¿Qué decir sobre los escándalos de sacerdotes? (y III)
¿SE PUEDE EJERCER EL SACERDOCIO VIVIENDO EN CONCUBINATO?
La respuesta que aflora inmediatamente es que no. Y si no, que se pregunte a los fieles si lo verían positivo o sin importancia. Por otra parte, se notaría una cierta pena al responder si conociesen a algún sacerdote que viviese en esa situación; porque la gente suele querer al sacerdote y apreciar su labor.
Es lógico que un sacerdote en esa situación esté viviendo destrozado interiormente. Los que le conocen y tratan con él, sean familiares, amigos, feligreses, normalmente guardan silencio, no comentan con él su situación y poco a poco se va quedando solo y se va apartando él también, de los que le quieren y lamentan su postura.
En casos así se perdería la unidad de vida. Es lo que le puede suceder a un casado si estuviese conviviendo con otra mujer que no fuese su esposa, sabiendo que ella le quiere y lo espera. Y si alguien dice que vive así y está tranquilo, es señal de que su conciencia está muerta. De igual manera, si un sacerdote vive con una concubina sin sentir remordimiento, también es señal de que su conciencia está muerta.
En la Iglesia ha habido de todo. También hoy se habla de sacerdotes que tienen hijos o que siguen conviviendo con la madre de los mismos o con otra mujer. Lo que no podrá conseguir un sacerdote así es la paz mientras su conciencia siga viva, porque quedaría rota la unidad de su vida.
Si hay algún sacerdote que esté leyendo esto y que esté en esas condiciones, mi consejo es que hable con su obispo. Todo sacerdote debe tener la sensación de que su obispo lo quiere. Y no es que su obispo se aparte de él; es más bien él quien se ha apartado de su obispo y de sus hermanos sacerdotes. ¿Por qué ha de estar siempre con el remordimiento de estar viviendo al margen de Dios y de la Iglesia, pudiendo rehacer su vida? Por poca fe que le quede, ha de ver que está compaginando su actuación sacerdotal con el sacrilegio constante que está cometiendo en el ejercicio de su ministerio.
Decía en el artículo anterior: “No sé si vuestra situación actual os permite volver a ejercer el ministerio. Si podéis, volved; os recibiríamos con los brazos abiertos porque seguís siendo “sacerdotes in aeternum”; os lo decía con palabras nacidas del corazón de un amigo, aunque no os conozca personalmente.
Yo siempre que leo la parábola del hijo pródigo, me emociono al contemplar la ternura del amor de Dios. No olvidéis que esa ternura es también para vosotros. Os ha amado y sigue amándoos y pensando en vosotros. Volved al Señor. Reconciliaos con Él y empezad una nueva vida dentro del sacerdocio cortando con lo que sea, y renovando con paz y alegría vuestro antiguo propósito de dedicaros a seguirle y a colaborar con Él en la salvación de todos los hombres. Podríais también solicitar la dispensa y regularizar vuestra situación ante la Iglesia y ante la sociedad.
Fuera o dentro del sacerdocio, empezad a vivir como cristianos que aman y se sienten amados. Podéis hacerlo y debéis hacerlo. Pedidle a la Virgen que os ayude en esta empresa.
José Gea
La respuesta que aflora inmediatamente es que no. Y si no, que se pregunte a los fieles si lo verían positivo o sin importancia. Por otra parte, se notaría una cierta pena al responder si conociesen a algún sacerdote que viviese en esa situación; porque la gente suele querer al sacerdote y apreciar su labor.
Es lógico que un sacerdote en esa situación esté viviendo destrozado interiormente. Los que le conocen y tratan con él, sean familiares, amigos, feligreses, normalmente guardan silencio, no comentan con él su situación y poco a poco se va quedando solo y se va apartando él también, de los que le quieren y lamentan su postura.
En casos así se perdería la unidad de vida. Es lo que le puede suceder a un casado si estuviese conviviendo con otra mujer que no fuese su esposa, sabiendo que ella le quiere y lo espera. Y si alguien dice que vive así y está tranquilo, es señal de que su conciencia está muerta. De igual manera, si un sacerdote vive con una concubina sin sentir remordimiento, también es señal de que su conciencia está muerta.
En la Iglesia ha habido de todo. También hoy se habla de sacerdotes que tienen hijos o que siguen conviviendo con la madre de los mismos o con otra mujer. Lo que no podrá conseguir un sacerdote así es la paz mientras su conciencia siga viva, porque quedaría rota la unidad de su vida.
Si hay algún sacerdote que esté leyendo esto y que esté en esas condiciones, mi consejo es que hable con su obispo. Todo sacerdote debe tener la sensación de que su obispo lo quiere. Y no es que su obispo se aparte de él; es más bien él quien se ha apartado de su obispo y de sus hermanos sacerdotes. ¿Por qué ha de estar siempre con el remordimiento de estar viviendo al margen de Dios y de la Iglesia, pudiendo rehacer su vida? Por poca fe que le quede, ha de ver que está compaginando su actuación sacerdotal con el sacrilegio constante que está cometiendo en el ejercicio de su ministerio.
Decía en el artículo anterior: “No sé si vuestra situación actual os permite volver a ejercer el ministerio. Si podéis, volved; os recibiríamos con los brazos abiertos porque seguís siendo “sacerdotes in aeternum”; os lo decía con palabras nacidas del corazón de un amigo, aunque no os conozca personalmente.
Yo siempre que leo la parábola del hijo pródigo, me emociono al contemplar la ternura del amor de Dios. No olvidéis que esa ternura es también para vosotros. Os ha amado y sigue amándoos y pensando en vosotros. Volved al Señor. Reconciliaos con Él y empezad una nueva vida dentro del sacerdocio cortando con lo que sea, y renovando con paz y alegría vuestro antiguo propósito de dedicaros a seguirle y a colaborar con Él en la salvación de todos los hombres. Podríais también solicitar la dispensa y regularizar vuestra situación ante la Iglesia y ante la sociedad.
Fuera o dentro del sacerdocio, empezad a vivir como cristianos que aman y se sienten amados. Podéis hacerlo y debéis hacerlo. Pedidle a la Virgen que os ayude en esta empresa.
José Gea
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