde la vida los ha metido. Y esto nos debe hacer pensar, y ser más austeros en nuestro ritmo de vida. Hay pobrezas forzadas y otras que son voluntarias. Tanto una como otra Dios las premiará. Se acerca la Navidad. Gastos y más gastos. Fiestas de colores y luces de fantasía. Opulencia por parte de algunos, miseria por parte de muchos. ¿Qué hacemos? ¿Nos animamos a vivir más sencillamente, de manera que no desentonemos en el Portal de Belén?
Si logramos salvar la honradez y dignidad de muchas personas perdidas por este mundo cruel, sin duda nuestras Navidades serán más cristianas, más solidarias, más auténticas. Y muchas mujeres, como la de esta historia, podran cantar con los suyos al caer la tarde:“Noche de Dios”.
Juan García Inza