Viernes, 22 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

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¿Gato blanco... gato negro?

por Juan del Carmelo

          Leí, por primera vez esta expresión, hace unos años en una reseña de prensa. Comenzaba el abandono o transformación del comunismos chino y uno de sus dirigentes políticos, cambiaba impresiones, que es lo que hacen los dirigentes políticos de categoría porque ellos y menos los diplomáticos jamás discuten, aunque se estén llamando “perro judío”, ellos solo cambiaban impresiones pues bien, este dirigente chino, con un político occidental, cambiaba impresiones, sobre la transformación política que se iniciaba en la ideología del comunismo chino.  Y el chino con ese pragmatismo que identifica a esta raza, prueba del mismo ya la estamos viendo ahora, para justificar el cambio le decía al político occidental: Gato blanco..., gato negro qué más, da si caza ratones.

           

            Tengo que reconocer, que esta vivencia política, me vino a la cabeza, como una distracción durante una meditación, pero como creo que si amamos al Señor, tenemos que sacarle jugo espiritual a todo, incluso a nuestras distracciones meditando, me agarré a la idea de que el ratón es nuestra propia santificación, y que los medios que hemos de emplear para ello, es lo mismo que sean del color que sean, si obtenemos el resultado que perseguimos. Pero ¡ah! que nadie piense que estoy justificando, la teoría, de que: el fin justifica los medios. Aquí y ahora nosotros nos movemos en el orden, en el que se desarrolla nuestra vida espiritual, en el de los mandatos del Señor y para cazar nuestro ratón que es la santificación y subsiguiente la salvación de nuestra alma, al precio que este sea, está  perfectamente regulado, que nunca podemos quebrantar los mandatos del Señor. Para alcanzar nuestro objetivo, no podemos cometer nada que desagrade al Señor.

           

            En los Evangelios, se recogen, como es lógico, la llamada que el Señor nos hace, a la santidad. Es esta llamada, la parte que más nos afecta porque es en la que se nos pide una intervención personal nuestra, si es que queremos primeramente santificarnos y después salvarnos. “Entonces dijo Jesús a sus discípulos: El que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Pues el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la hallará Y ¿que aprovecha al hombre ganar todo el mundo si pierde su alma? ¿O que podrá dar el hombre a cambio de su alma?” (Mt 16, 24-26).

 

            Tres son las condiciones de las que habla el Señor para santificarnos: la primera Negarse a uno mismo, la segunda, tomar o aceptar nuestra cruz, y la tercera cumplimentadas las dos anteriores, la más fácil, seguirle, porque si hemos sido capaces de cumplimentar las dos primeras, esta tercera se cumple por sí sola. En la segunda parte del pasaje, el Señor claramente deja dicho, que el que no le siga perderá su alma, es decir camina hacia las tinieblas, porque solo hay una forma de salvar el alma, que paradójicamente es perderla previamente por amor a Él. ¿Pues qué dará el hombre a cambio de su alma? Porque si alguien se avergonzare de mí y de mis palabras ante esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles” (Mc 8, 34-38).

 

Y ¿Qué es negarse uno a sí mismo? con respecto a la negación de nosotros, a nosotros mismos, en su libro “Cooperadores de la verdad”, Benedicto XVI, nos dice que: “… negarse uno a sí mismo, es combatir nuestro propio egoísmo, y ello conduce a una alegría interior inmensa y lleva a la resurrección”. Es decir bajarse uno de ese pedestal, que nuestra soberbia y nuestra vanidad nos ha hecho construir y en el que nos hemos subido, para que todo el mundo vea, lo inteligente y lo guapo que soy y hasta donde he sido capaz de llegar. Naturalmente todo ello se realiza machacando la propia soberbia.

            San Agustín decía: “…, el único y verdadero negocio de esta vida es el saber escoger lo que se ha de amar, ¿qué tiene de particular que si me amas y deseas seguirme renuncies a ti mismo por amor? (…) Si te pierdes cuando te amas a ti mismo, no hay duda que te encuentras cuando te niegas. (…). Antepón a todos tus actos la voluntad divina y aprende a amarte no amándote”.

            En el Kempis, se puede leer: “Me tiene sin cuidado cuanto pueda recibir de tu parte, si no te das tú mismo; es a ti a quién quiero, no tus dádivas. ¿Es que podría bastarte a ti todo cuanto tienes, sin Mí? De igual manera, tampoco me satisface cuanto puedas tú ofrecerme, si no te ofreces a ti mismo”.

 

            Aceptar con alegría nuestra cruz. Todos tenemos una cruz, y como decía el Santo cura de Ars: “La mayor cruz, en no tener cruz”, ya que: “Nada nos hace tan parecidos a nuestro Señor como llevar su cruz, y todas las penas son dulces, cuando se sufren en unión con Él”.

            El Catecismo de la Iglesia católica en su parágrafo 2.015, nos dice: “El camino de la perfección pasa por la cruz. No hay santidad sin renuncia y sin combate espiritual (2Tm 4). El progreso espiritual implica la ascesis y la mortificación que conducen gradualmente a vivir en la paz y el gozo de las bienaventuranzas: El que asciende no cesa nunca de ir de comienzo en comienzo mediante comienzos que no tienen fin. Jamás el que asciende deja de desear lo que ya conoce (S. Gregorio de Nisa)”.

            El abad Benedikt Baur, escribe: “Aquí, en la tierra, amar es padecer. El verdadero amor a Dios y a Cristo es engendrado en la cruz y sólo bajo la cruz criado y llevado a la perfección. El que no quiere sufrir, no ama”.

            Y Santa Teresa de Jesús, manifestaba: “…, el que arrastra la cruz de mala gana siente su peso, por pequeño que sea; pero que quien la abraza voluntariamente, no siente su pesadez, aunque fuera muy grande”.

 

Seguir a Jesucristo. Lo más fundamental en el seguimiento, tal como escribe Jean Lafrance: “Es  renunciar a tener ideas sobre la cuestión (renunciarse a sí mismo) y aceptar lo inesperado de la persona de Cristo”.

San Agustín decía que: “Toda la vida sobrenatural consiste para, nosotros en convertirnos en Cristos,…”. Y para ello solo hay un camino que es el de la “Imitación de Cristo”

Seguir es imitar y por la imitación nos hacemos semejantes. Santo Tomás de Aquino decía que: “Dios nos ama en la medida en que encuentra su imagen en nosotros”.  Y esta imagen solo podemos alcanzarlo por el amor, ya que es cualidad esencial del amor la asemejanza. San Juan de la Cruz decía: “El amor asemeja”. Entre humanos el amor asemeja a los amantes de aquí que: “Dos que duermen en un colchón se vuelven de la misma opinión". Y si se trata del amor a Dios, este amor nos lleva a semejarnos a Él.

Por lo dicho este es, extractado, el camino de la santificación. No hay otro más que este marcado por Jesucristo: Negarse uno a sí mismo; abrazar nuestra cruz; y seguirle a Él. Y para conseguir esto hemos de entablar una lucha, que durará toda nuestra vida. Se llama lucha ascética y en ella no importa el color del gato si al final, logramos cazar la santificación que nos llevará al cielo.

 

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

 

Otras glosas o libros del autor relacionados con este tema.

-        Libro. ENTREGARSE A DIOS. Isbn. 978-84-611-7594-0.

-        Libro. RELACIONARSE CON DIOS. Isbn. 978-84-612-2058-8.

-        ¡Mi vocación es el amor! Glosa del 01-11-10

-        Prueba de amor. Glosa del 08-10-09

-        Semejanza. Glosa del 15-11-10

-        Deseos de semejanza. Glosa del 21-11-10

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