Viernes, 22 de noviembre de 2024

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Llenar la vida con Cristo

por Juan del Carmelo

          No son muchos los que se proponen llenar su vida con Cristo… y menos aún los que los consiguen, pues ello como todo lo que pertenece o se refiere al orden espiritual, para conseguirlo se requiere perseverancia. La perseverancia es necesaria para crear un hábito, y ella a su vez, se desarrolla y se pone de manifiesto en el transcurso del tiempo, por lo que como siempre se ha dicho, lo espiritual siempre requiere tiempo. Y se puede añadir algo más, también se necesita paciencia para ver como uno persevera y cree que no avanza.

 

            Y precisamente en el mundo en que vivimos actualmente, todos creemos que nos falta el tiempo, y nos engañamos. Primero hemos de pensar que la vida es muy larga, y lo que ahora nos parece urgente e imprescindible, mañana resulta superado y olvidado. En segundo lugar, carecemos de una escala de valores que nos prioricen lo importante y como siempre ocurre, consideramos lo temporal y accesorio como lo más urgente a realizar, pasando por encima de lo espiritual. Siempre se anteponen las necesidades del cuerpo a las del alma, y no tenemos en cuenta que el cuerpo es pasajero que se morirá, que no podemos evitar que se nos derrumbe por muchos cuidados, que le prestemos, que sus apetencias deseos y necesidades, no son las que nos llevarán al cielo, sino las del alma que es inmortal y que es la que puede vibrar por el amor al Señor. El cuerpo nunca vi, vibra en poder satisfacer sus apetencias materiales, las cuales, unas directamente son nefastas para nuestra salvación eterna, y las demás siendo legítimas si abusamos de ellas, las convertimos en ilegítimas y también pasarán a ser nefastas, para nuestra eterna salvación.

 

            Y ¿cómo llena uno su vida en Cristo? Esencialmente orando. Pero orar es un término muy amplio, que no se limita a coger un rosario, ir a una visita al Santísimo, o vocalizar un Padrenuestro. Orar es mucho más, es contactar con Dios, es demostrarle nuestro amor, por el cauce que sea, cualquiera es bueno. Es, por ejemplo, ir por la calle y acordarse de Él, no solo cuando estamos agobiados por los problemas que nos acucian, pues ya sabemos que los hombres solo se acuerdan de Santa Bárbara cuando truena. Acordarse simplemente para adorarlo, alabarlo, mostrarle nuestra admiración por la grandeza de su creación.

 

            El mismo nos dejó dicho en los Evangelios: “…, conviene orar perseverantemente y no desfallecer” (Lc 18,1). Y nos conviene orar, porque la oración es el contacto con Él, que es orar, es el alimento de nuestra alma. Bien que estamos gordos y orondos de cuerpo, al menos yo, que diariamente me lo recrimina mi mujer, pero no de alma que la tenemos o al menos yo la tengo canija y enclenque. Y san Pablo nos recordaba los deseos del Señor diciendo: "Orad constantemente. En todo dad gracias, pues esto es lo que Dios, en Cristo Jesús, quiere de vosotros” (1Ts 5,1718).

 

            Y todo esto, ¿cuándo hemos de hacerlo?, ¿en qué momento? Púes siempre, en todo momento. El Señor emplea el vocablo: “Perseverantemente”, lo cual en español de cepa, significa “Siempre”. Sin ningún momento de reposo ni de descanso, si es que sea posible, que a alguien le canse el amar a Dios, pues no conozco en el mundo, y he conocido mucho y en distintos lugares, y no hay nada más  apasionante que amar al Señor. Amar al Señor, a nadie la hastía ni le aburre, porque su amor tal como San Juan de la Cruz expresaba en su Cántico espiritual: “…es una mina inagotable con muchos senos de tesoros, que, por más que ahonden, nunca se les hallan fin ni término, antes van hallando en cada seno nuevas venas de nuevas riquezas acá y allá”. Por esto dijo San Pablo: “En Cristo moran todos los tesoros y sabiduría escondidos” (Col 2,3).

 

            ¿En qué momento? San Pablo nos contesta diciendo: “… y todo cuanto hagáis, de palabra y de boca, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias por su medio a Dios Padre” (Col 3,17). Y en otra epístola remacha estos pensamientos diciendo: "Por tanto, ya comáis, ya bebáis o hagáis cualquier otra cosa, hacedlo todo para gloria de Dios” (1Co 10,31). En el Libro de los Salmos, o salmodia, también se puede leer: “Cuando pienso en ti sobre mi lecho, en ti medito en mis vigilias, porque tú eres mi socorro, y  yo exulto a la sombra de tus alas;  mi alma se aprieta contra ti, tu diestra me sostiene” (Sal 63,7-9).  Es el 63 un bello salmo, que nos hace ver que ni en el descaso del lecho, hemos de olvidar el amor que debemos de tener al Señor. Todos estamos seguros, porque el que más y el que menos lo ha experimentado, que cuando los novios se van a descansar, cada uno a su casa, después de una larga despedida que nunca termina, y tanto él como ella se acuestan; sus pensamientos siguen estando en su novio o novia. Pues bien ya hemos dejado atrás esa época y es hora que nuestros pensamientos en el lecho antes de que el sueño venga a visitarnos, debe de estar puestos en Cristo, no hay mejor momento de paz y tranquilidad en todo el día.

 

            Orar incesantemente, es estar siempre pensando en Él, como los novios, piensan cada uno en el otro, lo que más de una vez da origen a suspensos y retrasos en los estudios. Nosotros tenemos que alimentar nuestra alma, ya que ella es el medio de que disponemos para contactar con Cristo. Y no hay mejor remedio que dedicarle al Señor, al menos media hora al día, y si no 15  minutos de meditación. Si puede ser delante de un sagrario con su luz roja encendida, mejor y si no como el mismo Señor nos recomienda en nuestra casa que: “Tú, cuando ores, entra en tu cámara y, cerrada la puerta, ora a tu Padre, que está en lo secreto: y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensara” (Mt 6,6). Y una vez solo, trata de meditar delante de un crucifijo, y si no sabes que meditar, quédate callado mirando al crucifijo, y si te asaltan distracciones, di despacio y repetidamente una jaculatoria, o simple mente di: SEÑOR TE AMO. Puedo prometer y prometo a todo el que me lea, que si persevera en esto, termina teniendo a Cristo metido en su vida hasta los tuétanos, y de paso encontrará muchas soluciones a muchos problemas materiales, sin tener que pedírselo al Señor, por Él al igual que le dijo a Santa Catalina de Siena y a Santa Teresa de Jesús, re está diciendo a ti a mí y a todos: “Tu ocúpate de mí, que yo ya me ocuparé de ti”.

 

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

 

Otras glosas o libros del autor relacionados con este tema.

-        Libro. LOS DESEOS HUMANOS. Isbn. 978-84-6131629-8.

-        Compromiso de entrega a Dios. Glosa del 17-0510

-        Vibrar de amor. Glosa del 31-0510

-        El celo de tu casa me consume. Glosa del 28-0910

-        De la Meditación. Glosa del 13-0810

-        Meditación imaginativa. Glosa del 23-0810

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