Lunes, 23 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

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Fe y dogmas

por Juan del Carmelo

           Ya en una glosa de hace unos días nos ocupábamos de tratar de saber, que es lo que entendemos por fe. Y el resultado era muy genérico, aunque si nos referimos a lo que concretamente, un creyente debe de entender por fe católica; podemos inferir que la fe católica es el conjunto de verdades reveladas por Nuestro Señor, cuya interpretación y aplicación le corresponde al santo Padre, como heredero, de esas facultades que el Señor, depositó en San Pedro, cuando le dijo: “Y yo te digo a ti que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificare yo mi iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Yo te daré las llaves del reino de los cielos, y cuanto atares en la tierra será atado en los cielos, y cuanto desatares en la tierra será desatado en los cielos”. (Mt 16,1819).

 

Alguien me podrá responder: ¿y los dogmas son o no parte de la fe católica?, desde luego que sí, porque son verdades reveladas. Así tenemos el DRAE que define a los dogmas diciendo que son: “Doctrina de Dios revelada por Jesucristo a los hombres y testificada por la Iglesia”. La esencia de los dogmas no son otra cosa, que verdades ya reveladas con anterioridad, a las que la Iglesia enfatiza su importancia de una forma especial. En el parágrafo 88 del Catecismo de la Iglesia católica podemos leer: “El Magisterio de la Iglesia ejerce plenamente la autoridad que tiene de Cristo cuando define dogmas, es decir, cuando propone, de una forma que obliga al pueblo cristiano a una adhesión irrevocable de fe, verdades contenidas en la Revelación divina o también cuando propone de manera definitiva verdades que tienen con ellas un vínculo necesario”. Los dogmas han sido siempre denostados por muchos de los que creen, especialmente por todos aquellos que por instigaciones demoniacas nos atacan; y a todos ellos, conviene recordarles lo que a nosotros nos dice el siguiente parágrafo del mencionado Catecismo: “Existe un vínculo orgánico entre nuestra vida espiritual y los dogmas. Los dogmas son luces que iluminan el camino de nuestra fe y lo hacen seguro. De modo inverso, si nuestra vida es recta, nuestra inteligencia y nuestro corazón estarán abiertos para acoger la luz de los dogmas de la fe (cf. Jn 8,31-32)”.  

 

“El dogma católico permanece siempre intacto e inalterable a través de los siglos, escribe el dominico Antonio Royo Marín, si la Iglesia alterara, reformara o modificara sustancialmente alguno de sus dogmas ya declarados, os digo con toda seguridad que yo dejaría de ser católico; porque esa sería la prueba más clara y más evidente de que no era la verdadera Iglesia de Jesucristo”. Y este es precisamente el argumento más claro y convincente de que las iglesias cristianas separadas de Roma (protestantes y cismáticos) no son las auténticas Iglesias de Jesucristo. Porque están cambiando y reformando continuamente sus dogmas. La Iglesia católica viene manteniendo íntegramente, durante veinte siglos, por ejemplo, el dogma terrible del infierno. La Iglesia no puede suprimir un solo dogma, como tampoco puede crear otros nuevos. Cuando el Papa define una verdad como dogma de fe, no crea un nuevo dogma. Simplemente se limita a garantizarnos, con su autoridad infalible, que no puede sufrir el más pequeño error, porque está regida y gobernada por el Espíritu Santo, que esa verdad ha sido revelada por Dios. Y por lo tanto formaban ya parte del tesoro de nuestra fe, administrado y regido por la Iglesia católica.

 

El obispo Fulton Sheen, nos dice que: “La verdad no es hechura nuestra; le pertenece a Dios. No tenemos derecho sobre ella; es ella quien los tiene sobre nosotros. El dogma es tan verdadero como que el agua es H2O; como que hay una fórmula química del agua que pueda ser la correcta, hay solo un dogma correcto concerniente a la Encarnación o al Sacramento del matrimonio o a la Transubstanciación. Esto no es un universo en el que puedan ser verdades una docena de cosas contradictorias…. Pero una vez que hemos reconocido lo absoluto de la verdad divina nos vemos frente a la necesidad de ser caritativos con quienes no creen”.

                                                                                                                        

En nuestra época el dogma está mal visto. Es sinónimo de estrechez mental, de autoritarismo y de dictadura intelectual. Se da por supuesto que mata el pensamiento y priva de todo valor a las experiencias personales. Porque se piensa, como si la Verdad no fuese única y tuviese estaque adaptarse a las veleidades humanas, y así se afirma en consecuencia, eso de que cada cual tiene derecho a su verdad. Se consagra el derecho a que la libertad de pensamiento pueda fulminar las verdades reveladas. Es decir, entramos así en el pensamiento relativista para el cual no existen verdades ni valores fijos, todo es relativo. Y esto en cuanto a personas que nos atacan desde otras posiciones doctrinales, protestantes, cismáticas o incluso desde algunas no cristianas. Pero lo triste, es ver que al menos los que nos atacan, quizás de buena fe, traten de buscar a Dios, pero a una gran mayoría de personas, este problema, llamémosle así, les resbala.

 

Escribe Thomas Merton diciendo: “La noción de dogma aterroriza a quienes no comprenden a la Iglesia. No pueden concebir que una doctrina religiosa pueda estar expresada con una afirmación clara, definida y con autoridad sin que de inmediato se vuelva estática rígida e inerte y pierda toda su vitalidad. En su angustia frenética por huir de tal concepción, se refugian en un sistema de creencias que es vago y fluido; un sistema en el que las verdades pasan como niebla y vacilan y varían como sombras”.

 

            Pero no creamos que los dogmas son una peculiaridad específica de la Iglesia católica, así por ejemplo el Islam tiene sus dogmas y algunas de ellos contienen afirmaciones reveladas por el Señor, en los evangelios. Las iglesias protestantes, gran parte de ellas conservan los dogmas anteriores a su herética separación, y algo similar ocurre con las iglesias cismáticas, que al carecer de una disciplina y de una cabeza única rectora, carecen de unidad en las declaraciones dogmáticas posteriores a la fecha del cisma.

 

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

 

Otras glosas o libros del autor relacionados con este tema.

-        ¿Somos firmes en nuestras convicciones? Glosa del 02-0910.

-        Amor, Verdad y humildad. Glosa del 09-0410.

-        ¿Es buena la objetividad? Glosa del 121010.

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