Mírate al espejo
por Juan García Inza
Recordando con agrado, y comentando, los acontecimientos de la JMJ recientemente celebrada, y sintiéndome contento del éxito de la misma, pensaba que nos vendría muy bien a todos una dosis de humildad para no malograr los resultados. Benedicto XVI nos ha dado, como siempre, un ejemplo impresionante en este sentido. Todos le buscaban y todos le aplaudían, pero a él le costaba casi levantar los ojos del suelo. Saludaba como padre que ama a sus hijos, pero ni un gesto de victoria.
Es importante que miremos hacia arriba y demos gracias a Dios. La humildad individual y colectiva es imprescindible para que “solo Dios se luzca”. En este sentido me ha gustado enormemente la actitud de los auténticos “ingenieros” de todo el montaje. Años trabajando, jornadas completas sin pegar ojo pensando en todos los detalles, moviendo a la ingente multitud sin hacer ruido, sin salir en los medios, con muchas horas de trabajo y oración.
En las cosas de Dios la humildad es imprescindible. Es la virtud evangélica por excelencia, junto con la caridad. Muchas veces somos un poco miopes para apreciar lo que hacen los demás, y nos miramos a nosotros mismos sin reconocernos. Y vemos defectos que endosamos a los otros, sin apreciar los nuestros. Nos puede pasar lo de esta historia:
Un hombre que tenía un grave problema de miopía se consideraba un experto en evaluación de arte. Un día visitó un museo con algunos amigos. Se le olvidaron los lentes en su casa y no podía ver los cuadros con claridad, pero eso no lo detuvo de ventilar sus fuertes opiniones.
Tan pronto entraron a la galería, comenzó a criticar las diferentes pinturas. Al detenerse ante lo que pensaba era un retrato de cuerpo entero, empezó a criticarlo. Con aire de superioridad dijo: "El marco es completamente inadecuado para el cuadro.
El hombre está vestido en una forma muy ordinaria y andrajosa. En realidad, el artista cometió un error imperdonable al seleccionar un sujeto tan vulgar y sucio para su retrato. Es una falta de respeto".
El hombre siguió su parloteo sin parar hasta que su esposa logró llegar hasta él entre la multitud y lo apartó discretamente para decirle en voz baja: "Querido, - estás mirando un espejo!!!".
Muchas veces nuestras propias faltas, las cuales tardamos en reconocer y admitir, parecen muy grandes cuando las vemos en los demás. Debemos mirarnos en el espejo más a menudo, observar bien para detectarlas, y tener el valor moral de corregirlas; es más fácil de negarlas que reconocerlas. Por eso es necesario hacer a un lado el orgullo pues solo con humildad podremos ver nuestros defectos y corregirlos.
El que encubre sus faltas no prosperará, más el que las admite con humildad alcanzará misericordia y crecerá como persona.
Humildad individual y humildad colectiva para valorar todo desde Dios, que es quien maneja los hilos de nuestra vida y de los acontecimientos. Presumir de números y éxitos no es muy recomendable. Uno siembra, otro riega, y el Señor hace posible el crecimiento. “Cuando hayáis hecho lo debido decid: Siervos inútiles somos. Hemos hecho lo que teníamos que hacer”. Nos dirá Jesucristo. El ejemplo de la pobre viuda que echó en el templo todo lo que tenía, que era poco, nos indica que lo importante no es el ruido y la fiesta. Las plantas crecen en el silencio, aunque después sean árboles gigantes. Solo el viento del Espíritu les arranca alguna bonita melodía. La Virgen María canta desde la humildad en la que se fijó Dios para elegirla como Madre.
Juan García Inza
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