Solo la Verdad salva
por Juan del Carmelo
Acabo de unas palabras del Santo Padre Benedicto XVI. Son estas, las que ha dirigido al Colegio cardenalicio, reunido en un acto para felicitar las Navidades al papa. El Santo Padre le contesta al Cardenal Sodano, Secretario de Estado de la Santa Sede, con unas maravillosas frases, que dan fe, de los dos grandes regalos que el Señor nos ha hecho a los que vivimos es está época; Primero dándonos la humanidad y amor entrañable que emanaba de Juan Pablo II, y ahora la no menos importante cualidad de Benedicto XVI, el cual resuma en su intelecto, la claridad en sus ideas, de la que Dios le ha dotado, dándole en abundancia el don de la sabiduría. Lástima que estos dos papas, no hayan sido los sucesores de Pio XII, que con tanto interés, ha tratado siempre el maligno de denostar, al igual que también a estos dos actuales, a lo que se les califica, incluso en ámbitos eclesiales, como los renovadores de la renovación del Vaticano II. Pero no olvidemos un algo fundamental, cuando se emprende una renovación es porque algo no está bien, ni funciona bien lo acordado y hay que enderezarlo.
En fin las cosas, son como Dios quiere que sean y no como nosotros desearíamos que fuesen y estoy seguro que cuando estemos arriba, comprenderemos claramente las muchas equivocaciones que tenemos y que hemos cometido a lo largo de nuestra vida, incluso actuando, con nuestra mejor buena fe y voluntad. Dios nos proporciona siempre, lo que Él estima que es lo más conveniente para nuestra eterna felicidad a su lado, y si nos ha dado una vida en tiempos turbulentos y calientes, pensemos que ellos, son el mejor medio de que disponemos, para hacernos fuertes en el amor a Él, porque amar en la dulzura y apoyados por todo los que nos rodea, es muy fácil, pero amar en la amargura, en la soledad y en la adversidad de todo los que nos rodea, solo lo hacen las almas de gran temple.
De las palabras de Benedicto XVI, me ha impactado una frase, que no por ser de sobras conocida por todos nosotros, rara vez la tenemos en cuenta y meditamos sobre ella. Solo la Verdad nos salva. Estas son palabras del Señor, que con una u otra forma de redacción, nos dejó dicho en distintos textos evangélicos, la mayoría de ellos recogidos por San Juan, el discípulo amado, que supo ver mejor que otros que la esencia de Dios es el amor y solo el amor. (1Jn 4,16). Pero es precisamente en el amor donde se encuentra la Verdad, porque solo Dios, que es amor es la Verdad, lo demás son mentiras urdidas por el Padre de la mentira: “Díjoles Jesús: Si Dios fuera vuestro padre, me amaríais a mí; porque yo he salido y vengo de Dios, pues yo no he venido de mí mismo, ante es Él quien me ha enviado. ¿Por qué no entendéis mi lenguaje? Porque no podéis oír mi palabra. Vosotros tenéis por padre al diablo, y queréis hacer los deseos de vuestro padre. Él es homicida desde el principio no se mantuvo en la verdad, porque la verdad no estaba en él. Cuando habla la mentira, habla de lo suyo propio, porque él es mentiroso y padre de la mentira”. (Jn 8,42-44).
La mentira al igual que el odio y las tinieblas, son elementos del maligno, elementos contrarios a la Verdad, el Amor y la Luz, que es lo que nos identifica con el Señor. Anteriormente San Juan recogiendo las palabras del Señor, ya había relacionado la Luz con la Verdad y la antítesis que es la mentira con las tinieblas. Así podemos leer que: "Pues todo el que obra el mal aborrece la luz y no va a la luz, para que no sean censuradas sus obras. Pero el que obra la verdad, va a la luz, para que quede de manifiesto que sus obras están hechas según Dios”. (Jn 3,20-21).
Pero sin marcharnos del tema de la Verdad, hemos de ver, que fue el Señor el que directamente nos dijo: “Yo soy la Verdad”. Ocurrió que después de la última cena, el Señor les anunció su partida y entonces: "Díjole Tomás: No sabemos adónde vas: ¿cómo, pues, podemos saber el camino? Jesús le dijo: Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí. Si me habéis conocido, conoceréis también a mi Padre. Desde ahora le conocéis y le habéis visto”. (Jn 14,5-7). Tres cosas muy importantes nos dice aquí el Señor, la primera que Él es el camino, él único camino para llegar a la adquisición de la Verdad, no hay otro. El Padre es la verdad y solo hay un camino para llegar al Padre, que es por medio de Jesucristo y a continuación el Señor nos dice, que la Verdad es Él y no existe otra Verdad que él mismo. Claramente con estas breves palabras, nos está anunciando el misterio de la Santísima Trinidad, en cuanto nos dice que el Padre y Él son una misma persona.
Más adelante en repuesta al apóstol Felipe dirá: "Le dice Felipe: Señor, muéstranos al Padre y nos basta. Le dice Jesús: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me conoces Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: "Muéstranos al Padre"? ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre está en mí? Las palabras que os digo, no las digo por mi cuenta; el Padre que permanece en mí es el que realiza las obras. Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí”. (Jn 14,8-11). Es decir, más claramente aún, nos está diciendo que el padre y Él son una misma cosa y más adelante con mayor claridad aún, nos anunciará la llegada de la tercera persona: “Yo rogaré al Padre y Él os dará otro Consolador para que esté con vosotros siempre, el Espíritu de la verdad, que el mundo no puede recibir porque no le ve ni le conoce. Vosotros le conocéis, porque mora con vosotros y estará con vosotros”. (Mt 22,13-14). El ciclo de la revelación del Misterio de la Santísima Trinidad, que comenzó en el Encinar de Mambré, donde Abraham recibió la visita de las tres personas que generalmente se las identifica con ángeles, pero a los que Abraham trataba como a un solo Señor, queda así y aquí concluida, la revelación del Misterio de la Santísima Trinidad.
Solo la verdad nos salva, nos recuerda Benedicto XVI, y ya, en su ya antiguo libro, “Cooperadores de la Verdad” publicado por el entonces Cardenal Ratzinger, este nos decía: “…, la renuncia a la verdad es el núcleo esencial de nuestra crisis”. Y reiteradamente nos ha llamado la atención sobre el daño que está haciendo a la Verdad este moderno virus de la relatividad, inyectado por el maligno, en gran parte de los políticos y dirigentes actuales. Claro que a ellos, este problema de la salvación no parece preocuparles mucho, porque no ven que aquí abajo, esto les dé votos, y por otro lado, también el maligno los ha inoculado frente a la creencia de que la Verdad es sola una y reside en Dios. El cual, tal como nos dice San Pablo en su primera epístola a Timoteo: “Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad”. (1Tm 2,4). Pero desgraciadamente no todos están por esa labor.
El camino es solo uno; ya antes hemos recordado las palabras del Señor a Santo Tomás: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”. Solo la verdad, hallada por el camino que nos da la vida nos salvará. No hay ningún otro sendero, trocha o atajo; esto son las lentejas que se nos ofrecen, el que quiera que las tomé y si no que las deje, pero sin olvidar la obligación que todos tenemos, de hacer lo que esté en nuestras mano y desde luego rezar por los que el que no quiera las lentejas, se las termine comiendo.
Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.
Otras glosas o libros del autor relacionados con este tema.
- Libro. AMAR A DIOS. Isbn. 978-84-611-6450-9.
- Libro BUSCAR A DIOS. Isbn. 978-84-611-6451-6.
- Amor, Verdad y humildad. Glosa del 09-04-10
- ¿Es buena la objetividad? Glosa del 12-10-10.