Lunes, 23 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

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Tiempo perdido

por Juan del Carmelo

          Hace ya bastantes años vi la película “Lo que el viento se llevó”. Por aquella época yo era un adolescente y como todo el mundo iba a verla, yo no fui menos, dejándome llevar por ese dicho que dice: A dónde va Vicente, a donde va la gente y como yo era entonces bastante “Vicente”, allá fui yo. Pues bien, de esta película, que a la mayoría de los españoles nos dejó huella. ¿Acaso hay alguien que no la haya visto? Yo me quedé impactado solamente, por una escena en aquella maravillosa mansión de los “Doce robles”, no recuerdo si eran doce o siete, pero bueno eso es lo de menos. La escena era muy breve. Era un primer plano de un fantástico reloj de pared, en cuya esfera no estaba gravada la clásica leyenda de “Tempus fugit”, si no otra que decía: “El tiempo es la sustancia de la que está hecha la vida, no malgastes”.

 

            Desgraciadamente lo he desgastado y mucho. Quizás, los que me conocen, pueden pensar que ello no es cierto y mirándolo desde el punto de vista mundano, quizás lleven razón, aunque cuando se es ambicioso, uno piensa que siempre se puede hacer algo más, de lo que se ha hecho; pero desde el punto de vista del amor a Dios, lo mío es de desastre y por ello tengo verdadera obsesión en aprovechar el tiempo que me queda, que solo Dios sabe cuál es.

 

            Más de una vez he escrito sobre el tiempo, y siempre lo he calificado a este, como una especie de dogal o limitación que Dios nos ha puesto aquí abajo en la tierra, para nuestro bien. La  eternidad es lo que nos espera, quizás no a todos de la misma forma, luego me explicaré, pero nadie ha vivido en la eternidad ni acertadamente nos puede explicar, que es; que es lo que se siente dentro de ella; como se contempla a los demás y a todo lo que nos rodea.

 

Al igual que nuestro cuerpo actual, es una birria comparándolo con lo que será nuestro cuerpo glorioso, que como sabemos gozará de las cuatro características: claridad, impasibilidad, sutileza y agilidad. A nuestra alma actual, siendo fantástica y tremendamente hermosa cuando vive en la gracia divina, también me atrevo a calificarla de birria, comparada con el alma que tendremos una vez glorificada esta, lo cual equivale a decir deidificada. Nuestra alma actual vive en el tiempo, nuestra alma ya santificada en el cielo vivirá en la eternidad, algo que no podemos realmente saber lo que esto significa, ni los goces de segunda categoría que ello puede proporcionar, porque el goce principal estará en la contemplación del rostro de Dios, como consecuencia de habernos integrado en la plenitud de su amor.

 

Pero esto, le hace pensar a uno: ¿Cómo se vivirá la eternidad en el infierno? Así como para las almas glorificadas el dogal del tiempo ha desaparecido, ¿Seguirán teniendo en el infierno, el concepto del tiempo? No cabe duda, que así como la idea de la eternidad no agobia, la del tiempo siempre nos agobia, quizás, a unos más que a otros que tienen más “pachorra”, pero a todos nos agobia. Hay veces que el tiempo se nos hace eterno, y otras en las que nos asustamos de la velocidad a la que pasa, sobre todo con relación a la edad, pues es verdadera obsesión la que tienen muchos y muchas, en quitarse años, lo cual no es más que un reflejo, del anhelo que se tiene, de quererse perdurar eternamente en este mundo.

 

¿Seguirá existiendo el dogal del tiempo en el infierno? El Dante Alighieri, en su divina comedia, nos cuenta que a la entrada del infierno hay una leyenda que dice: "Lasciate ogne speranza, voi ch´intrate", que traducido quiere decir: "Abandone toda esperanza, aquel que entre aquí". También menciona el Dante un reloj de péndulo que continuamente está diciendo: nunca jamás; nunca jamás;… En el encuentro del Señor con los demonios en la región de los gadarenos, los demonios increpan al señor y le dicen: "¿Qué tenemos nosotros contigo, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí para atormentarnos antes  de tiempo?" (Mt 8,29). Lo cual supone pensar que los demonios no son ajenos al concepto “tiempo”.

 

Decía San Alfonso maría Ligorio: “Todo tiempo que no se emplea por Dios es tiempo perdido”. Y esto es una verdad como un templo, que no todo el mundo se la plantea. En lo que debemos de pensar que es lo fundamental, es que el tiempo siempre está corriendo y nos va hurtando posibilidades de amar más al Señor, pues para eso estamos aquí: para demostrarle al Señor que le amamos, y cuanto mayor sea nuestra demostración, mayor será nuestra gloria, el día de mañana. El obispo vietnamita Nguyen Van Thuan, que tantos años estuvo en las cárceles comunistas nos dice: “Un momento es un tesoro, y para amar a Dios en la tierra no hay nada más que el hoy”. Y cuando se nos acabe el “hoy”, nos quedaremos para la eternidad, en el grado de amor que hayamos sido capaces de mostrarle al que es Amor y solo amor.

 

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

 

Otras glosas o libros del autor relacionados con este tema.

-        Libro. AMAR A DIOS. Isbn. 978-84-611-6450-9.

-        Dogal del tiempo. Glosa del 22-10-10

-        El tiempo que nos resta. Glosa del 13-02-10

-        Inmortalidad y eternidad. Glosa del 20-10-09

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