Carta de un alma condenada
por Juan del Carmelo
Mirando el correo que recibo entre los boletines, cartas y demás documentos…, me he puesto a leer un testimonio, que me han remitido desde Argentina una entidad denominada “Asociación para las benditas ánimas del purgatorio”. Ni quito ni pongo rey, tal como en su día manifestó el caballero francés Beltrán de Duglesquin…, pero aunque la carta que he leído no fuese verídica, si es verdad, mucho de lo que en ella se dice, acerca de las condiciones de estancia de los réprobos humanos en el infierno, y otras consideraciones, que están de acuerdo con la lógica a la que nos conduce la recta doctrina católica, acerca de lo que puede ser el infierno, que desde luego es el reino del odio. Si Dios es amor y solo amor, el odio es la antítesis del amor y desde luego en el infierno no tiene cabida el amor, y tanto a los demonios como a los humanos reprobados, les resulta imposible realizar un simple acto de amor. Este escrito sea verdad o no, pone los pelos de punta a cualquiera y le lleva a uno a meditar sobre esa estupidez, de que nadie se condena porque Dios es muy misericordioso y el infierno si existe está vacío.
En esta glosa solo voy a tratar de comentar algunos párrafos de la carta de referencia, y como quiera que esta es muy larga, por si alguien se encuentra interesado en conocer todo el contenido y las circunstancias que se explican para dar cuenta de la aparición de esta carta en este mundo, puede entrar en el enlace siguiente: http://www.benditasalmas.org/interna_contenido.php?id=9
La carta que comentamos se refiere a la condenación eterna de una joven. El original de esta carta fue encontrado entre los papeles de una religiosa fallecida, que era amiga de la joven condenada. La vida de su compañera, la cuenta esta religiosa en otro escrito, así como su condenación eterna y la carta que recibió. Al parecer la Curia diocesana de Treves (Alemania) autorizó la publicación de esta carta así como su lectura.
Comienza la carta que escribe la reprobada, diciendo: “CLARA, NO RECES POR MÍ, ESTOY CONDENADA. Si te doy este aviso - es más, voy a hablarte largamente sobre esto - no creas que lo hago por amistad. Quienes estamos aquí ya no amamos a nadie. Lo hago como obligada. Es parte de la obra "de esa potencia que siempre quiere el mal y realiza el bien". En realidad, me gustaría verte aquí, adonde llegué para siempre. No te extrañes de mis intenciones. Aquí, todos pensamos así. Nuestra voluntad está petrificada en el mal, es decir, en aquello que ustedes consideran "mal". Aun cuando pueda hacer algo "bien" (como yo lo hago ahora, abriéndote los ojos ante el infierno), no lo hago con recta intención.” El párrafo, refleja con exactitud la imposibilidad que un condenado tiene de poder hacer el bien, y si parece que hace el bien, en ese bien se esconde un mal. Su alma se encuentra anclada en el odio, antítesis del amor, como más adelante reconoce, y ello es lo que le impide hacer el bien, porque el bien es fruto del amor y el mal es un fruto del odio. Nadie que de verdad ame a una persona, quiere hacerle el mal ni que otro se lo haga. Por el contrario, no solo el odio sino la simple antipatía, la falta de amor al prójimo, nos lleva a desear el mal de otra persona aunque no la conozcamos. ¡Cuántos deseos de mal y alegrías desgraciadamente se sienten, contra los políticos que estimamos que nos han hecho daño en nuestros intereses! Por ello interesarse en profundidad por la política, o dedicarse a ella, es prácticamente imposible hacerlo, amando debidamente al contrario.
Son muchos los párrafos en los que nos habla de sus tormentos. En uno de ellos llega a decir: “¡Ojalá no hubiera nacido! ¡Ojalá pudiera ahora aniquilarme, huir de estos tormentos! No hay placer comparable al de acabar mi existencia, así como se reduce a cenizas un vestido, sin dejar vestigios. Pero es necesario que exista. Es preciso que yo sea tal como me he hecho: con el fracaso total de la finalidad de mi existencia”. Y uno piensa: ¿Acaso mi vida al final también será un fracaso? Muchos son los que no viven con la preocupación de estar siempre en amistad y gracia de Dios, y sin embargo piensan que se van a salvar, porque ya tendrán tiempo de arrepentirse. ¡La misericordia de Dios es infinita! Pues sí, lo es no hay la menor duda, pero…, para que ella de genere, para que la misericordia divina se genere a favor de un alma, está ha de arrepentirse, en caso contrario entra en funcionamiento la justicia divina, que es implacable y aterradora. El arrepentimiento es un acto de amor, sin amor es imposible arrepentirse. Ahora bien en esta vida, no es muy fácil arrepentirnos, por que disponemos a mansalva del amor de Dios, tenemos a nuestra disposición un tremendo amor ilimitado, que está deseando derramarse sobre nosotros, pero ¿Tendremos capacidad de echar mano de ese amor en el momento decisivo? Desde luego que el demonio, no nos va a facilitar nuestro posible último arrepentimiento y si el amor que Dios nos ha ofrecido durante toda nuestra vida al igual que las divinas gracias santificantes, que nos hemos pasado la vida malgastándolas y no usándolas. Y todo ello le pasará factura al alma que así se haya comportado.
En otro párrafo nos habla de la dificultad de arrepentirse en el último momento. “En la tierra, el hombre puede pasar del estado de pecado al estado de gracia. De la gracia, se puede caer al pecado. Muchas veces caí por debilidad; pocas, por maldad. Con la muerte, cada uno entra en un estado final, fijo e inalterable. A medida que se avanza en edad, los cambios se hacen más difíciles. Es cierto que uno tiene tiempo hasta la muerte para unirse a Dios o para darle las espaldas. Sin embargo, como si estuviera arrastrado por una correntada, antes del tránsito final, con los últimos restos de su voluntad debilitada, el hombre se comporta según las costumbres de toda su vida. Dicho en otras palabras, como se vive se muere y aunque mientras haya vida hay posibilidad de ser perdonado, mentalmente ya se encarga el demonio, en los últimos momentos, de hacernos creer que no es necesario arrepentirse de nada.
El hábito, bueno o malo, se convierte en una segunda naturaleza. Es ésta la que lo arrastra en el momento supremo. Así ocurrió conmigo. Viví años enteros, apartada de Dios. En consecuencia, en el último llamado de la gracia, me decidí contra Dios. La fatalidad no fue haber pecado con frecuencia, sino que no quise levantarme más. Muchas veces me invitaste para que asistiera a las predicaciones o que leyera libros de piedad. Mis excusas habituales eran la falta de tiempo. ¿Acaso podría querer aumentar mis dudas interiores? Finalmente, tengo que dejar constancia de lo siguiente: al llegar a este punto crítico, poco antes de salir de la "Asociación de Jóvenes", me habría sido muy difícil cambiar de rumbo. Me sentía insegura y desdichada. Pero frente a la conversión se levantaba una muralla.”
En otros de los párrafos de la carta la condenada insiste en el tema de la gracia y nos dice: “Y todos estos recuerdos nos muestran las oportunidades en que despreciamos una gracia. ¡Cómo me atormenta esto! No comemos, no dormimos, no andamos sobre nuestros pies. Espiritualmente encadenados, los réprobos contemplamos desesperados nuestra vida fracasada, aullando y rechinando los dientes, atormentados y llenos de odio. ¿Entiendes? Aquí bebemos el odio como si fuera agua. Nos odiamos unos a otros. Más que a nada, odiamos a Dios. Quiero que lo comprendas. Los bienaventurados en el cielo deben amar a Dios, porque lo ven sin velos, en su deslumbrante belleza. Esto los hace indescriptiblemente felices. Nosotros lo sabemos, y este conocimiento nos enfurece.
En otro párrafo, establece una distinción, entre el alma peregrina en la tierra, y la que ya está reprobada, y dice: Los hombres, en la tierra, que conocen a Dios por la Creación y por la Revelación, pueden amarlo. Pero no están obligados a hacerlo. El creyente - te lo digo furiosa - que contempla, meditando, a Cristo con los brazos abiertos sobre la cruz, terminará por amarlo. Pero el alma a la que Dios se acerca fulminante, como vengador y justiciero porque un día fue repudiado, como ocurrió con nosotros, ésta no podrá sino odiarlo, como nosotros lo odiamos. Lo odia con todo el ímpetu de su mala voluntad. Lo odia eternamente, a causa de la deliberada resolución de apartarse de Dios con la que terminó su vida terrenal. Nosotros no podemos revocar esta perversa voluntad, ni jamás querríamos hacerlo.” Habla, con odio sobre Dios, lo cual es lógico. El alma reprobada al final de su vida ha rechazado definitivamente el amor que durante su vida terrenal el Señor le ha estado continuamente ofreciendo. Para comprender bien este párrafo, hemos de tener en cuenta que nosotros no generamos amor sino que reflejamos el amor que Dios nos tiene, es por ello que San Juan escribe: “Nosotros amamos porque Dios nos amó primero”. (1Jn 4,19). El único generador de amor es Dios y si Dios retira su amor que no ha sido aceptado, el vacío que se produce en el alma por la falta de amor, lo rellena inmediatamente su antítesis que es el oído.
Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.
Otras glosas o libros del autor relacionados con este tema.
- Libro. CONVERSACIONES CON MI ÁNGEL. www.readontime.com/isbn=9788461179190
- Libro. DEL MÁS ACÁ AL MÁS ALLÁ.- www.readontime.com/isbn=9788461154913
- Libro. LA SED DE DIOS.- www.readontime.com/isbn=9788461316281
- Vale la pena, ¿valió la pena? Glosa del 26-05-11
- ¿Estamos predestinados? Glosa del 08-08-11
- Dicotomía básica ¿salvación o condenación? Glosa del 17-09-11
- Prueba de amor. Glosa del 08-10-09