Extraterrestre entra en iglesia...

El pasado sábado fui a una boda de unos buenos amigos, hace pocos días al bautizo del hijo de otros y ayer a misa de 12.

Y como andaba dándole vueltas al siguiente post de la semana y me andaba ya la idea rondando la cabeza, se me ocurrió plantearme ese socorrido recurso de qué pensaría un extraterrestre si viniera a la Tierra y escuchara...

Empezaré por la boda. Eligieron los novios con gran acierto como primera lectura una del Génesis. El lector inició la lectura y al poco resonó en la iglesia solemnemente la frase:

“Y los bendijo Dios y les dijo: Llenad la Tierra y sometedla (…)”

Imaginen el respingo que el ET daría en ese momento ante la existencia y publicidad de tan inesperado plan y ante el hecho de observar como unos novios se inspiraban en ese mandato al comenzar su vida de esposos cristianos.

Sobre todo porque estaría algo mosca después de que unos días antes escuchara -en este caso en un bautizo- el compromiso solemne que el nuevo cristiano hace (a través de sus padres y con un cirio encendido como símbolo) de, a partir de ese momento, asumir la tarea de:

“Sed Luz del Mundo”

Para colmo en el Evangelio de la misa de este domingo se hubiera topado con la siguiente frase:

“Porque Dios (...) mandó su Hijo al Mundo (…) para que el Mundo se salve por Él.

Después de estas tres experiencias cristiano-terrícolas es bastante posible que el extraterrestre volviera a su planeta alertado informando de la existencia de un plan de ¿Dios? para someter el Mundo y de un grupo de terrícolas -llamados cristianos- dispuestos y comprometidos a cumplirlo.

Y he aquí la idea que quería trasmitir aparte la broma del extraterrestre.

Es la de que Dios tiene un plan y una tarea para los hombres: nada menos que la construcción del Mundo.

Y por inaudito que a alguno le parezca no se trata de una misión encomendada a masones, comunistas, neocapitalistas o poderosas organizaciones (Trilateral, Bildelberg, etc.).

Se trata de una tarea de cristianos, para que la realicemos los cristianos. Y encargada nada menos que por Dios.

Porthos