¿Es moralmente legítima la defensa propia armada?
La cuestión de la defensa propia y su consentimiento legal viene a ser un asunto bastante discutido y discutible, desde antaño (a decir verdad). Suelen hacerse, normalmente, contraposiciones entre el marco normativo más común en los Estados Unidos y el estatus legal tanto hispanoamericano como europeo (sí, se da la excepción helvética).
De hecho, una vez transcurrida la mitad de esta última semana del mes de agosto del año 2020, el asunto ha vuelto a cobrar interés tras la detención de un joven de diecisiete años en el Estado norteamericano de Wisconsin, acusado de asesinar a dos personas con un fusil de asalto AR-15, en una manifestación vinculada a la treta del Black Lives Matter.
Algunos, independientemente de nuestro nulo deseo de llegar a esta situación, tenemos una actitud totalmente comprensible hacia el arrestado, cuyo nombre es Kyle Rittenhouse. Pero no necesariamente porque consideremos que "los medios están siendo injustos" o que "se trata de un menor que ha errado".
Entendemos que si una persona estaba siendo cercada por varios energúmenos violentos, dispuestos no solo a perpetrar violencia contra "disidentes", sino a destruir establecimientos físicos comerciales, es lógico que reaccione como la situación lo precise. Pretender que mantuviera su plena indefensión sería algo absurdo, sin más.
Pese a ello, hay quienes mantienen ciertas discrepancias, pese a comprender al chico. Es más, hay quienes hablan del sacrificio martirial o de una "alternativa" basada en una mera oración o exhibición de algún símbolo religioso. Pero yo no lo veo así, tal y como desarrollaré a continuación (no tiene nada que ver que esto no sea una especie de "cruzada").
La proporcionalidad no es una regla materialista ni relativista
Entendemos que los derechos que tiene un sujeto, en tanto que goza de condición humana, no vienen dados por ninguna "declaración revolucionaria y naturalista-atea", sino por el Creador. De hecho, podemos aseverar que están condicionados al orden natural divino para con el cual se nos quiso traer al mundo.
Concebiríamos, por ende, que el hombre tiene derecho a la vida, a la propiedad y a la libertad. Al mismo tiempo, entendemos que si esto tiene que garantizarse, uno ha de poder "reaccionar" cuando el goce y disfrute de los mismos puede verse menoscabado por contra de otra persona, que incurriría en una amenaza flagrante.
De hecho, su actitud sería consecuente con la regla de la proporcionalidad. El daño no estaría hecho, pero tampoco tienes intención de emular la incursión del atacante en el pecado, sino de defenderte. Aún así, se puede insistir en la puesta en cuestión de las correspondientes máximas.
Pero es que al rival le transmitirías un mensaje fáctico, basado en las consecuencias que puede implicar atacar con violencia y alevosía a otra persona (en este caso, para acabar con su vida). Eso sí, aparte de que no quedaría otra como para reaccionar así de inmediato, conviene puntualizar que esto puede tener mayores justificaciones de moral católica.
Teniendo en cuenta el versículo 26:52 del Evangelio de Mateo: «Entonces Jesús le dijo*: Vuelve tu espada a su sitio, porque todos los que tomen la espada, a espada perecerán». Con esto puede inferirse, sin mayores complicaciones, como una legitimación de la autodefensa.
A su vez, hay que recordar que esas batallas que se han dado a lo largo de la historia en defensa de la Cristiandad y de Dios no han resultado en recitales de la canción Imagine (un trabajo artístico de John Lennon que gusta mucho a los cínicos chekistas de la corrección política). Pero no vamos a enredarnos ahora con ese tema.
En cambio, sí que resulta conveniente manifestar la apreciación de una compatibilidad con el principio de equidad, al cual era favorable Santo Tomás de Aquino. No tendría sentido obsesionarse demasiado con interpretaciones de leyes escritas (si acaso, al derecho de autodefensa que, por ejemplo, la Segunda Enmienda estadounidense reconoce).
Al mismo tiempo, no solo se verificaría el respeto hacia el bien común (en tanto que defiendes tanto tu integridad como, cuando se dé el caso, la del prójimo, que también puede ser una víctima), sino la correspondencia del resultado de cada acción con los deméritos y malas praxis de una persona.
Por cierto, aunque uno de los mandamientos de la ley divina prohíba el acto de matar, hay que tener en cuenta que acabar con la vida de un tercero no está entre los objetivos clave dictados por la conciencia del autor del acto defensivo. Simplemente se trata de emplear un mecanismo de defensa no condenado ni a priori ni a posteriori.
La indefensión es un interés para los siervos luciferinos
No hemos de dejarnos engañar por el buenismo hipócrita de la corrección política "progre". Al mismo tiempo que se pretende apoyar todo movimiento que satisfaga los propósitos revolucionarios y, en consecuencia, trate de acabar con el varón blanco, cristiano y heterosexual, se busca cuestionar el derecho a la defensa propia de la persona.
Ahora bien, esa pretendida indefensión no es una intención inocente para la consecución de la paz y, obviamente, del bien. Lo que se busca es que la sociedad se sienta desprotegida, maniatada y pediatada ante las constantes invasiones del tirano o del gobernante/burócrata déspota.
En conclusión, no supone la defensa de esos mismos derechos naturales intrínsecos al orden natural divino ninguna desviación en el propósito de obra basada en el Bien. Además, aunque esto ya se trate de otro debate, no olvidemos la legitimidad del tiranicidio, con lo cual, ilegítimo sí que sería sentirse indefenso ante el avance del estatismo.