Una bonita historia para esposos impacientes
Una bonita historia para esposos impacientes
por Juan García Inza
Un amigo me ha facilitado este cuento que puede ayudarnos a pensar en la necesidad que tenemos de aprender a convivir. Hay que tener paciencia con los defectos del otro, y el otro, u otra, con los míos. Debemos pensar con serenidad antes de tomar una decisión importante. Puedo jugarme inútilmente una convivencia alimentada con el amor que un día prometimos cuidar. Invito a leer el cuento, y que cada cual saque sus consecuencias.
Cuenta una leyenda oriental que Dios creó a Adán una sola vez, pero a Eva unas cuatro veces-
Al principio, Dios creó a Adán y no pensó en crear nada mejor. Adán era feliz entre el verdor, el agua, los árboles...; feliz de haber sido creado y de sentirse libre.
Pero, después de unos meses, Adán comenzó a sentirse triste. Era feliz, pero nada de lo que veía o hacía le satisfacía.
Dios se dio cuenta de que Adán ya no era el mismo, y le preguntó:
- Adán, ¿qué es lo que te preocupa tanto? ¿Te falta algo para completar la felicidad?
Adán respondió:
- Señor..., si no es demasiado pedir, quisiera a alguien con quien poder compartir con alegría lo que veo, siento y amo.
Dios le mandó dormir, y cuando despertó encontró a su lado la mayor maravilla que sus ojos habían visto hasta entonces. Pero no se lo creía. Dios le preguntó si estaba contento, pero Adán no respondió. Estaba extrañado. Había pedido compañía, sí, pero Dios había exagerado. Miró una y otra vez y, cuando ella le sonrió, Adán comenzó a saltar y a brincar de alegría.
Transcurrieron seis meses. Adán estaba triste otra vez. Dios volvió a preguntarle:
- ¿Qué pasa, Adán? ¿Vuelves a ser infeliz? Y Adán contestó que no quería ser ingrato y que la mujer era un encanto, pero que prefería que se la llevase otra vez. Y le habló así a Dios:
- Ella es bella, graciosa y encantadora, pero me ha quitado la libertad. Ya no puedo ir adonde quiero, me contradice en todo momento, exige que me limpie antes de entrar en casa..., tarda en salir cuando quiero ir a pasear, me despierta a deshora, quiere cariño cuando yo no tengo deseos, y cuando yo quiero ella no quiere- Llora por cualquier motivo, se enoja y es obstinada.
- En suma —dijo Dios—que ya no te gusta.
- Señor, me gusta, pero no vale la pena vivir con ella. Llévatela. Quiero mi libertad otra vez.
Dios se la llevó, y al cabo de dos meses Adán estaba nuevamente triste y se lo confesó a Dios.
- No lo tomes como ingratitud, pero se trata de Eva. Te pedí que te la llevases, pero la echo de menos. Soy libre, pero en todas partes me parece oír su voz, ver su sonrisa, sentir su cariño. Creo que no vale la pena ser libre sin ella a ¡ni lado.
Y Dios le devolvió a Eva.
Pasaron dos años más, y por tercera vez, Adán se indignó y pidió a Dios que se la llevara. Y Dios se la llevó, peto Adán cayó en una profunda depresión.
Y entonces Dios prometió devolverle a Eva, pero exigió:
- Adán, vamos a terminar con este juego de niños. O aceptas a Eva con sus limitaciones, porque ella también tuvo que soportar muchas cosas tuyas, o te quedas solo en el paraíso, con tus monas y tus orangutanes. Piénsalo bien, porque si me la llevo otra vez, ¡no te la devolveré jamás!
Adán se rascó la cabeza, pidió un plazo y se fue a reflexionar a la caverna. «Vivir con ella es un infierno, pero, también, hay momentos agradables. Vivir sin ella también es un infierno, pero sin momentos agradables. Es mejor vivir con ella que solo».
Y se quedó con Eva. Así nació el matrimonio indisoluble.
• En lo gracioso del cuento, puedo dejarme interpelar por lo que significa la convivencia con otras personas...
• Quizá me impaciento pronto cuando veo los límites de las personas con las que vivo...
• Antes de tomar algunas decisiones, podría calcular las consecuencias.
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■ JVC. Bermejo
Fuente: ´´Regálame la salud de un cuento” Edit. "Sal Terrae”