Lunes, 23 de diciembre de 2024

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Dios, ¿Quién es y qué es?

por Juan del Carmelo

           El deseo que subyace dentro de estas preguntas, es tener un conocimiento de Dios. Nos dice el Evangelio de San Juan: “A Dios nadie le vio jamás; Dios unigénito que está en el seno del Padre, ese le ha dado a conocer” (Jn 1,18). Saber quién es Dios, es nuestro deseo. Y para ello si queremos profundizar en este tema, lo que lógicamente haremos, será empezamos a documentarnos, y es entonces cuando terminaremos con los pies fríos y la cabeza caliente, porque nada sacaremos en claro, de la cantidad de falsa filosofía y enrevesada teología, que  al margen del magisterio de la Iglesia católica tendremos que leer. Sin querer nos meteremos en la lectura, de rancios filósofos enciclopedistas de épocas pretéritas, o más modernos tratadistas, no por ello mejores, del mundo de la filosofía y de la seudo teología. Comenzaremos a leer, muchas opiniones y teorías, curiosamente bastantes de ellas propiciadas por círculos masónicos, en las que la vanidad científica o la nada capacidad cognoscitiva del escritor, nos construye unas teorías y opiniones, generalmente basadas en los atributos del Señor, pero que nada nos aclaran y nos dejan peor que estábamos.

 

Esto de definir algo, apoyándose en las cualidades o propiedades de lo que se quiere definir, es tan absurdo, como si a uno le preguntan, que por qué flota un barco, y él contesta diciendo: que es porque tiene velas o motores que lo impulsan por la superficie del agua, cuando bien sabemos que la respuesta a esta pregunta está en el principio de Arquímedes.

 

            Desde luego que esto, es un tema que no a todo el mundo le inquieta, pero sí a muchos. Somos como niños chicos, que nos regalan un juguete, y en vez de disfrutar jugando con el juguete, enseguida comenzamos a desguazarlo, a ver sus tripas para tratar de comprender, la razón de sus movimientos, y el por qué y cómo funciona. Si lo que pretendemos es desguazar a Dios, como algunos lo intentan, ¡vamos aviados!... En el Kempis se puede leer: “Quien escudriña la majestad de Dios es oprimido por la pesadumbre de su gloria, (Pr 25,27). Es mucho más lo que Dios puede obrar, que lo que el hombre puede entender. Se tolera, en cambio, una investigación humilde y reverente de la verdad, con ánimo de aprender siempre y caminar por la senda trazada de antemano con las sólidas sentencias de los santos Padres”. Y para ello tenemos datos revelados por el mismo Dios, más que suficientes en las Sagradas escrituras. Santa Teresa de Jesús escribía: “Cuando penséis en los misterios de nuestra sagrada fe, lo que buenamente no pudiereis entender, no os canséis, ni gastéis el pensamiento en adelgazarlo; no es para mujeres, ni aun para los hombres, muchas cosas”.

 

            Por su parte y relación a este tema, San Agustín ya se ocupó de ello y nos dejó dicho: “El Apóstol dice que son insondables los juicios de Dios, y tu ¿quieres escudriñarlos? (…). Si te empeñas en escudriñar lo insondable y en seguir lo irrastreable, puedes creerme, estás perdido. Intentar analizar lo insondable y seguir lo irrastreable es lo mismo que pretender ver lo invisible o expresar lo inefable”. En una palabra, escribe Thomas Merton, Dios es invisible al campo de nuestro ser. Nuestra creencia y nuestro amor llegan hasta Él, pero Él permanece escondido a la mirada arrogante de nuestra mente investigadora que busca captarle y asegurar su posesión permanente en un acto de conocimiento que le da poder sobre Él. De hecho es absurdo e imposible intentar captar a Dios como un objeto que puede ser captado y comprendido por nuestras mentes”.

 

            El demonio sabe perfectamente, que la curiosidad es la mejor y la más fácil trampa que le puede poner al hombre. Ya la utilizó con pleno éxito en el Paraíso haciendo caer a Eva y ésta a su marido. Porque realmente existe una extraña relación entre la curiosidad y el pecado. El cardenal Newman, que va caminando hacia su canonización, decía: “La curiosidad nos mueve extrañamente a la desobediencia, con el fin de lograr experiencias en el gusto de desobedecer”. Y el demonio que es mucho más inteligente que todos nosotros juntos, sabe perfectamente que, por medio de la curiosidad puede abrir las puertas de nuestro corazón para que entre la tentación, y así ya ha abierto un boquete en la muralla de nuestro amor al Señor. Pero también sabe, que si por medio de la gracia, somos capaces de resistir el inicio del pecado, que es la tentación, él nada tiene que hacer.

 

            En definitiva, sobre este tema de saber más acerca de Dios, tenemos que tener la prudencia de la serpiente y no queramos saber más de los que el Señor quiere que sepamos. Solo nos debe de preocupar saber aquello a lo que estamos obligados a saber, no querer saber más. Un exégeta dice: “Temer por saber demasiado, temblar por saber demasiado. No añadáis ni un miligramo a lo que vuestro deber os exige conocer y saber. Es preciso avanzar en la noche de la fe con la prudencia de la serpiente”.

 

¿Y qué es lo que es conveniente saber? La esencia de Dios, el saber qué es Dios, es un tema en el que la Iglesia siempre lo ha tenido muy claro, porque desde los primeros tiempos, en el N. T. y por ello esencialmente como verdad revelada, el apóstol San Juan escribió: “Y nosotros hemos conocido y creído en el amor que Dios nos tiene. Dios es amor, y el que vive en amor permanece en Dios, y Dios en él” (1Jn 4,16). No hay la menor duda Dios es un ser puramente espíritu, y es un Espíritu de amor. En todo Él se manifiesta el amor, porque Él es amor y nada más que amor.

 

Pero también el mismo San Juan, más adelante nos dice: “La noticia que hemos oído de él y que nosotros les anunciamos, es esta: Dios es luz, y en él no hay tinieblas” (1Jn 1,5). Reiteradamente tanto en el A.T. como en el N.T. se nos presenta la imagen de la luz y las tinieblas. Dios es la luz, su antítesis el mal el maligno es el príncipe de las tinieblas.

 

No tenemos problema en aceptar que Dios es Amor, la esencia de Dios es amor, porque el amor es algo inmaterial, que pertenece siempre al reino de lo espiritual, pero la luz es material, pertenece al reino de la material. Pero entonces, ¿cómo podemos comprender las palabras de San Juan, de que Dios además de ser Amor, también es luz? La luz que emana de Dios, esa luz que algún día queremos contemplar al ver su rostro, no es una luz material, es una luz que podríamos calificar de Tabórica. Pedro, Santiago y Juan en el Thabor, presenciaron la transfiguración del Señor y contemplaron esta luz. “Pasados seis días tomó Jesús a Pedro, a Santiago y a Juan, y los condujo solos a un monte alto y apartado y se transfiguró ante ellos. Sus vestidos se volvieron resplandecientes, muy blancos, como no los puede blanquear lavandera sobre la tierra. Y se les aparecieron Elías y Moisés, que hablaban con Jesús. Tomando Pedro la palabra, dijo a Jesús: Rabí, bueno es estarnos aquí. Vamos a hacer tres tiendas, una para Ti, una para Moisés, y una para Elías. No sabía lo que decía, porque estaban aterrados. Se formó una nube que los cubrió con su sombra, y se dejó oír desde la nube una voz: Este es mi Hijo amado, escuchadle” (Mc 9,2-8).

 

Esta misma luz era aquella que irradiaba del rostro de Moisés, cuando salía de la tienda de los encuentros, y tenía que echarse un velo sobre si cara para que le pudiesen ver. Las personas que han tenido una experiencia NDE, siempre hablan de una luz muy brillante que sin embargo no deslumbra y lo más importante, que muchos aseguran que es una luz de la que emana un tremendo amor, que le hace no querer volver a la vida en la tierra. Sobre este tema, ya hemos escrito varias glosas y aunque pueda haber una dosis de fantasía o irrealidad en algunos casos, ciertamente hay otros que son impecables en sus afirmaciones, coincidentes en muchos puntos unos y otros plenamente, con verdades reveladas o mantenidas en el magisterio de nuestra Iglesia católica.

 

Pero al margen de las NDE, es indudable que en la Biblia se nos dan datos suficientes, para que consideremos que la luz que emana de Dios, no es una luz material, como la que nosotros conocemos y que tiene su origen en una combustión material. En definitiva el sol, según nos dicen los científicos, es una gran explosión nuclear.

 

            Concretando, lo importante para nosotros y lo que Dios quiere que sepamos es que Él, es su esencia es un fuego abrasador de amor, y que este fuego de amor, genera una luz amorosa, y que quiere que nosotros vayamos a Él, por razón de amor, y que nos apartemos huyamos de la otra alternativa que tenemos, que es la de acudir a la negrura de unas tinieblas de odio y mal.

 

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

 

Otras glosas o libros del autor relacionados con este tema.

-        Libro. CONOCIMIENTO DE AMOR. Isbn. 978-84-611-7910-1.

-        El camino hacia la Luz. Glosa del 19-06-09

-        Vela y espejos. Glosa del 05-05-10

-        Luz tabórica. Glosa del 28-06-10

-        Luz increada, luz participada. Glosa del 02-10-10

-        Ponerle un rostro al mal. Glosa del 11-02-11

-        Acrónimo NDE. Glosa del 12-06-09

-        Entrada en el más allá. Glosa del 27-11-10

-        Vida después de la muerte. Glosa del 04-01-11

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