Sábado, 23 de noviembre de 2024

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Es urgente la formación de los cristianos

Es urgente la formación de los cristianos

por Juan García Inza

 De la Carta Pastoral del Prelado del Opus Dei

 

A principio de curso los Prelados, normalmente, publican cartas pastorales ofreciendo un programa a seguir por todos, según las urgencias espirituales y sociales más perentorias. El Prelado del Opus Dei acaba de enviar a los fieles de la Prelatura, y a todos los que se sientan interpelados por estas propuestas, un interesante programa a seguir en el desarrollo de la nueva evangelización. Traemos aquí algunos párrafos de este documento, dejando para siguientes capítulos alguno de los apartados de mayor interés.

 

1. Desde el mandato apostólico recibido del Señor (cfr. Mt 28, 19-20), la Iglesia no ha cesado de evangelizar. Muchos frutos vinieron en el transcurso de los siglos: por la gracia de Dios, también la Obra y cada uno de sus fieles. Como en otras épocas, también ahora se está desarrollando en muchos ambientes un fuerte proceso de descristianización que lleva consigo pérdidas muy graves para la humanidad. Dios ha enviado siempre a la Iglesia santos que, con su palabra y con su ejemplo, han sabido reconducir las almas a Cristo. Como ha escrito el Papa Benedicto XVI en su encíclica sobre la esperanza, el cristianismo no es solamente una "buena noticia", una comunicación de contenidos, sino una comunicación que comporta hechos y cambia la vida.

Me detengo ahora en algunos aspectos de esa formación para nuestra vida espiritual y para tomar parte en la "nueva evangelización", como la definió el beato Juan Pablo II.

En 1985, el primer sucesor de nuestro Padre nos dirigió una carta pastoral, moviéndonos a participar muy activamente en este apostolado, insistiendo en la necesidad de esmerarnos en la formación personal y en la extensión de esa labor a las almas.

También 
Benedicto XVI guía ahora a los cristianos por estas mismas sendas. La reciente creación del Pontificio Consejo para la promoción de la nueva evangelización[2] es una muestra de ese interés. Todos nos sentimos interpelados por sus palabras en la reciente Jornada Mundial de la Juventud, cuando animaba a los jóvenes a dar testimonio de la fe en los más diversos ambientes, incluso allí donde hay rechazo o indiferencia. No se puede encontrar a Cristo y no darlo a conocer a los demás. Por tanto, no os guardéis a Cristo para vosotros mismos. Comunicad a los demás la alegría de vuestra fe. El mundo necesita el testimonio de vuestra fe, necesita ciertamente a Dios.
FORMACIÓN PARA LA NUEVA EVANGELIZACIÓN



Como los primeros cristianos

2. Como la Obra ha venido al mundo precisamente para recordar la llamada universal a la santidad y al apostolado, san Josemaría afirmaba que la manera más fácil de entender el Opus Dei es pensar en la vida de los primeros cristianos. Ellos vivían a fondo su vocación cristiana; buscaban seriamente la perfección a la que estaban llamados por el hecho, sencillo y sublime, del Bautismo. No se distinguían exteriormente de los demás ciudadanos..

En Pentecostés, el Paráclito impulsó a los Apóstoles y a los demás discípulos a evangelizar, reavivando en sus mentes las enseñanzas de 
Jesucristo. Basta leer los escritos del Nuevo Testamento, para comprobar cómo una de las primeras ocupaciones de los Doce era plantar la semilla de la fe y alimentarla con sus enseñanzas, de palabra y por carta. La paciente labor de formación que el Señor realizó con los Apóstoles durante tres años, prolongada sin pausas por ellos y sus colaboradores, con la asistencia del Espíritu Santo, transformó el mundo antiguo hasta hacerlo cristiano.

Necesidad e importancia de la formación

3. San Josemaría impulsó a todos a adquirir y a mejorar constantemente la propia formación cristiana, presupuesto indispensable para crecer en intimidad con 
Jesucristo y darle a conocer a otras almas. Discite benefacere (Is 1, 17), aprended a hacer el bien, repetía con palabras del profeta Isaías; porque es inútil que una doctrina sea maravillosa y salvadora, si no hay hombres capacitados que la lleven a la práctica.. Desde sus primeros pasos como sacerdote, dedicó muchas energías a formar doctrinalmente a las personas que se acercaban a su labor pastoral; luego, con el desarrollo del Opus Dei, intensificó esa dedicación y dispuso los medios necesarios para dar continuidad a la tarea formativa; en primer lugar de sus hijos, pero también de las innumerables personas —hombres y mujeres, jóvenes y gente madura, sanos y enfermos—, que se mostraban dispuestos a acoger en sus almas ese mensaje.

El fundador de la Obra... Consideraba cinco aspectos de la formación: humano, espiritual, doctrinal-religioso, apostólico y profesional. Afirmaba que un hombre, una mujer, se va haciendo poco a poco, y nunca llega a hacerse del todo, a realizar en sí mismo toda la perfección humana de que la naturaleza es capaz. En un aspecto determinado, puede incluso llegar a ser el mejor, en relación con todos los demás, y quizá a ser insuperable en esa actividad concreta natural. Sin embargo, como cristiano su crecimiento no tiene límites.

En lo humano, si nos examinamos con sinceridad, descubrimos enseguida que precisamos perfeccionar nuestro carácter, nuestro modo de ser, adquiriendo y mejorando las virtudes humanas que constituyen el soporte de las sobrenaturales. Lo mismo ocurre en la formación espiritual, pues siempre existe la posibilidad de progresar en las virtudes cristianas, especialmente en la caridad, que es la esencia de la perfección.

En el aspecto doctrinal-religioso, también nuestro conocimiento de Dios y de la doctrina revelada puede y debe crecer: para conformar mejor con los misterios de la fe nuestra inteligencia, nuestra voluntad y nuestro corazón, y asimilarlos con mayor profundidad.

El apostolado, a su vez, es un mar sin orillas, y se requiere preparación para anunciar el amor de Cristo en nuevos ambientes y en más países. Éste era el programa de san Josemaría desde los comienzos, como aparece en un autógrafo de los primeros años de la Obra: conocer a 
Jesucristo. Hacerlo conocer. Llevarlo a todos los sitios. El prestigio profesional viene a ser el anzuelo de pescador de hombres, para extender el reinado de Cristo —presente ya en su Iglesia— en la sociedad.

El panorama es tan vasto que jamás podremos decir: ¡ya estoy formado! Nosotros nunca decimos basta. Nuestra formación no termina nunca: todo lo que habéis recibido hasta ahora —explicaba nuestro Padre— es fundamento para lo que vendrá después.

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Juan García Inza

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